CAPÍTULO 13

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Capítulo 13

Irina se había quedado en shock tras escuchar las palabras del hombre que tenía al lado, no podía dejar de mirar lo tensó que se encontraba, y su expresión seria se hallaba un tanto contraída, como si el simple hecho de recordar le doliera, sus ojos eran una tormenta tan fuerte que al mirarlos hizo que su corazón comenzara a latir con fiereza sobre su pecho, impidiéndose a sí misma seguir preguntándole sobre su vida por el momento, al ver lo doloroso que era para él hablar de su pasado.

—Lo-lo siento, no-no debí preguntar— se lamentó arrepentida, los turbios ojos de Vladimir se posaron en ella y se sintió mal consigo misma al ver el sufrimiento en ellos.

—No te preocupes, no sabías— susurró él con voz trémula.

Ella no pudo responder, pues el auto se detuvo delante de su casa y Boris se había bajado del vehículo para abrirle la puerta, le dio una última mirada avergonzada a Vladimir antes de intentar bajar del auto, siendo retenida por él.

Vladimir le tomó de la mano con suavidad y la llevó a sus labios, dejando un lento y tibio beso en sus nudillos, que le sacó un suspiro a Irina.

>>—No te sientas mal, simplemente es un tema difícil para mí— murmuró el hombre acariciando su mano, Irina intentó sonreír, pero en sus labios solo se formó una mueca.

—Es que no debí preguntar, quiero que me disculpes— susurró ella.

—No pasa nada— murmuró Vladimir, para después dejar otro beso en sus nudillos— ahora ve.

Ella lo miró por unos segundos más, antes de salir de vehículo, caminó el corto camino de piedras que la separaba de la puerta de su casa, y volteó a mirar el auto que seguía allí una vez más antes de entrar.

Lo primero que vió fue a su madre, quién se encontraba tomando una taza de té sentada en uno de los sofás, llevaba un vestido cóctel de color azul, unos tacones beige, y su cabello sedoso y bien cuidado se encontraba recogido de manera elegante.

—¿Ya te pagaron?— preguntó la mujer sin mirarla, con la vista fija en la ventana.

Irina hizo memoria y recordó que ese era el día treinta del mes y que, efectivamente, ese era el día de su paga.

—Supongo que ya me depositaron en el banco— le contestó la muchacha, estaba dispuesta a irse hacia cocina pero el sonido de la voz de su madre la detuvo.

—Excelente— dijo la mujer, cuando Irina pensó que ya no tendría nada más que decir, la escuchó hablar nuevamente— el gas, la luz y el agua de la casa no se pagan solos.

Irina sintió sus manos temblar del coraje, no podía entender como una persona podía llegar a ser tan frívola y materialista. Alzando el mentón se giró y miró a su madre directamente a los ojos con profundidad.

—Eso te digo a ti madre— susurró con seriedad— el próximo fin de semana me mudo a otro lado y tendrás que ocuparte de tus gastos y de los gastos de esta casa, ya que como dices, estos no se pagan solos, yo te pondré algo de dinero cada mes, pero tendrás que trabajar para pagar tus gustos.

—No puedes...— la mujer intentó hablar, pero Irina la interrumpió.

—Por supuesto que puedo, no sufres de ninguna enfermedad, no eres convaleciente de nada, tu cuerpo está en perfecto estado y tus manos también— murmuró— es hora de que les des un buen uso, eres una mujer estudiada, supongo que encontrarás un buen trabajo, madre.

El rostro de la mujer estaba algo pálido y sus ojos estaban fúricos, Irina la ignoró y entró a la cocina, caminó directo hacia la nevera y al abrirla soltó un suspiro al ver solamente frutas.

Bajo Los Encantos Del RusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora