🗡️ Capítulo 12 🗡️

37 26 9
                                    

Darnere

Contrario a la tierra de nadie que fue mi hogar, Birka es sinónimo de regocijo. La noche o la lluvia no son impedimentos para las quimeras, no cuando la necesidad de liberar sus instintos resulta más fuerte. A la luz de la luna menguante, ocultos en la niebla, no hay temor a ser culpados de nada. No hay comentarios al respecto, nadie puede afirmar haberte visto en un bar o tal vez, en compañía de alguna cortesana. En verdad, la nocturnidad es un acuerdo tácito.

Sin embargo los crímenes no son perdonados, a menos que te deshagas de un lastre de la sociedad. En ciertos casos los soldados pueden hacer la vista gorda. ¿Qué importancia tiene una cortesana o un vagabundo? Aquel que no sea capaz de dar su vida por la guerra, no tiene valor a los ojos del Lord. Y lo sé, porque he sido capaz de oír algunos de sus pensamientos.

A mi paso los soldados que están de servicio se detienen para saludar, ello me obliga a abandonar mis divagaciones y hacer un gesto con la cabeza en respuesta.

-Buena noche, soldados -digo en la lengua quimérica y sigo de largo, sin molestarme en echarles una mirada.

De reojo, advierto las sombras de aquellos vampiros que recorrieron las calles, esos vestigios del pasado que solo yo puedo notar: las risas falsas de unas vampiresas, el sonido de los carruajes que transitaron la zona e incluso el olor dulzón del restaurante cercano. Las diferentes recetas creadas con sangre, de la mejor y más alta calidad. Se me hace la boca agua con un aroma fantasma, las voces de unos galantes señores me taladran la mente. Recordaré sin problema su plática, no importa cuanto tiempo transcurra.

Un ladrido llama mi atención, todo a mi alrededor se desvanece y dejo de admirar ese pasado lejano. El culpable es un lobo de pelaje gris o eso pensé. Tras mirar más de cerca advierto las plumas entremezcladas en su piel, los iris fragmentados en disímiles colores.

-Vaya, vaya ¿Qué hace una cosa como tú sola? -poso mi mano entre sus orejas y le acaricio -Tu dueño debe de hallarse cerca, por lo que con seguridad te has extraviado.

Me pierdo en los detalles de la pluma más cercana a su oreja, en como los tonos de rojo se van degradando hasta tornarse un naranja. Sumida en una especie de hipnosis la arranco sin esfuerzo y salto hacia atrás al escuchar el quejido lastimero de la cosa, seguido de un gruñido.

-¿Te ha molestado? -una risita de burla se me escapa.

La quimera se lanza a por mí, sus fauces abiertas para llevarse un trozo de mi carne; quizás mi cabeza. Le esquivo con facilidad y arranco otra pluma, está vez cerca del lomo. Tras esto nos enzarzamos en una pelea aunque la verdad no podría considerarla una.

Pedazos de mi historia personal se cuelan en mis cavilaciones, esa niña escuálida puebla mis memorias. Se repite siempre la misma imagen; el como ella se alza del suelo pese a cada nueva herida, justo como el "lobo" que tengo delante.

-¡Estúpido! -libero mi pierna de su mordida, asestando un golpe en su hocico -De todas formas, tengo lo que deseaba -le muestro la última pluma que tomé, orgullosa de conseguir todas.

Desde el suelo la quimera me mira con ira, gruñe y hace un esfuerzo para levantarse. Doy media vuelta con la intención de irme, esa expresión en su mirada está desenterrando más recuerdos. Guardo las plumas en los bolsillos e ignoro todo sonido que provenga de la quimera. Esa cosa rechazada me provocó un placer culposo, una sensación triunfal sobre algo débil que reina por encima de las reminiscencias. Noto que me sigue pero no es que me importe demasiado.

Unos cuantos pasos más tarde advierto que la cosa retrocede, temerosa de una nueva presencia.

-Comandante -saluda una elegante quimera de la nobleza, haciendo una reverencia en el proceso. Su mirada se desvía hacia el joven "lobo", quien le mira aterrada -¡Ohh! ¡Lundras, pensé que no volvería a verte! -alza la falda de su vestido y va hacia él. Este retrocede unos pasos, gruñendo por lo bajo como advertencia.

El Juego de la ConquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora