—Entonces... estaban en elevador y, ¿ahí te invitó a cenar? —Preguntó con una sonrisa traviesa en el rostro.
Era la cuarta vez que le contaba la historia a Deena pero al parecer su amiga estaba decidida a exprimirle el más mínimo detalle como si se tratara de una ávida detective. Extrañamente, aquella sensación de nerviosismo con calorcillo en las mejillas cuando recordaba lo sucedido, se había ido. A pesar de que aquella noche se acostó soñando con el nuevo Tom; el despertar fue muy doloroso. La realidad de las cosas parecía cobrar más importancia que nunca.
Para empezar, se estaba ilusionando demasiado rápido con algo inexistente. Algo que ni siquiera tenía pies ni cabeza. Se encontraron en un club, claro; a cualquiera le pasa. Habían cenado la otra noche, si era cierto, pero también daba la impresión de que a cualquiera que se hubiera topado Tom esa noche en el elevador, le habría invitado a cenar.
Quizás le estaba pasando eso que leyó una vez en una revista: "Cuando estás a dieta, todo te parece apetitoso. Cuando estás soltera, pasa igual."
—Sí —respondió sin mucho ánimo mientras que cortaba un par de zanahorias-. Cenamos y charlamos. Todo normal.
—Bueno, pero te preguntó si aún te estabas enamorada de Greg. —Su amiga la miraba con una ceja enarcada.
—Si la situación hubiera sido al revés, creo que yo habría preguntado lo mismo... —Respondió echando las zanahorias a la sartén caliente.—Bueno, dime: ¿por qué no le puedes gustar? —Deena se cruzó de brazos y la miró severamente.
—Porque no —esta vez echó unas rebanadas de champiñones a la sartén mientras fruncía los labios en una severa línea—. Porqué yo soy la chica que le recordaba a cada rato que era la copia barata de su padre. Además, parece como si se tratara de una especie de compensación, ya te lo había dicho.
—No creo, la verdad parece otra cosa. Si fuera una compensación, te habría no sé... enviado una tarjeta disculpándose o un cheque con un par de ceros, pero jamás se habría tomado tantas molestias.
Ahí estaba otra vez, ese sabor desazón en la boca. Todo era tan extraño, tan tremendamente extraño, que no importaba cuantas horas se dedicara a buscarle la respuesta coherente a las cosas, ésta simplemente no aparecía.
—Deena, de verdad, mejor cambiemos de tema.
El resto de la clase de cocina, se la pasó resoplando y con ganas de golpear a su amiga con el ablandador de carne. Como resultado, su plato quedó tan desabrido, que ni aun echándole todo el botecito de sal se hubiese podido arreglar.
Durante los días que siguieron, Celine evitó a toda costa encontrarse con Tom, y con bastante éxito, pero el sentimiento de decepción, continuaba. Incluso tenía una lista sobre su mesita de noche en la cual sobresalían una serie de defectos que hacían de Thomas Lynch, el sujeto más despreciable del planeta y con el cual jamás podría tener ni siquiera una amistad.
Sin embargo, debajo de todos esos calificativos como Superficial, Elitista y Arrogante, decía: "Eso ya no existe". Y cada vez que recordaba lo sucedido con Tom, esa frase se hacía más y más certera. El Thomas Lynch de antes, jamás de los jamases, hubiese cruzado media palabra amistosa con ella, aunque su vida dependiera de ello.
Esa tarde de viernes, mientras entraba al concesionario de autos, tenía el presentimiento de que no estaba siendo totalmente objetiva con esa compra. Primero fue y gastó una cantidad de dinero en ropa, se arregló el cabello, y hasta volvió a usar tacones. Ahora, cambiaba su auto de años, y solo porque desmerecía junto al deportivo de Tom.
Pero al mismo tiempo su conciencia le decía que no solo era eso. Por años estuvo ahorrando, por muchas razones: en caso de una enfermedad, en caso de que pudiera salir de vacaciones a alguna playa, por si ocurría un desperfecto en casa podría resolverlo con eso. Pero todo eso era un sacrificio, ella se sacrificaba para situaciones en un futuro y dejaba de vivir en el presente. Si algo odiaba de ella misma era esa mala costumbre de preocuparse demasiado por todo, hasta por cosas inexistentes.
Mientras firmaba el contrato de los pagos del auto, titubeo por un momento. El hábito de pensar que quizás ese dinero le haría falta más adelante, estaba demasiado arraigado. Entonces recordó esa noche en la que esperaba a que el valet le trajera su auto, había avanzado a grandes zancadas porque quería irse de ahí. Porque no importaba mucho si ella era también una abogada hecha y derecha, el éxito de vez en cuando se medía por las posesiones materiales que se adquirían y ella no estaba adquiriendo nada. Entonces tomó con decisión la pluma, se dijo a si misma: "yo puedo pagarlo", y firmó rápidamente.
La palabra arrepentimiento ni siquiera le cruzó por la mente mientras conducía el auto a casa. El olor a nuevo le inundaba las fosas nasales haciéndola sonreír. En lugar de doblar a la derecha en una intersección, y tomar el camino a casa, decidió dar un paseo por el centro. Además, el auto lo ameritaba.
El auto se movió suavemente a la izquierda y comenzó a adentrarse en el tráfico. Mientras llegaba a la avenida principal, comenzó a observar a su alrededor. De pronto era como si todo fuera perfecto, tenía mucho tiempo que no se sentía así.
Justo cuando llegaba a un semáforo, este cambió a rojo. Celine aplastó el pedal de freno, mientras que el auto reducía la velocidad hasta detenerse completamente. Aprovechó para subirle el volumen a la radio, una canción movida sonaba en esos momentos haciéndola tararear el coro a todo pulmón. Sin embargo al fondo escuchaba como un claxon sonaba persistentemente. Asustada miró hacia el frente y el semáforo aún no cambiaba a verde, bajó el volumen de la radio, y escuchó el claxon de nuevo, y cuando miró hacia la derecha era Tom quién la saludaba con una sonrisa.
Se quedó de piedra, incluso se sorprendió pensando en que debía respirar, un par de segundos después levantó su temblorosa mano a modo de saludo.
De pronto escuchó como ahora eran más cláxones los que sonaban y es que ahora el semáforo había cambiado y tanto Celine como Tom seguían parados. El rubio aceleró el auto mientras que las llantas rechinaban sobre el pavimento y se perdió rápidamente por la calle. Ella solo atinó a aplastar suavemente el pedal de la gasolina, y el auto avanzó rápidamente por la calle.
Menos mal que no significaba nada, porque en ese entonces estaba con el corazón latiéndole a mil. Esa extraña sensación la hizo tomar el retorno más próximo para volver a casa.
¿Qué habría pensado Tom cuando la vio? Que quizás era un auto prestado. Robado no, porque ella no era precisamente una forajida aventurera.
—¿Pero qué estupideces estoy pensando? —Dijo en voz alta mientras miraba por el retrovisor.
Pero entonces una cosquillita que se había despertó en su estómago, haciéndola sonreír. Al menos ya no pensaría que era una fracasada total. Quizás esa noche cuando cenaron él no lo dijo abiertamente, pero si que lo pensaba. "¿Cómo es que estás en una oficina, haciendo un trabajo que considero está muy por debajo de tu nivel?" —Preguntó el rubio aquella vez y la respuesta, seguía siendo dolorosa.
Para cuando llegó a casa, estaba resuelta a imprimir currículos, no tenía la cantidad exacta, pero estaba determinada a cambiar ese trabajo, para poder volver a sus raíces.
Era hora de avanzar, en todos los sentidos.
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Amor en manos enemigas.
RandomImagínate que odias a un chico de tus años de colegio. Después, imagínate que ambos toman caminos separados. Ahora imagínate que después de tu divorcio... te enamoras de él. -En edición-