Hidra de Peroe
Tercer Feudo, Patio interior del hogar del Señor Feudal.
Los baños con la sangre del Señor Feudal, han tornado más rápida la recuperación de mi cuerpo. Tras la noche en que he hablado con mi hermano, este atardecer ha sido en que puedo salir de la habitación. Casi he suspirado de alivio por ello, incluso ignoro el dolor que todavía persiste en mi pierna. Evito apoyar el cuerpo en la elfa que, se supone, amo con todo mi corazón. La realidad es que, a veces, prefiero el silencio.
—Esposo mío —la elfa entrelaza su mano con la mía y atrae mi mirada —¿Extrañáis entrenar junto a vuestros compañeros?
Observo de reojo a los hombres que pertenecen a la escolta del Señor Feudal. Algunos disparan flechas a unos muñecos de madera, otros los golpean con lanzas o espadas.
Dejo que la nostalgia y el cariño de la sangre del elfo, se mezclen con mis emociones reales.
—No os mentiré, esposa mía. Extraño los lazos que se forjan, a través de la protección a nuestro señor y del cuidarnos las espaldas.
—Agradezco vuestra sinceridad, querido esposo y por ello sois el dueño de mi corazón.
Ignoro la necesidad de reír a carcajadas y le acaricio la barbilla. ¿Habrá algo más bajo esa dulzura? ¿Qué será necesario para sacar a relucir su lado oscuro? Mi mente divaga unos instantes, en los que paso el pulgar sobre el labio inferior de la elfa.
—Esposo mío, nuestro Señor Feudal se aproxima a nosotros —el rubor que adopta su piel azulada, me toma por sorpresa.
¿Es acaso una mujer recatada, cuyas perversos pensamientos prefiere ocultar a su marido? Será divertido comprobarlo.
Cuando el Señor Feudal se halla lo bastante cerca, rompo toda cercanía con la elfa oscura. Noto la desilusión en los ojos, que reemplaza por admiración cuando realizamos una inclinación juntos.
—Mi señor, ¿qué puede hacer por vos este humilde servidor?
Junto al Señor Feudal, uno de los escoltas me mira con seriedad. Advierto en sus pensamientos, la envidia que tiene hacia quien soy ahora. Todo debido al hecho de que pronto seré ascendido a capitán.
—Desde aquel ataque que os dejase en vuestro estado actual, un grupo de mis hombres han custodiado las afueras de la ciudad cercana. Dicen que pueden oírse gruñidos provenientes del bosque.
—¿Creéis que es la bestia de la que os hablé, mi señor?
El Señor Feudal le cede la palabra al elfo que antes me mirase, cuya rabia por la situación se nota en sus palabras.
—Una bestia como esa resulta ser un peligro, no solo para aquellos que custodian el hogar de nuestro señor. La ciudad de Serenetia puede sufrir un ataque pues, nada asegura que no hayan más.
El Señor Feudal pide que me arrodille para, acto seguido, colocar la mano llena de anillos sobre mi cabeza. Cuando estos comienzan a brillar, siento que mi espíritu gana fuerza.
—Vuestro ascenso tendrá que esperar, Téreniz, os necesito para cazar al peligro que acecha mis tierras.
El poder del Señor Feudal busca mezclarse con el mío, permito que lo haga y me levanto solo cuando lo ordena. Sé que la determinación brilla en mis ojos, como también sé que respuesta he de dar.
—Lucharé siempre a vuestro lado, mi señor. Mi espada y mi vida son suyas.
Si tuviese a mi hermano delante le abrazaría, tras felicitarle por la rapidez con la que ha conseguido a la quimera animalizada. Poco puede importar la muerte de esta, pues contribuye a la más divertida de las farsas.
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El Juego de la Conquista
FantasyArmica e Iska son dos continentes a los cuales separa el mar. El primero es todo un territorio de hielo, frío y de tormentas de nieve. El segundo es un paraíso de bosques, montañas y hermosas playas. Lo que comienza con dos musas que han sufrido un...