Se movió incómoda en la cama. Abrió los ojos lentamente, esperando que aún estuviera oscuro, pero nada de eso. Por las ventanas se podía apreciar la luz débil del amanecer. Debían ser las siete o quizás más tarde, y con el clima tan frío, como lo era siempre en diciembre; lo único que quería, era acurrucarse al lado del rubio y olvidarse de que tenía que ir a trabajar.
Tom a su lado, todavía dormía. Observó como el pecho del rubio, subía y descendía en perfecta armonía. Sonrío al pensar que tenía el resto de una vida para observarlo a detalle... y estaba segura que no se cansaría de hacerlo. Entonces un pequeño destello en el techo, captó su atención. Era una pequeña lucecita verde de su celular que estaba sobre la mesita de noche, lo que indicaba que tenía un mensaje de texto, sin leer.
Era un mensaje de Dave, que decía:
"Te escribe el flamante padre de un varón. Nació esta madrugada. Erin está perfectamente. No es presión, pero creo que tienen que ponerse manos a la obra con una niña, ¿de acuerdo? ¿Los veo más tarde?"
Se contuvo de soltar un grito de emoción. No era la manera más adecuada de despertar al rubio, ni a nadie, si lo pensaba bien.
—Tom... son las siete y veinte. —Dijo cerca del oído del rubio.
Un leve gruñido llegó como respuesta. Pero Celine no se dio por vencida, tenían que ponerse en movimiento si querían ir al hospital y llegar a sus respectivos trabajos, a tiempo.
Celine le dio un suave apretón en el brazo, mientras le besaba la mejilla.
—¿Qué pasa? —Habló Tom, con voz ronca y los ojos aún cerrados.
—Dave me envío un mensaje... ya nació el bebé y quisiera ir a verlos antes del trabajo.
Tom se incorporó lentamente, la emoción en la voz de Celine, era imposible de ignorar.
—Me daré una ducha —dijo dando un gran bostezo—, sólo dame cinco minutos.
—Yo voy primero... eso te dará otros diez minutos y además prepararé café.
Cómo respuesta, Tom se dejó caer sobre la almohada, mientras que Celine saltaba de la cama.
Después de bañarse y vestirse en tiempo record, la castaña fue directa a la cocina a preparar café y unas tostadas, mientras Tom, entraba en el vaporoso cuarto de baño. Una hora y un enorme arreglo con globos, flores y bombones después, finalmente llegaron al hospital. Disponían de escasos veinte minutos, y Celine estaba segura que tendría que manejar como poseída, si quería llegar a tiempo. Ni siquiera podría llegar a comprar un par de panqués a modo de disculpa, no había mucho tiempo.
Pero todo aquello se disipó, cuando los ojos de Celine vieron al bultito pequeñito que descansaba en los brazos de madre. La pelirroja, lucía radiante, despeinada, pero radiante. Por su parte, Dave, estaba al lado, contemplando la imagen de su primogénito, quién llevaría por nombre Ryan.
—Oh Erin, es un bebé hermoso. —Celine observó como el bebé dormía. Llevaba puesto un gorrito amarillo y envuelto en una mantita blanca.
—¿Quieres cargarlo un momento?
La castaña asintió con emoción y cuando lo sostuvo entre sus brazos, supo que no había más felicidad que esa, ver a una pequeña personita que era toda inocencia, toda ternura y que dependía enteramente de ti. Un hijo es un compañero, un cómplice para toda la vida.
Dave, observó la escena, mientras Tom le daba un par de fuertes palmadas en la espalda.
—Lo lograron —Tom le sonrío a su amigo—. Son una familia ahora. ¿Y tú madre? —Inquirió al caer en cuenta, que eran los únicos en la habitación— ¿Y los Schwartz?
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Amor en manos enemigas.
AléatoireImagínate que odias a un chico de tus años de colegio. Después, imagínate que ambos toman caminos separados. Ahora imagínate que después de tu divorcio... te enamoras de él. -En edición-