Melpómene.
Apenas ponemos un pie en el barco, Ivar mata de un tajo de hacha a aquel que maneja el timón. Con él ahora a cargo de este, bajamos a la cubierta inferior. Hallamos un grupo de hombres encadenados los cuales, sin duda, son esclavos y su finalidad es mover el barco. El hombre que posee el látigo les obliga a remar, otro toca un tambor cuyo sonido retumba en el lugar. Este se reproduce en bucle en mi mente, tengo la impresión de estar sumergida en el mar, soy una mera observadora.
—Moveos, si no deseáis que... —aquel hombre jamás llega a terminar, Einar le corta la cabeza y se adueña del látigo que tuvo entre las manos.
Los esclavos le miran con miedo, el poseedor del tambor tiembla y reacciona con furia al decidir atacarle. Egil lo sorprende al aparecer detrás suya, no le permite reacción alguna puesto que lo empuja hacia Ivar. Este hace aparecer una daga hecha de runas, con la que le raja la garganta. Abro los ojos como platos, no sabía que tenía tal habilidad.
—Pensaba que solo eres capaz de escuchar a las Nornas, ¿acaso ellas te dan ese poder?
Ivar no sonríe, tampoco responde a mi pregunta. Comienzo a sentir que se ha alzado un muro entre todos los que se encuentran a mi alrededor.
—Si no queréis acabar como ellos, remad lo más rápido que podáis —miro con fijeza a Einar pues, en tales palabras, he notado que el acento del idioma snalense se mezcla con otro.
Subo a la cubierta superior, en busca de tranquilidad para la reflexión. El barco se aleja con rapidez del puerto de Sarias, los esclavos han obedecido a Einar. Céfiro, con el cálido y fructífero viento primaveral, juega con las velas. La luna creciente parece darnos la bienvenida en nuestra travesía marítima. Acuno el rostro entre las manos, la inquietud amenaza con controlarme. ¿Por qué nos alejamos de la orilla? ¿Por qué mi hermana no se encuentra entre los pasajeros del barco? No lo entiendo, no deseo creer nada de todas las teorías que pasan por mi mente.
—Cerraré los ojos, solo así saldré de la pesadilla —me concentro en el sonido de las ocasionales olas de un mar en calma.
La ira comienza a bullir en mi interior, siento que explotará de igual manera que mi voz. Trato de controlar tales sensaciones pero, el pensar que todo esto es premeditado me atormenta.
—No es una pesadilla, Melpómene —Einar se halla ante mí, retira las manos de mi rostro y obliga a que le mire al tomar mi mentón —No puedes escapar de lo que acontece.
—¿Por qué? —ondas de energía se acumulan en mi garganta, poso mis manos sobre ella —¿Por qué seguimos adelante? Hemos de regresar en este instante.
Ivar sonríe de forma maliciosa, me observa de reojo.
—Tal cosa no es posible, llevar a cabo el designio del rey es lo primero.
Aprieto los puños mientras le fulmino con la mirada.
—No sé a qué te refieres. Sin embargo, esa no es forma de tratar a alguien que ha estado contigo desde el mismísimo día en que nacieras.
—Cuando los dioses hablan y las Nornas han tejido, solo queda ayudar a llevarlo a cabo —Einar me mira con tristeza —No podemos luchar contra el destino, Melpómene.
Retrocedo unos pasos, la comprensión de lo que sucede me llega de golpe.
—¡¿Jamás tuvieron intención alguna de que Euterpe y yo volviéramos a Snaeland?! —saco la daga de la funda tras mi espalda, la garganta me empieza a escocer, las lágrimas amenazan con salir —¡No podéis pagarnos de tal manera! Sabéis que, sin dudar, pondríamos la mano en el fuego o mataríamos si lo necesitáis.
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El Juego de la Conquista
FantasyArmica e Iska son dos continentes a los cuales separa el mar. El primero es todo un territorio de hielo, frío y de tormentas de nieve. El segundo es un paraíso de bosques, montañas y hermosas playas. Lo que comienza con dos musas que han sufrido un...