Unos minutos después de que Tom se quitara la bolsa de guisantes del rostro, salieron de casa de los Schwartz, lejos de las miradas de los invitados. Tenía muchos sentimientos encontrados. Por una parte estaba muy avergonzada por el númerito y precisamente en el cumpleaños de Emilio. Ellos siempre la habían recibido con los brazos abiertos en su hogar y los consideraba su familia.
Después de todo lo sucedido con Greg, sabía que no lo conocía realmente; todos esos años solo había visto una parte. La parte que quizás todos mostramos al mundo, la más educada y complaciente. Pero esa tarde, después de todo el escándalo, Greg se había superado así mismo. Él no era de peleas, ni de gritos; sino todo lo contrario. Por esa misma razón, resultaba tan extraño verlo provocar a Tom y enzarzarse en una pelea a puños.
Muy dentro de ella, estaba agradecida con Tom por su boxística intervención. De momento no se le ocurría otra manera racional y civilizada para callar la ofensa de Greg, desgraciadamente, Tom se llevó la peor parte y definitivamente, era una de las cosas que no quería volver a ver en su vida.
Las palabras de Greg herían por considerarla tan poca cosa. Era verdad que tiempo atrás Tom la llamó cientos de veces una pobretona, pero el moreno la hizo sentir como una mujer barata. Como una cualquiera que se ofrece al mejor postor. Y ella no era nada de eso.
En esos precisos instantes conducía el deportivo del rubio, pero para su mala suerte, la transmisión manual no era su fuerte en lo absoluto.
—Fue una mala idea. —Dijo Tom después de hacer una mueca al escuchar como el motor se forzaba. Era la primera vez que abría la boca desde que se subieron al auto.
—¿Qué fue una mala idea?
—Dejarte conducir —respondió haciéndole señas para que se orillara—. Cada vez que metes tarde el cambio, me duele el estomago.
Hubiese querido objetar, pero era verdad. Se hizo a un lado, mientras que el auto lanzaba un chirrido y lo apagó. La calle estaba oscura y solitaria, ni un solo auto iba o venía. Intuyó que el hecho de que Tom no se moviera de su asiento, significaba que quería hablar. Pero el silencio comenzó a hacerse cada vez más insoportable, y el rubio no tomaba la iniciativa en nada, así que no tuvo más remedio.
—Tom, en verdad lo siento.
El rubio la miró solo un momento.
—Sólo necesitas practicar un poco.
—¿Practicar? —¿Practicar, qué?— No me refería al auto Tom, yo hablaba de lo que pasó.
—¡Ah, ya! Eso... Yo también necesito practicar un poco mi gancho derecho. —Tom casi sonrió al decir eso, pero el dolor le quitó toda la intención.
Celine miró los nudillos enrojecidos de la mano del rubio, y sintió un nudo en el estomago. En esos momentos se le ocurrían un par de cosas que bien podrían haber hecho mella en Greg, pero ya era demasiado tarde.
—¿Sabes que hay algo curioso en todo esto? —Tom la miraba fijamente— Siento mucha vergüenza por todo lo que te hice.
Celine bajó la cabeza un momento.
—Eso ya pasó...
Tom alcanzó el rostro de la castaña y lo levantó un par de centímetros, obligándola a mirarlo.
—Ni siquiera sé cómo pude ser tan imbécil. Me da miedo pensar que primero haya tenido que tratarte como la basura, para luego darme cuenta de que estaba enamorado de ti.
Ella lo miró un par de segundos, y dibujó una pequeña sonrisa en el rostro. En el fondo sabía que, esos insultos, estaban enterrados desde hacía tiempo atrás.
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Amor en manos enemigas.
AléatoireImagínate que odias a un chico de tus años de colegio. Después, imagínate que ambos toman caminos separados. Ahora imagínate que después de tu divorcio... te enamoras de él. -En edición-