Darnere
Cuando la luna se torna oscura y el cielo carece de estrellas, doy un paseo por el bosque. Las memorias que más deseo sepultar, atormentan mi corazón lleno de rabia.
En la mente, repaso la reunión que he tenido con la representante enana, trato de hallar alguna pista sobre lo que puedo esperar. ¿Seré acaso la intermediaria entre la familia de Kandras, la cual produce armas químicas, y la de la enana? ¿Por qué no comentaron tal cosa al Lord? ¿Han asumido que yo lo haré? o, en cambio, ¿Desean ganarse mi favor? Bien podría ser una forma de probar mi lealtad a Birka, he de tener los ojos abiertos en el baile.
Un par de copos de nieve caen sobre mi rostro. Alzo la vista, noto que esta no cubre por entero las ramas de los árboles. Tal cosa trae consigo una sensación de insignificancia, a la vez un miedo estremecedor. Por el rabillo del ojo vislumbro como una versión fantasma de la pequeña que he sido, y aborrezco, corre por el bosque.
—Puedes correr cuanto desees, mas eso no hará que te fortalezcas —cada vez más cerca, escucho como el León de Birka afila las garras.
Mi versión niña se oculta tras un árbol, aguanta la respiración y tiembla por el miedo. Grita de la impresión cuando la encuentra una versión fantasma del León, para luego saltar hacia atrás.
—Adelante —este le dedica una mirada burlona —Usa todos los ataques mentales que quieras, no servirán de nada.
Respiro hondo mientras me muerdo la lengua. Sé que a continuación la niña dará vueltas alrededor del León, que ambos se mantendrán las miradas. Él dará un paso adelante porque ella tratará de huir otra vez, o eso le hará creer. En realidad, ella tomará una rama que ha visto y se lanzará a atacarlo.
Por supuesto, engañarlo no valdrá para nada. El León la lanzará a un lado tras tomarla del brazo.
—Y la persecución iniciará de nuevo —sonrío de alivio cuando las versiones fantasmas de ambos se desvanecen.
Continuo el paseo, guiada por el sonido del choque de una espada contra el tronco de un árbol. Como esperaba, encuentro a Orlando en pleno entrenamiento. Las gotas de sudor le recorren el torso desnudo. El sonido de la sangre, el latido del corazón e incluso su dulce aroma me llaman. Ansío acariciar cada vena, beber hasta que no quede nada.
—Señora —Orlando da un último golpe al tronco antes de darse la vuelta —¿Ha disfrutado de la vista?
Al parecer, siempre supo que le observaba. Sin embargo no esperaba que dijese jamás tales palabras, ni que se aproxime mientras me mira con deseo. Apoyo la espalda en el árbol más cercano, cruzo los brazos y dejo que Orlando me alce el mentón.
—Solo en esta noche oscura, dejaré que me mires cuanto desees.
Acaricio el brazo que sostiene la espada unos instantes, Orlando no tarda en retirarlo.
—¿Por qué no todas las noches, o días?
La expresión de Orlando se torna fría, soy incapaz de leer lo que siente mientras me acaricia la barbilla.
—Vuestro corazón y el mío están malditos. No hay cabida para la dulzura o el amor.
Él besa mi cuello antes de alejarse, para luego hacer un saludo militar. Tardo unos instantes en recuperar la compostura y sonrío mientras le veo alejarse. Mientras me encuentro en proceso de transformar el cuerpo en neblina, un punzante dolor de cabeza me frena. Siseo, masajeo las sienes con los dedos. Cierro y abro los ojos con rapidez, la furia ciega me invade cuando advierto quien se halla delante.
—Lárgate, no necesito consejos disfrazados de pena.
El fantasma del que resulta ser el primero de todos los vampiros, alarga el brazo con la intención de tocar mi rostro. Retrocedo mientras le fulmino con la mirada, reparo en las horribles cicatrices que surcan sobre los ojos de igual tonalidad que los míos.
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El Juego de la Conquista
FantasyArmica e Iska son dos continentes a los cuales separa el mar. El primero es todo un territorio de hielo, frío y de tormentas de nieve. El segundo es un paraíso de bosques, montañas y hermosas playas. Lo que comienza con dos musas que han sufrido un...