Despertó demasiado temprano para ser una típica mañana de domingo. Se quedó contemplando como el cielo iba aclarándose solo un poco, hasta darse cuenta de las espesas nubles negras que cubrían la mayor parte de la vista. Tenía mucho tiempo que no despertaba y se sentía tan tranquila. Quizás eso mismo sintió Tom, y vaya que era una sensación embriagadora.
Después de tomar un café, en la soledad de su cocina, decidió poner al día a sus amigas sobre su nuevo trabajo. Comenzó enviándole a Erin un extenso correo electrónico, imaginándose cuál sería su reacción. Hubiese querido extenderse más, para contarle la versión larga de que Tom la había invitado a cenar a La Croix, y la propuesta de trabajo con tacos incluidos. Pero optó por ser lo más práctica posible y se ahorró los detalles. En el caso de Denna, prefirió llamarle para ir a desayunar. Por primera vez, la costumbre de los Schwartz de no hacer absolutamente nada en domingo, le parecía totalmente razonable.
Una hora más tarde, la castaña sonrió al ver como la lluvia comenzaba a caer en finas gotas, empapando las calles y a la gente que caminaba por ellas. Estaba con Denna, en una mesa de la cafetería Ronald's, que quedaba justamente en la ventana.
Mientras Denna se metía un panqueque en la boca, Celine aprovechó y le dio el resumen, casi idéntico al que le escribió a Erin, sobre su nuevo empleo en la fundación.
—No lo puedo creer. —Dijo al cabo.
—¿Tú crees que hice mal en aceptar el trabajo?
—¡Ay por favor! Me hubieras preguntado eso antes, ya es algo tarde para arrepentimientos. Pero, lo que me intriga es, ¿por qué aceptaste?
—Porque tuvimos una conversación en mi casa...
—¿¡Estuvo en tu casa?!
—Baja la voz —pidió Celine inclinándose hacia enfrente—. Sí, estuvo en mi sala solamente, no te emociones. Y me ofreció empleo en la fundación de su padre. Quita esa cara Deena. —Agregó al verla sonreír.
—Estás de acuerdo que se pueden hacer muchas cosas en la sala, ¿verdad? —Sugirió en un tono travieso— Suena a que te quiere cerca.
—Él no trabaja en la fundación. —Aclaró de mal modo.
Deena se bebió un poco de su café y la miró escéptica.
—No necesita trabajar en el mismo lugar para estar cerca de ti. Como es el retoño de Louis Lynch y su madre es la directora de la fundación, debe de tener a un par de empleados de confianza que le dirán santo y seña de lo que haces.
—Estás loca, Denna. Ya sabía que lo estabas, pero nunca te había visto a tal nivel. —Su amiga parecía tener uno de esos ataques de felicidad en los que casi le salía confeti por las orejas.
—Como te decía —la ignoró olímpicamente—, con el pretexto de darse una vuelta por la fundación, sin levantar sospechas, llegará y te saludará y así hasta que puedan hacer algo sucio en tu escritorio.
La cara de Celine enrojeció de golpe.
—Deja de decir sandeces.
—¿Ahora digo sandeces? No seas tímida conmigo. Acéptalo, es el chico malo que todas quisiéramos tener —la miró con suficiencia mientras que la castaña movió la cabeza con enfado—. Entonces... ¿por qué aceptaste?
—Era una buena oportunidad.
—¿En qué sentido? ¿El sueldo es mejor? ¿El horario es más flexible?
—El día de mañana se verá muy bien en mi currículo.
—¿Qué te dijo Erin? —Preguntó cruzándose de brazos— Supongo que ya se lo contaste.
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Amor en manos enemigas.
De TodoImagínate que odias a un chico de tus años de colegio. Después, imagínate que ambos toman caminos separados. Ahora imagínate que después de tu divorcio... te enamoras de él. -En edición-