🗡️ Capítulo 25 🗡️

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Holandés

Segunda noche de camino a Sarias.

Entre las historias que un mercenario le comparte a otro, siempre inducidos por una jarra de cerveza o cualquier otra bebida, el hecho de lo difícil que resulta hallar un oasis es una de ellas. Según el mapa que poseo de Iska, del desaparecido pueblo de Arenias a la ciudad de Sarias existen cuatro oasis de distancia. El primer día, justo al despuntar Helios, les he comentado tal cosa a mis “amas".

—Me resulta raro que no guardes esa información para ti —Melpómene entrecierra los ojos.

Euterpe le pone una mano sobre el hombro mientras sonríe.

—Mi esclavo está obligado a informarnos de tales cosas —sus ojos poseen una chispa de diversión —Solo así, le diré lo que tanto desea saber.

Asiento con la cabeza pues, incluso si he pensado en traicionarlas, la necesidad de información es más fuerte. Cuando el silencio se instaura, intento recordar cualquier detalle que indique el camino a un oasis. No obstante, el primer día de viaje ha resultado un fracaso. Las frecuentes tormentas no afectan la vista de ninguno de los que nos acompañan. Sin embargo, no puede decirse lo mismo del calor o los espejismos.

Bebo un sorbo de agua de la girba, una bolsa de piel de grifo, y me seco el sudor de la frente. No soy capaz de saciar toda la sed, la cual abraza mi garganta hasta tornarla seca. De reojo, noto las miradas maliciosas de los vikingos. Camino a donde se encuentran y me coloco en medio del pequeño grupo.

—Para que veíais mejor mi sufrimiento —les dedico una sonrisa burlona mientras me seco el sudor.

El que parece tener una edad cercana a la mía, ríe a carcajadas.

—Si buscas dolor, ten un combate con Ivar. No tendrás ni unos instantes para pestañear, te lo aseguro.

Me encojo de hombros, el vikingo niega con la cabeza entre risas. Durante aquella conversación, mis llaves a la verdad no me han perdido de vista e incluso deciden acercarse instantes después.

—¿Por qué uno de vuestros hombres afirma que perderé contra el tal Ivar? Sea cual sea la habilidad que tenga, puedo hacerle frente.

Melpómene niega con la cabeza.

—No debo revelar su habilidad, solo puedo decirte que se relaciona con los dioses y sus hijos.

—¿Es acaso un semidios o desciende de alguno? ¿Tal vez un dios disfrazado que...?

Melpómene posa los dedos sobre mis labios, pide que haga silencio en susurros. Noto como la piel y los ojos le resplandecen, lo mismo le ocurre a Euterpe.

—¿No conoces a los sirvientes de los dioses, miserable?

A diferencia de otras ocasiones, la forma en que ha dicho tal insulto se ha tornado dulce. Alzo una ceja, retrocedo unos pasos al sentir el calor que ambas mujeres despiden. ¿Volverán a mostrar la habilidad que usaran tras la Masacre de Arenias? ¿Aquella capaz de cautivar e inspirar? La melodía que canta Euterpe, indica tal cosa.

La sensación sofocante en el ambiente se torna fresca. Corrientes de agua parecen rodearnos, la voz de Euterpe nos hechiza de igual manera que...

El Juego de la ConquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora