CAPÍTULO 43

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Capítulo 43

Irina había perdido la cuenta de todas las veces que se había probado su vestido de novia, a veces el pensamiento de que hubiese sido mejor comprar uno ya confeccionado cruzaba por su cabeza, y se sentía mal, porque si ella estaba cansada, no podía imaginar cómo estaban las personas que estaban trabajando en él.

—Esta será la última prueba— le dijo la modista al ver la cara de cansancio de Irina. La muchacha se encontraba sobre un mueble cilíndrico, detrás de ella había unos sofás blancos, donde estaban sentadas Pia y Jenia hablando animadamente, mientras miraban como le quedaba el vestido, aprobando todo con sonrisas y miradas, habían reservado una sala completa solo para ellas, así que se encontraban cómodas y en total libertad de expresarse. Mientras que, delante de Irina, la pared completa estaba forrada de espejos, dándole así la oportunidad de verse completa.

Dejó de mirar a sus amigas, y fijó su mirada en el espejo, mirando su reflejo de arriba, hacia abajo. Le encantaba lo que veían sus ojos, el vestido, de encaje, tul y una hermosa tela de seda fresca, se amoldaba a su cuerpo de manera perfecta. El encaje que cubría su torso y pecho era hermoso y delicado, las piedras tejidas a mano incrustadas en la tela la hacían resplandecer, y dándole un toque sexy estaban los finos tirantes que este poseía y el discreto escote en uve.

Una tela de seda mate bajaba desde su cintura hasta sus pies, tomando la forma de sus caderas, y por último, un fino tul sobre este le daba el toque final.

>> —El pelo debe ir recogido— indicó el modista— tengo entendido que caminaras hacia el altar con los pies descalzos.

Una sonrisa se dibujó en los labios de Irina.

—Así será— respondió, e inconscientemente, los dedos de sus pies se movieron al imaginar la fría arena de la playa entre sus dedos.

—Bien, ya puedes ir a quitarte el vestido— prosiguió la modista— lo empacaremos y lo enviaremos a tu casa dentro de unas horas.

Irina, sin perder tiempo, se bajó del mueble con ayuda de la modista, y se encaminó hacia el vestidor, donde con delicadeza, retiró el vestido de su cuerpo, para luego ponerse la ropa que llevaba anteriormente, que constaba de un jeans, unas botas de tacón grueso en color negro, y un suéter del mismo color.

Cuando terminó de vestirse, salió del vestidor con el vestido de novia en manos, y cuando se lo entregó a uno de los asistentes de la modista, caminó hacia sus amigas que ya se encontraban esperándola con carteras en manos.

—¿Hacia dónde iremos ahora? — preguntó Irina, tomando su bolso y caminando junto a las chicas hacia la puerta de salida del salón— estoy hambrienta.

—He reservado en un restaurante— se apresuró en decir Jenia— es un puesto latino, así que podremos comer comida diferente.

—Muero por comer tacos— dijo Irina relamiéndose los labios— ojalá y haya allí.

Al escucharla, Pia frunció el ceño, apretándolos labios, mientras que sus ojos no perdían de vista a Irina.

Las mujeres salieron de la tienda de vestidos, y sin perder tiempo ingresaron al auto de Jenia, para luego emprender camino hacia el lugar de comida. El viaje no fue largo, así que menos de diez minutos después, Jenia se entraba estacionando el auto en uno de los lugares vacíos del estacionamiento.

Cuando entraron al local, de inmediato se sintieron cómodas con el ambiente y la alegría que había en este, las personas hablando en diferentes idiomas, la música latina, y la calidez del lugar las hicieron sentir en casa, y sin perder tiempo, luego de verificar su reserva, las mujeres ocuparon una mesa dentro del local, pegada al ventanal y con vista hacia la autopista principal.

Bajo Los Encantos Del RusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora