🗡️ Capítulo 32 🗡️

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El pequeño portal rasga el espacio, desaparece cuando cae un sobre de tonalidad beige sobre la mesa de estudio. Con una maliciosa sonrisa, contemplo unos instantes la oscura luna que se halla en el cielo.

-¿Saldrá esta noche, mi señora? -asiento con la cabeza, centrada en el brillo de los rubíes dispersos por la única ventana de mi habitación.

Saco la carta del sobre, las afiladas uñas de mi sirvienta acarician mi cabello al trenzarlo. El blanco y rayado papel de la carta, posee manchas de sangre en las esquinas. Recuerda bastante al tono de la pronunciada caligrafía.

«A la vampira más astuta de todas, cuyo maligno corazón solo contiene la necesidad de obtener poder. Bien sabes, e incluso provoca en ti la más profunda de las inquietudes, que brota en mí el deseo de tenerte cerca.

No necesito estar allí para imaginar que analizas cada palabra aquí escrita. Que, desde aquella noche, buscas los motivos de lo que consideras un comportamiento extraño.

No busques razones, Elise, mi único deseo es desnudar y acariciar tu corazón»

Antes de poder evitarlo, evoco la imagen de Orlando mientras entrena en el bosque. Aquellas palabras suyas me han turbado tanto como las de la carta. Contengo un suspiro, el hecho de que pueda leer mi alma me enorgullece.

-Maldito seas, has conseguido ocupar mi mente tras tu partida -arrugo la carta entre mis manos, me levanto para que la sirvienta me ayude con el vestido elegido.

Mientras esta ajusta el cinturón fabricado con cabello y cierra los tres botones de plata, soy incapaz de no reproducir en mi mente cada gesto de mi segundo al mando. La fría mirada de este no desaparece cuando me torno niebla y aparezco delante de un carruaje.

-Permita que la deleite con mi compañía, señorita.

Finjo no estar sorprendida por la presencia del Dragón negro. Ofrezco una de mis manos, cubiertas por guantes de encaje, para que la bese.

-La noche se tornará maravillosa.

Le dedico una leve sonrisa mientras subo al carruaje. Ordeno al cochero que nos lleve a la mansión de Kandras cuando este imita mi acción. Durante el camino, la brisa nocturna calma mis ansias por la sangre del dragón.

-Esta noche, tendremos el placer de tomar lo que queremos -las garras de Steinel se clavan en la zona libre de mi muslo, la sangre no tarda en brotar -Mucho mejor.

Me obligo a solo mirar de reojo, como Steinel lame la sangre contenida en sus garras. El carruaje se detiene y, antes de que este salga para atravesar las grandes puertas de hierro, agarro con brusquedad su mano.

-Es mi deseo probar vuestra sangre -clavo, de forma superficial, los colmillos en el pulgar. Acto seguido, lamo la pequeña herida y dejo primero el carruaje -Disfrutad la velada.

La trenza de mi cabello ondea con el repentino viento. La rosa alrededor de mi cuello, atrapa las miradas de las quimeras recién llegadas.

-Sin duda, el collar que ostenta resulta uno de los más bellos -escucho susurrar a una quimera. El pelaje suave de su cola, parece pedir caricias a gritos.

Las luces rojizas del salón de baile ofrecen un ambiente lúgubre, tal como si iniciara una cacería. De cierta forma, lo es. Cuando creen que no son observados, las quimeras nobles presentes se desnudan con la mirada. Los trajes, e incluso vestidos, resultan más atrevidos de lo habitual.

¿Acaso este baile, es de los que se lleva a cabo la luz de las velas? Juego con el líquido ámbar de la copa, tomada de una de las bandejas que llevan consigo quimeras con antifaces. Lo bebo de golpe en cuanto vislumbro que Kandras se aproxima.

El Juego de la ConquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora