Capitulo 36

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No supo que hora era cuando despertó, sabia que como mínimo había dormido una hora, además, por la ventana aun podía verse el cielo nocturno y los faroles encendidos.
Se levantó con suavidad de la cama, tratando de no despertar a Thomas aunque, al parecer nada podría hacerlo. Lucía cansado, pero tranquilo.


Se puso la camisola de Thomas y entró sigilosa al cuarto de baño. Le llamó la atención una mesita con perfumes y cosas femeninas. Por un momento sintió un pinchazo de decepción, entonces una cajita de color purpura llamó su atención. Esa cajita había estado con ella desde siempre. En ella guardaba sus joyas y de vez en cuando encontraba alguna foto en el fondo.

Observó con cuidado, cada una de los perfumes. Algunos eran de mujer, otros de hombre. Olió algunos, mientras extrañas corrientes eléctricas le recorrían la piel. En la ducha, había un par de productos que ella solía usar.

Respiró hondo. Tom había dejado todo como estaba, y eso sólo lo podía interpretar como que el rubio nunca perdió la fe en que ella se recuperara. Tragó saliva con dificultad, sentía mucha tristeza por lo ocurrido, porque para Tom debió ser muy difícil tener que ver sus cosas todos los días.

Salió de ahí, pero antes de que pudiera volver a recostarse,  por alguna extraña razón, su vista se fijó en las puertas del closet. Lo abrió, no sabiendo exactamente porque o que esperaba encontrar, y automáticamente el interior se iluminó, dejando ver la ropa colgada.


Curiosamente recordaba un suéter azul, al tomarlo hizo un espacio entre la ropa y pudo ver un enorme forro con el logo de una tienda de novias. Con delicadeza y echando vistazos hacia atrás, por si Tom se despertaba, sacó el forro, cerró el closet y salió de la habitación.

Una vez en la sala, se sentó cómodamente, como si fuese a leer su libro favorito y bajó el cierre. Con cuidado sacó el vestido y le observó con cariño. Miles de lágrimas comenzaron a aparecer ante sus ojos. Parpadeó, dejando caer el agua salada, y se fijó en el pequeño librero que estaba frente a ella. Eran sus libros.

Ese era su hogar, ese era el lugar correcto en el que tenía que estar.

Entonces un intenso dolor hizo que dejara caer el vestido y sus oídos pudieron escuchar el sonido de la tela chocando contra el suelo, su cabeza parecía estar a punto de estallar y ella cayó al suelo.

Miles de imágenes se posaron frente a sus ojos mientras ella seguía sujetándose la cabeza con ambas manos en el piso de la sala.

Vio a Greg,  recordó el divorcio, la vez que tropezó con Thomas,  los tragos en el club, la pantalla del cine diciendo "Te amo", y como Greg clavaba un cuchillo en su vientre y pudo experimentar de nuevo el vacío bajo su espalda.  El dolor se detuvo al igual que su cuerpo dejó de temblar. Se quedó echa un ovillo en el suelo, temblando y con lagrimas saliendo por montones de sus ojos.


Ahora lo recordaba, recordaba todo... pero por alguna extraña razón seguía llorando, hasta entonces reconocía el peso del dolor, de la capacidad que tenían las personas de hacer daño hasta niveles insospechados.


Maldijo una y mil veces a Greg por el tiempo perdido, porque pudo no haber despertado nunca. No podría estar con Tom, ni vivir su amor, no podría ver a sus padres ni tener a sus amigos. Y ese pensamiento la hizo que llorara aun más.


Trabajosamente se puso de pie y camino hacia el gran ventanal de la sala, pudo ver como el cielo comenzaba a perder su oscuridad y en el horizonte un pequeño rastro azul se dejaba ver, entonces supo que era tiempo.

Tiempo de aprovechar el tiempo.

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Bip, bip, bip.

Amor en manos enemigas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora