Capitulo 19

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—¿Y bien? ¿Qué te parece? —Preguntó Dave mientras se acomodaba en su silla frente a Erin.

Estaban en el patio trasero de un restaurante francés en las afueras de la ciudad. Fue el mismo restaurante en el que cenaron por primera vez, después de que trabajaran juntos en Chicago. Dave pensaba que el mejor lugar para proponerle matrimonio a Erin, era ése. El primer testigo y cómplice silencioso, era ese lugar y esa precisa mesa.

—Muy lindo —Erin observó lo poco iluminado del lugar y pareciera que hubiera luciérnagas rodeándolos con las pequeñas luces de alrededor-. No recuerdo que estuviera así la vez que vinimos. Además estaba lleno de gente.

—No —coincidió Dave con una sonrisa, el mesero, a espaldas de Erin, le estaba levantando el pulgar en señal de ánimo. El moreno tenía reservado todo el patio solo para ellos—, ni yo.

A Erin le extrañó mucho que Dave se sentara frente a ella, cuando por lo general se sentaban juntos. Lo único bueno es que por fin ya no sentía tantas nauseas. Internamente rogaba porque el síntoma no apareciera una vez que ordenaran. Aunque de igual forma, llevaba en el bolso la ecografía a modo de justificante.

—¿Recuerdas cuando vinimos aquí? —Preguntó el moreno con una extraña sonrisa.

Recordaba a la perfección el por qué había llegado a ese restaurante. Era una tarde, después de que ambos tomaran un vuelo de Chicago a Houston. Lo más normal era que al llegar se despidieran, pero el moreno fue más allá y se atrevió a invitarla a  cenar. Para mayor sorpresa, Erin aceptó sin mucho problema. Dave lo vio como una buena señal, pero lo que no sabía era que la pelirroja estaba hambrienta.

—Sí, te hiciste el pesado toda la noche. —Respondió resuelta.

—¿Yo? —Parpadeó incrédulo— ¿Cómo?

—¿Ahora sufres de amnesia? —Erin soltó una risita— Estuviste alabándote solo y hablando de esa banda que querías ir a ver. ¿Cómo se llaman? ¿Them...?

—Them Crooked Vultures. —Dave sonrió.

—Them Crooked Vultures —repitió—. Todo un rebelde. —La pelirroja le hizo un guiño que le sacó una carcajada al moreno.

—¿Eso fue lo que te gustó de mí?

—Admito que quizás también ese par de tatuajes que tienes en el hombro. ¿Y tú? ¿Qué viste en mí?

—Todo. Desde esos brillantes ojos que tienes, hasta ese carácter de sargento mal pagado que a veces te cargas.

Erin hizo una mueca de desdén, que le plantó una sonrisa de suficiencia a Dave mientras, les servía unas copas de champagne. Erin miró un momento asustada a Dave y después al mesero.

—¿Podría traerme mejor un agua mineral?

—¿Sigues sintiéndote mal? —Preguntó Dave alcanzando su mano sobre la mesa.

—Sí, de hecho no puedo beber nada de alcohol.

El mesero sonrío complaciente y justo retiraba la copa que había servido para la pelirroja, cuando Dave le hizo un gesto para que la dejara. Probablemente necesitaría esa copa para no sentirse tan nervioso.

—Estamos a un par de días separarnos —comentó Dave, ganándose una mirada de extrañeza por parte de la pelirroja—. Yo no podré ir a Chicago hasta dentro de dos semanas.

Erin simplemente  tragó saliva con dificultad. Lo que decía el moreno, era verdad. No se verían dentro de dos semanas y... era mejor decirle de una vez lo que estaba sucediendo. Tenía el extraño presentimiento de que en esas dos semanas Dave se lo pensaría mejor y la dejaría. Primero se volvería el señor ocupado, después no le contestaría las llamadas ni los mensajes, y así se desprendería de ella.

Amor en manos enemigas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora