🗡️ Capítulo 14 🗡️

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Bosque de rumores, camino principal.

Duque de las quimeras felinas.

Atravieso a toda velocidad el bosque, complacido con el hecho de que quienes construyen carruajes en Birka mejoren con el tiempo. Un ligero escarmiento —el cual trajo consigo una defunción— fue requerido para que trabajen con eficacia. Gracias a ello, comprenden a la perfección lo relajante que es para la nobleza el traslado de un sitio a otro. El brusco movimiento que las ruedas provocan al chocar con obstáculos, ya no hace saltar el vehículo. Usar las habilidades quiméricas sería la solución más inmediata, pero, eso no nos ofrece la entrada triunfal o escusa que se necesita en ciertas ocasiones.

Las apariencias son la forma sutil de demostrar poderío, a través de gestos, palabras y por supuesto, los bienes materiales. Por ello mi carruaje está enchapado en el oro más puro, extraído de Las minas de Xiery; ubicadas en territorio élfico.

El relincho de las quimeras que jalan mi transporte reclaman mi atención, el cochero calma a esas cosas equinas antes de osar dirigirme la palabra. Descorre la cortina, la cual oculta la ventana que nos separa.

—Dilo —suspiro y clavo mi mirada en él.

—Duque —asiento con la cabeza, cuando veo que sigue esperando una confirmación —Una procesión del templo de Skadi rodea el transporte, retornan tras rezar por una fructífera caza y un invierno menos cruento.

Curioso por contemplar de cerca a quimeras “iluminadas" por la fe, asomo el rostro. ¡Vaya, vaya! son de ese pueblo de cazadores, conocidos por ofrecer los mejores soldados; especializados en combatir a distancia.

—¡Es el León! —exclama emocionado un niño que va entre la multitud. Sonrío con petulancia al notar esos iris que irradian adoración.

Para los míos soy una leyenda, sin duda alguna comparable a un dios. ¿La prueba de ello? el como la comitiva se detiene para, acto seguido, juntar sus manos antes de continuar el camino.

—Salve, León —dicen —Que su gobierno dure una eternidad.

Me desean prosperidad, fuerza, poder y al mismo tiempo piden por salud para su gente. Las voces de la procesión se pierden en el bosque, cual rumores que transitan en el viento. Entiendo mejor el nombre con el que han bautizado a este lugar.

—Larga vida al León de Birka —musita el cochero, cierra la cortina ante mí y echa andar.

Sin más contratiempos llego al castillo del Lord, sé que me espera porque sus búhos blancos verán mi transporte. En efecto, al ser la puerta alzada, vislumbro la sonrisa satisfecha del rey de Birka.

—León —pronuncia mi nombre en cuanto el cochero abre la puerta del carruaje. Este se lanza rápido al suelo, pues le entrené para que me permita usarlo de alfombra.

Los generales, la mano del rey y otros de la corte le hacen compañía. Hay guardias apostados a su alrededor, en la puerta y en cada esquina.

—Mi Lord, dispone de todo mi tiempo desde este instante —hinco una rodilla en el suelo, permito que él pose una mano sobre mi cabeza y la empuje hacia abajo.

No tengo problema alguno en perder mi orgullo. Muestro respeto al hombre que logró vencerme y, de igual forma, me salvó la vida.

—El deber llama, León de Birka —retira su mano de mi cabeza, pide que me levante con la misma —Tenemos una guerra que llevar a cabo.

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Tercer feudo, bosque que rodea la casa del Señor Feudal.

El Juego de la ConquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora