¿Podía darse el lujo de acercarse tan solo un poco más y darle un beso al abogado más implacable de Houston?
Solo había dos opciones...
Más bien, eran dos explicaciones... La primera era que, definitivamente estaba ebria para siquiera considerar besar a Tom, y la segunda era que... Su cerebro le decía que la segunda era... Pero mientras que su cerebro estaba en stand by, de entre la gente que bailaba en la pista, logró divisar una cabellera pelirroja.
—¿Esa es... Erin? —Musitó Celine observando por encima del hombro del rubio como su amiga estaba muy ocupada en besar a Dave.
Tom volteó hacia donde la castaña veía con la mandíbula desencajada.
—Tienen meses saliendo. —El parecía divertido con la situación. Algo de nueva cuenta, bastante extraño para ella.
Celine buscó con la mirada a Deena, y no la veía por ningún lado. Siguió bailando junto a Tom, mientras que sentía que su corazón volvía a la normalidad y agradecía mentalmente, por no haber intentando algo con el rubio.
—Ya es algo tarde —dijo de pronto—, creo que debo irme. —Consultó su reloj de pulsera comprobando la hora.
—Te acompaño. —Contestó haciendo un ademán para que ella se adelantara de camino a la mesa.
Tomó su bolso sintiéndose completamente vigilada por él. Sacó su celular, y se dio cuenta de un mensaje de texto, era Deena. Al parecer surgió una emergencia, la cual Celine dudaba mucho que existiera, y se había marchado. Después de ver como Erin, seguía en la ardua tarea de fundirse con el cuerpo de Dave, optó por ni siquiera despedirse. Aunque era algo raro, llegaron las tres juntas y ahora de pronto, todas se iban por separado.
Logró salir del atiborrado club, junto a Tom. Justo cuando ella iba a levantar la mano para pedir un taxi, el rubio la miró con una media sonrisa. Sexy y arrogante al mismo tiempo.
—Yo te llevo. No confío mucho en los taxis.
Celine, hubiese querido responder algo, pero por miedo a sonar como en sus años de colegio, optó por sonreír levemente y quedarse callada. Caminaron por la calle, y para sorpresa de Celine, seguía habiendo fila para entrar al club, y pareciera que fuera pleno día. Estaba lleno de autos y taxis que pasaban por ahí en espera de clientela.
Después dieron vuelta en la esquina, donde la calle estaba parcialmente iluminada, y sin tanto barullo. Estaba repleta de autos, Celine se detuvo junto a Tom, frente a un auto deportivo negro.
—¿Es tuyo? —Preguntó levemente impresionada, pero después se dio cuenta de que había hecho una pregunta bastante estúpida.
Era obvio que podía tener uno así y que fuera pagado con el dinero de papi.
—No, me lo robé —contestó, pero al ver la expresión de Celine sonrió—. Claro que es mío —y le abrió la puerta del pasajero. Ella se acomodó en el asiento y él cerró la puerta unos segundos después—. Muy bien —dijo encendiendo el auto—. ¿Dónde queda tu casa?
—Por la calle Anchor.
—Ponte el cinturón —pidió Tom mientras avanzaba por la calle—... A menos de que quieras escuchar el odioso bip que hace este auto cuando no lo llevas puesto. Te saca de quicio.
—Quizás sea una estrategia, te lo pones o terminas poniéndotelo. —La castaña ya se había puesto el cinturón y miraba de reojo a Tom. Sus manos sujetaban el volante y la palanca de cambios, con una presteza que era digna de admirar.
—Lo mismo pensé yo, pero no deja de ser molesto. Así que... ¿frecuentas el Busted?
—Para nada, Erin y Denna me invitaron. Es la primera vez que voy.
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Amor en manos enemigas.
CasualeImagínate que odias a un chico de tus años de colegio. Después, imagínate que ambos toman caminos separados. Ahora imagínate que después de tu divorcio... te enamoras de él. -En edición-