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Michael

Estaba exhausto. Tenía ya a las quince chicas que me habían gustado de las cien de hoy.

Sí no fuera poco, debo confesar que mínimo de me paró unas 10 veces en el día. Habían tantas chicas que quería tirarme, pero todas parecían ser unas putas. Tenía que encontrar a ese rostro tímido y salvaje. Aunque debo confesar que todas tenían un cuerpo para morir. Mierda, necesito follar, ya. 

- Nos vemos luego -le dije a los chicos y me levanté para salir por la puerta trasera. Estaba tan caliente que me tiraría a la primera chica que viera.

Tenía ganas de una morena con lindos labios y unas grandes tetas. Eso sonaba un poco difícil, pero no lo sería tanto sabiendo quién soy.

Me puse mis lentes de sol aunque fuera de noche, hace años descubrí que eso incrementaba el misterio en las chicas. Aunque para Luke me veía como un idiota. Claro, él no batalla para conseguir chicas. Caminé hacia el bar que estaba cruzando la calle y pedí un poco de whisky con hielo. Vi hacia un lado y me encontré con una rubia. Buenas tetas, pero una cara no muy agradable. Meh.

Le di la espalda y comencé a mirar a las chicas sin que se dieran cuenta. Quería algo bueno, algo que valiera la pena. Entonces me encontré con una morocha de cabello rizado con una sonrisa muy sensual. Pero alerta novio.

Mala experiencia, jamás vayan con chicas que tienen novio. Miré a la esquina y vi a una chica con el cabello largo. Mierda, su cuerpo era radiante. Le trenzaría el cabello y tiraría de él mientras la follo por atrás y escuchó sus gritos de placer y dolor.

Ella me miró a lo lejos y yo hice una media sonrisa. Las chicas eran las que hacían el primer movimiento. Si daban el primer movimiento era entrada libre para mí. Me quité mis gafas y las coloqué dentro de mi chaqueta. Ella caminó a mi lado y se recargó en la barra. Bebí lo último de mi vaso y lo puse en la mesa.

- Que sean dos más -le dije al barman.

-Soy Heidy -me saludó.

Pusieron los tragos sobre la barra.

-Clifford -le dije y acerqué su vaso-. Por ti -lo alcé.

-Sé quién eres -se acercó más a mí y sin alejar su mirada, se tomó su trago.

- ¿Ah, sí? -alcé mis cejas-. ¿Y qué sabes de mí?

-Sé que te gusta jugar como a mí -mordió su labio inferior y sentía cómo la sangre llegaba a mi entrepierna.

- ¿Entonces piensas que lo mío son juegos? -puso el vaso entre sus labios y delineó la orilla de éste con su lengua. Mierda.

-Pienso que hay cosas que te gustan más -le susurré al oído-. Como tener un juguete.

- Mis juguetes son un poco... Especiales -ella se acercó a mí y comenzó a bajar su mano.

-¿Qué tan especiales? -me preguntó mordiendo su labio inferior.

- Quizá... Puedas acompañarme un par calles para allá y puedo mostrártelos yo mismo -le guiñé él ojo.

-Me encantaría -admitió la linda castaña.

- Excelente -bebí lo que restaba del vaso. Dejé unos billetes en la barra y comencé a caminar fuera del lugar para pedir un taxi y llevarla a mi cama.

Ella se veía muy segura de sí misma. Pobre. Lo que no se esperaba. El taxi aparco frente a nosotros y fue cuando la empujé a ella hacia adentro.

-A Westwood -le dije al piloto y cerré la puerta. Tomé el rostro de la chica y comencé a besarla.

Ella metió rápidamente su mano a mi pantalón y tomó mi polla. Esta chica era rápido. Comencé a acariciarla con sus dedos, hacía que una descarga eléctrica recorriera mi interior. Puse mi mano en sus piernas y las acariciaba. Manoseaba mi miembro demasiado y eso hacía que me pusiera duro. Llegaría a casa duro. Duro y listo para penetrarla con fuerza. Ella mordió mi labio y tiró de él. Puse mis manos sobre sus pechos, eran tan fijos y redondos. Comenzó a chillar un poco y eso hizo que me calentara más, incluso cuando su mano comenzó a calentar mi miembro. 

Luces, cámara, acción » m.c.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora