CAPÍTULO 18

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Capítulo 18

La mañana del día siguiente, la pareja se despertó bastante temprano para tomar el helicóptero de regreso a Roma. Irina se encontraba nerviosa y no podía evitar no querer soltar la mano de Vladimir, quería sentir su piel lo más posible por las pocas horas que les quedaban juntos.

El helicóptero aterrizó a las siete con algunos minutos de la mañana en Roma, y Boris ya los estaba esperando en el helipuerto para llevarlos al aeropuerto donde el jet privado de Vladimir estaba esperando.

A medida que se acercaban al aeropuerto, la melancolía y la tristeza embargaban a la pareja, pues las últimas semanas prácticamente habían vivido juntos y alejarse sería doloroso para ambos, pero lamentablemente Vladimir no podía quedarse y abandonar la empresa que con tanto empeño y esfuerzo había hecho crecer, e Irina no podía simplemente irse de su país natal con un hombre que había conocido en poco menos de dos meses, sin saber que le depararía en un país extranjero, sin saber si quiera el idioma.

Boris era quien conducía el auto y, como siempre, llevaba una expresión neutra, a pesar de que su mente estuviese en otro lado, o más bien, con otra persona.

Llegaron al aeropuerto en corto tiempo y, contrario a lo que Irina pensaba, el auto siguió directo hacia la pista de aterrizaje, dejando ver, al fondo, un jet privado en color blanco con unas palabras en azul turquesa en los costados.

Ivanov Enterprises..

El primero en bajar del auto fue Vladimir, quién le tendió la mano a Irina para ayudarla a bajar. Rápidamente unos empleados que se encontraban esperando a Vladimir, se dispusieron a bajar las maletas de la cajuela del auto para llevarlas directo al jet.

Fue inevitable para Irina no enterrar su rostro en el pecho de Vladimir, mientras rodeaba su fuerte cuerpo con sus delgados brazos. Vladimir no se quedó atrás y rodeó la pequeña cintura de Irina con sus brazos, pegándola más a su cuerpo, para luego dejar un beso en su cabellera.

—Tengo que presentarte a alguien— susurró Vladimir con voz profunda y ronca, acompañada de su encantador acento ruso, a la altura del oído de Irina.

—¿A quién?— preguntó Irina alejándose un poco de Vladimir, para mirarlo directo a los ojos.

—Él es Jonás— señaló a alguien detrás de ella, Irina se dio la vuelta totalmente curiosa por saber de quién hablaba, y cuando lo hizo, descubrió a un hombre cuarentón, de rostro serio y mirada grisácea, llevaba puesto un traje de color negro y de una de sus orejas salía un auricular transparente— el será tu guardaespaldas de ahora en adelante, será el encargado de cuidarte mientras no estoy.

El hombre le dio un asentimiento en forma de saludo, e Irina se lo devolvió, para luego volver a mirar a Vladimir directo a los ojos.

—¿Y como para qué necesito un guardaespaldas?— preguntó cruzándose de brazos— puedo cuidarme bien sola.

Vladimir solo se dedicó a mirarla seriamente, para luego llevar una mano de sus mano a su mejilla, y la otra hacia uno de sus hombros para acariciarla.

—Es necesario— le dijo en un tono calmo— en Rusia soy un empresario muy importante, he tenido meses en los que no he parado de salir en revistas en mi país natal, aquí no me acosan porque hay más celebridades, diseñadores, modelos, entre otros. Pero no dudes de que alguno de nuestros encuentros en restaurantes haya sido noticia en Rusia, la prensa es capaz de todo con tal de obtener primicias. Quiero que estés bien...— hizo una corta pausa—...И когда я скажу, что ты моя жена, найди кого-нибудь, кто поможет тебе разобраться с папарацци, пока меня нет, любимый.

Bajo Los Encantos Del RusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora