🗡️ Capítulo 19 🗡️

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Cuando sus sandalias aladas se plantan sobre una improvisada tumba, la fluctuación de magia parece repeler la suya. Un efecto como ese lo siente con seguridad *Hémera, la diosa del día no tardó en preguntarse de dónde provienen estas ligeras corrientes. Esto lo conversó con su esposo Éter, el elemento más puro que se encuentra encima del cielo. Una vez tal información la trajeron consigo los *Anemoi, los mismísimos dioses del viento, Hermes supo que es momento de investigar.

—Cierto es, cual corrientes marinas la magia nos dice a gritos que no somos bienvenidos —le comenta a Iris, la diosa con quien comparte la misión de ser el heraldo de los dioses.

Tras escuchar lo que ha dicho, esta se arrodilla para posar las manos sobre la arena, de las que deja escapar los bellos colores de un arcoiris; mismos que adquiere su cabello castaño. El terreno se remueve solo un momento, reúne toda la magia que plantase junto a la que ya está y la lanza hacia atrás tras una descarga. No quedan más que improvisadas tumbas y ruinas de edificios, pero todo ennegrece a la vez que la tierra.

—Una verdadera maravilla se creó aquí, existen distintas energías reunidas mas solo reconozco la mía —Iris no tarda en incorporarse gracias al otro dios presente, este último asiente en respuesta puesto que llegó a la misma conclusión.

¿Qué oculta una trampa intencionada como esta? ha de ser algo importante, quizás sea la magia de otro. Tampoco se puede descartar que sea la ubicación de un lugar o, los sucesos que muestran la historia de las ruinas. Hermes se decanta por la primera opción, sospecha de esos otros dioses mas desde aquella guerra con esas criaturas...

—¡Hermes, mira allí! justo sobre la arena oscurecida brilla una de esas figuras —el pálido dedo de Iris indica esa forma que ya conocen, sus ojos se centran en dos líneas oblicuas que convergen sobre una línea vertical. La forma en sí misma evoca el tridente de Poseidón.

—Es sin duda una runa, no obstante, los trazos provienen de un nacido entre los hijos de Diomedes.

—Significa entonces que nuestros siervos tendrán trabajo. Tal cuestión es preocupante si esos se hallan involucrados.

En efecto, todos con los que comparten su poder, aquellos que no solo ven como siervos sino también como hijos tienen una nueva causa.

—No hay otro remedio, no se nos permite interferir con ellos.

—Quedaré más tranquila si mis hijos o los tuyos, obtienen más poder de nuestra parte —susurra Iris como despedida acto seguido, coloca de nuevo la capucha sobre su cabeza y se va rauda.

Hermes se coloca la suya en cuanto la diosa se aleja lo suficiente, sabe que esta irá a donde Hera para informar de sus hallazgos. Él podría seguir el mismo camino con tal de descubrir las próximas órdenes que una dará a la otra, sin embargo, lo mejor será tener un encuentro con los dados y sus hijos.

En última instancia le hará una visita Apolo, solo si los dados le enseñan aquello que espera ver.

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Un día antes, Taberna del campanario.

De todos a los que Einar mirara a los ojos en este lugar, el hombre que se esconde debajo de la capucha resulta ser el más extraño. Los rojizos iris de él irradian presión, misma que acompaña a la visceral furia de un *berserker. Una vez la llama de la ira toca tu corazón, la mente queda en blanco y ya no existe nada más que el vencer. Conoce tal sensación porque pertenece a las filas de los berserkers, entrenó desde pequeño para volverse alguien digno de luchar junto al príncipe.

Cuando existían los Cinco Grandes Clanes y los que se subyugaban a estos, Einar solo era un niño que admiraba a su padre. Gustaba de sentarse cerca suya para escuchar sobre las batallas que libraran contra los otros reinos, mientras una nueva fiesta reinaba en la casa comunal. La emoción, las ansias de pronto beber la sangre de dragón e ir a la guerra con él lo instaba a entrenar para ello. Sería un hombre de confianza del hijo del jarl Rolo, viviría combates apasionantes que luego contar a sus futuros hijos con una buena mujer.

El Juego de la ConquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora