Rita, la secretaria de Tom en la firma, tenía estrictamente prohibido pasarle llamadas, mientras él estuviera con algún cliente. Si realmente era una emergencia, seguramente le llamarían a su celular y ese número lo tenían muy pocas personas, así que interrumpir quedaba descartado. Pero la voz angustiada de la mujer que estaba del otro lado del teléfono, le remordía la conciencia. Hablaba atropelladamente y en el fondo, podía escuchar un par de sirenas de la policía o de la ambulancia; era difícil decirlo.
Caminó con paso firme, y tomó aire antes de dar tres toques anunciando su llegada. Escuchó un apagado adelante, y abrió la puerta.
—Señor Lynch, tengo una llamada de Anna Slopper para usted.
—¿Slopper? Dile que estoy ocupado. —Por la sonrisa forzada que exhibía su jefe, supo que más tarde estaría en problemas. El hombre que estaba sentado frente al rubio, la miró un momento y después volvió la vista al frente, visiblemente disgustado por la interrupción.
—Señor —al insistir, se estaba ganando una reprimenda de la buena o ser despedida, ya se enteraría más tarde—, la policía está con ella y se escucha muy afectada.
Cómo último recurso y aprovechando que el cliente no la miraba en esos momentos, Rita hizo una cara de angustia. Tom, apretó los labios, y lanzó un bufido.—Está bien. Transfiere la llamada.
Rita cerró la puerta, con alivio.—Diga.
—¿Thomas?
—Sí, él habla. De una vez te digo que Ashford no está aquí y estoy...
—No hay tiempo para tus tonterías —lo cortó Anna—. Greg, va tras Celine.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—Se puso como loco esta mañana. Destrozo el apartamento, me golpeó... dijo que iría tras Celine. La policía está aquí y están tratando de localizarla, pero en el despacho dijeron que estaba en su hora de comida.
La sangre abandonó el rostro de Thomas. Todo se estaba volviendo borroso y con aire afectado, dejó caer el teléfono.
—¿Qué sucede? —El hombre lo miró preocupado.
—Me tengo que ir Señor Corliss. De verdad, discúlpeme. Surgió una emergencia.
Sacó sus llaves del cajón y salió corriendo. Pasó a un lado de Rita, como rayo, y tropezó con un par de gente en su camino a la salida.
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Los ojos azules, tenían un brillo inusual. Como si estuvieran congelados, pero aún conservaran una pequeña chispa de vida.
Celine los miró unos segundos creyendo fervientemente de que, en un instante, todo se detendría.
Recordó tantas cosas, pequeñas e insignificantes, que de momento no tenían ningún sentido. Ante sus pupilas, se amontonaron instantes que pensó que ya había olvidado y otros más recientes, como la sonrisa de Tom esa mañana que se despidieron, para después irse al trabajo.
¿Volvería a verlo?
Pero justo entonces, la mano de Greg, que sujetaba su cuello con fuerza, se relajó. Y ese ardor en la garganta, fue reemplazado por un dolor punzante. Incrédula, bajó el rostro y vio una daga clavada en su vientre. La herida no tardó mucho en comenzar a sangrar.Levantó la vista, sólo para encontrarse con la mirada perdida de Greg. Las piernas le temblaban, pero sabía que tenía que pedir ayuda. Se tambaleó hacia enfrente y en su intento por sujetarse de algo, tomó el brazo de Greg, justo entonces sus piernas ya no le respondieron y su cuerpo cedió al abandono.
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Amor en manos enemigas.
De TodoImagínate que odias a un chico de tus años de colegio. Después, imagínate que ambos toman caminos separados. Ahora imagínate que después de tu divorcio... te enamoras de él. -En edición-