🗡️ Capítulo 6 🗡️

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Segundo Feudo de Peroe, Hogar del Señor Feudal.

Los elfos de sangre gustan de un arte poco escalofriante, simple pero con espacios naturales. Pese a que el continente donde vivimos sea frío, no quiere decir que el hábitat de todas las zonas sean terribles. Peroe, llamado así por algún ancestro de los elfos de sangre, es un clima frío pero soportable. Este resulta ser cálido la gran mayoría de veces.

Mantengo mi vista en lo que me rodea; el patio interior con una escultura de nieve, los árboles con finos cristales de hielo, aves acostumbradas al frío de plumas blancas, azules y ojos tan encantadores como piedras preciosas. El Señor Feudal de Oniria, nombre que adquiere por su dinastía dicho territorio, bebe en una magnífica taza. Los elfos oscuros artesanos aprovechan los cristales que dan los árboles de la región para crear. Una simple taza de madera, metal y porcelana puede convertirse en una obra de arte gracias a sus finas manos.

—Larga vida a nuestro Lord, ¿Tan magnánimo puede llegar a ser? —hay desconfianza en el tono del Señor Feudal. Asiento, sonrío, cuido de que esta sea agradable y no roce lo cruel.

El Lord Oscuro y mi hermano me enviaron con un plan en mente, siendo necesario para llevarlo a cabo mi presencia en este lugar. Los Feudos de Peroe se hallan estancados en el tiempo, sin jamás poder regresar a ese gran imperio que fueron una vez. Todos estos señores feudales velan por el poder, por mantener bajo control a su población esclava de elfos oscuros. Antaño, escuché del Lord, tal especie fue un gran imperio. Convivían en grata armonía con los elfos de sangre, mas eso cambió con Emeris Peroe; aquel conquistador nacido entre los elfos de sangre que libró una guerra contra los oscuros y se hizo con su territorio. Su dinastía perpetuó hasta nuestros días, dividió todo un territorio en muchos. Tengo entendido también que la desventaja mayor de los elfos oscuros es que necesitan la sangre de sus congéneres, y eso es una debilidad mortal. Aprendí con el tiempo que depender de otros puede matarte, yo hubiese preferido extinguirme antes que ser esclavo.

—El Lord recompensa a quien vele, por los intereses de Birka, por los intereses de sus quimeras —El Señor Feudal sonríe complacido, luego de mis palabras, tras unos momentos de reflexión.

—No puedo, sino agradecerle con lo mejor. Le daremos todo aquello que anhela, si nos consigue una victoria sobre el Primer Feudo.

Siempre habrá que bailar al son del juego de la conquista. Con reinos que caen, se levantan y feudos que priman sobre otros. Todo es solo un juego, donde el movimiento más premeditado triunfa.

—Paso a paso, te conseguiré lo que quieras. Aunque deberías empezar por matar a aquel que se oculta, ¿no lo crees, supuesto sirviente?

Lo que digo, deja atónito al Señor Feudal de Oniria. Se me escapa un bostezo, es lógico que el Primer Feudo o cualquier otro infiltraría espías en un sitio con una quimera tan poderosa de visita. Quieren ganarse mi favor, sobre todo el Primer Feudo, que a los ojos del Lord pierde terreno.

Unos cuantos bostezos dan lugar a que el efecto venenoso de mi aliento comience. El sirviente que estaba junto a la puerta, el cual sirvió una bebida al Señor Feudal de Oniria, cae inconsciente al suelo. Me levanto del asiento, pues he de llevar el cuerpo de este elfo oscuro.

—Comienza por investigar, con cautela, a cada sirviente y familiar que vive bajo tu ala. Nunca se sabe quién es capaz de apuñalarte por la espalda. Además…

No me permite terminar, pronuncia unas palabras que asumo son un hechizo. Acto seguido escupe una mezcla negruzca, cosa que seguro es el veneno que acabó de expulsar con magia.

—Incluso si tratan de envenenarme, no sería la primera vez. Han sido tantas veces que he perdido la cuenta, no obstante, mi magia expulsa todo.

Asiento mientras sonrío con mi verdadera sonrisa, la que posee sin duda tintes de crueldad. Este señor feudal es interesante, por ello, voy a ayudarle a ganar la guerra contra el Primer Feudo y el favor del Lord Oscuro. Veremos hasta dónde es capaz de llegar en el juego.


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Elpis

Hace unos siglos, cuando mi vida no se limitaba a esta celda, vivía en Iska. Allí se hallaba mi felicidad absoluta: Feme, mi adorada hija, siempre me hacía compañía. Suspiro debido a la nostalgia y la tristeza, admiro el mensaje tatuado en mi brazo. Mi hija se lo hizo junto a mí, lo lleva con orgullo en el brazo izquierdo. Imagino que todavía es un bebé, que la llevo en brazos. Veo sus primeros pasos, la primera vez que mostró sus poderes, cuando llegó a ser conocida como la personificación de los rumores, los cotilleos y la fama. Entonces viajo a las playas, corro por la arena mientras gozo de la calidez del sol con mi niña.

Solo cuando siento la humedad en mis mejillas, advierto que una tras otra las lágrimas caen. ¿Puedo permitirme llorar, lamentar mi destino actual? ¿Se me permite no sentir esperanza pese a lo irónico que sería? No lo sé, la cuestión es que no puedo estar más furiosa. Secuestrada de forma inesperada, mis poderes inutilizados con un veneno que desconozco; han sido unos siglos cautiva tras estos barrotes. Mis ojos arden un poco, la ira corre por mis venas, mas este arranque acaba tan veloz como inicia.

—¿Esto es lo que veré toda mi eternidad, una celda vacía y una ventana con apenas luz? —cuestiono en voz baja, niego con la cabeza.

—Cúlpate solo a ti por tu actual destino.

Al oír esa voz, me tenso y estremezco a partes iguales. Él, el Lord Oscuro, aquel que se cuela incluso en mis pesadillas. Levanto la cabeza y le fulmino con la mirada.

—De esto se trata, ¿no? Ver mi miseria, encontrarme tan rota que incluso mis pedazos sean irreconocibles. ¿Será una cuestión de tiempo?

El Lord me observa con burla.

—Así que hoy estamos filosóficos, dime una cosa, ¿Estoy de verdad aquí o solo es un sueño?

Se aproxima a mi celda, le sostengo la mirada pese a que la sangre corre por mi nariz. Esta vez su tortura es mental, trata de jugar con mis debilidades.

—Incluso si estás frente a mí, no me interesa. La tortura será igual de dolorosa.

Suelta una carcajada y aplaude.

—¡Perfecto! Me gusta tu respuesta, he aquí el premio.

Empiezo a sentir frío, aumenta tan rápido que cuando miro a mi alrededor todo se halla congelado. Cuesta no cerrar los ojos, no rendirse ante el sopor y la rigidez de mis huesos. Un corte tras otro en mi piel me obliga a morder los labios debido al dolor. Hasta que noto que no son cortes aleatorios.

—¡No, no, no! ¡Cualquier cosa, cualquier cosa menos eso! —libero la angustia que siento cuando cada letra de mi tatuaje se cubre de cortes.

Sin control, mis lágrimas corren en silencio. Lo único que puede hacer que no caiga en un profundo pozo de desesperación, mi conexión con mi amada hija.

—¡Te odio, realmente lo hago! ¡Juro por Horcos, que lograré salir de aquí y te destrozaré!

El Lord se ríe de mis amenazas, queda a mi altura solo para él mismo doblar uno de mis dedos rígidos del frío. Se alza complacido al notar su “trabajo bien hecho”

—Esos cortes se curarán con extrema lentitud. Eso que adorna tu brazo, dejarás de verlo un buen tiempo.

—¿Por qué, por qué hiciste algo como esto? —pregunto furiosa, él me observa como si me hubieran crecido dos cabezas. Ni siquiera responde, pues solo me da la espalda.

—Todos tienen algo que perder, nadie mantiene la esperanza por mucho. Tú, eres la diosa, la personificación de la misma y, sin embargo, te hundirás en la desesperanza.

Niego con la cabeza, jamás pasará eso que dice.

—Es solo cuestión de tiempo, con paciencia todo se puede lograr. Será divertido ver tu caída a la oscuridad —afirma con seguridad para luego desaparecer.

Mi cuerpo cae como una flor marchita al suelo mientras sollozo. Puede que tenga razón y eso me asusta, puesto que ahora no sé con seguridad si no estoy ya sumida en la oscuridad. Lo peor es que siento que he pronunciado a Horcos en vano, solo las Moiras saben si podré cumplir aquello que dije.

El Juego de la ConquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora