Para Celine, los días a veces pasaban lento, y otras veces, muy rápido. Justamente mientras etiquetaba un par de documentos, se percató de que ya eran seis meses desde su divorcio.
Seis meses en los que Denna se daba a la tarea de mantenerla con la mente ocupada. Ambas asistían a clases de yoga y cocina. A pesar de los intentos de su amiga por distraerla, la verdad era que el resto de su vida seguía igual.
El trabajo, a veces parecía tan aburrido. Últimamente se la pasaba mecanografiando actas y enviando correos casi todo el día.
En casa, podría decirse que todo iba bien, una que otra noche cenaba con sus padres, pero seguía sintiéndose sola. Si había aceptado ir a las famosas clases, fue por no hacer sentir mal a su amiga, pero en realidad pensaba que podía aprovechar esas horas que pasaba haciendo extrañas poses o mezclando ingredientes exóticos; en leer un buen libro o dormir un poco.
Pero cuando todo comenzaba a adquirir un nuevo sentido, justo entonces, volvía a saber de Greg. Una tarde mientras usaba el sanitario en el trabajo, escuchó una plática entre una de las empleadas de los juzgados; en la que se enteró que Greg ya compartía el mismo techo con Anna Sloper.
La noticia no le cayó nada bien. Mientras ella lloraba un par de noches a la semana, se sentía sola y deprimida, él estaba siguiendo con su vida, siendo feliz. Recordó con lágrimas en los ojos, como Greg aseguraba que lo sucedido con esa mujer solo era un error, un desliz sin importancia. Era más que evidente, que no. No compartes techo con un error, simplemente no.
Los días que le siguieron a la noticia, se había sentido tan cansada y perdida, que ese fin de semana, lo dedicaría a descansar. Lo único que encabezaba su lista por hacer era la lista de compras de la semana, lo cual no era nada fuera de lo normal. Aunque las palabras aburrida y rutina, aparecieron de inmediato en su cabeza, sabía bien que ella no tenía espíritu aventurero y estaba muy conforme con eso.
Así que ese sábado aburrido, mientras revisaba la correspondencia, su celular sonó. El número que aparecía en la pantalla, era desconocido. Lo miró un momento, indecisa. ¿Quién podría ser?
—¿Hola?— Contestó Celine
—Celine, hola... ¿cómo estás? —Preguntó una voz femenina.
—Mmm... ¿bien?
—¿No me reconoces? Soy yo, Erin.
—¡Por Dios! Hola, no reconocí el número en el celular. ¿Dónde estás?
—Tengo nuevo número, larga historia. Estoy a punto de tomar un avión a Houston, me quedaré ahí las próximas dos semanas. Muchísimo más tiempo del que estuve la última vez que nos vimos, y quería saber si quieres quedar para ir a comer.
—¡Claro! Me parece una excelente idea.
—Muy bien, entonces nos vemos más tarde en tu casa, ¡ponte guapa! —Erin colgó el auricular.
El fin de semana aburrido, se había ido oficialmente al caño.
Pasado mediodía, el timbre sonó repetidamente, la forma en la que tocaba Erin, y saltó del sofá. Abrió la puerta y un torbellino pelirrojo entró y la abrazó con fuerza.
—¡Celine! ¡Te extrañé tanto!
—¡Yo también! —Contestó ella medio asfixiada por el abrazo.
—¡Estás guapísima! —Exclamó Erin mirándola de arriba a abajo.
Quizás Erin se refería a que estaba más delgada.
—Gracias —contestó ella incrédula—, pero tú, te ves tan sofisticada.
Miró a la pelirroja de arriba abajo. Llevaba un abrigo color crema y debajo de éste, un vestido color verde botella. Los zapatos parecían salidos de alguna revista de moda y tenía recogido el pelirrojo cabello en un moño. Seguramente si Celine trataba de emular el peinado de su amiga, terminaría con el cabello castaño enredado por un montón de pasadores. Y ni siquiera pensar en el atuendo, nada de su closet era mínimamente parecido.
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Amor en manos enemigas.
RandomImagínate que odias a un chico de tus años de colegio. Después, imagínate que ambos toman caminos separados. Ahora imagínate que después de tu divorcio... te enamoras de él. -En edición-