Capítulo 37
Irina se había quedado mirando al hombre con el ceño fruncido, y con miles de incógnitas comenzando a formularse en su cabeza, podía esperar cualquier cosa, pero no que alguien fuera buscándola para hablar de la mujer que la había maltratado sin un ápice de arrepentimiento
El ambiente en la oficina se había vuelto pesado, lo primero que ella hizo fue mirar a Vladimir buscando una respuesta, a lo que este solo pudo encogerse de hombros.
—¿De parte de mi madre? — preguntó, mirando al hombre mayor directo a los ojos.
—Sí, señorita— afirma el hombre— ¿Podemos sentarnos, por favor?
Irina asintió, y aun con el ceño fruncido, miró a Vladimir, este no dudó en apartarse de su silla de oficina para ofrecérsela a la mujer, quien no dudó en sentarse en la silla, quedando enfrente del abogado, con Vladimir a su lado.
—¿Y bien? — preguntó ella, arqueando una de sus cejas al ver que el hombre se había quedado callado—Sin rodeos vaya directo al punto, abogado.
—Su madre, la señora Julia De Rinaldi, ha decido levantar una demanda en su contra por pensión alimenticia— Cuando esas palabras salieron de los labios del abogado, las cejas de Irina se habían disparado hacia arriba, sorprendida por lo que estaba diciendo el hombre delante de ella.
—¿Qu-qué? — preguntó Irina, al mismo tiempo que su ceño fruncido se profundizaba.
—Lo que ha escuchado, su madre ha puesto una demanda en contra de usted— repitió el abogado.
—A ver...— susurró Vladimir, cruzándose de brazos, al mismo tiempo que le dedicaba una mirada dura al hombre, que no hizo más que encogerse en su lugar— según tengo entendido, los padres solo pueden demandar a sus hijos en esos casos, cuando no pueden trabajar, por enfermedad o limitaciones físicas. Además, la madre de Irina es una señora muy sana, tanto, que tuvo la fuerza suficiente para agredir a mi mujer unos meses atrás, enviándola directo al hospital.
Vladimir hizo una pausa, mirando como el abogado se ponía pálido. Puso una mano en el hombro de Irina, dejando una suave caricia, tratando de calmarla, antes de seguir hablando.
» —Una mujer que puede pagar un abogado, puede costearse sus propios alimentos, ¿O no? — el abogado se había quedado en silencio, sin saber que decir— puede dejarme su tarjeta, mi abogado se estará contactando con ustedes, para arreglar este asunto.
El abogado, un poco avergonzado de haber sido descubierto, sacó rápidamente una tarjeta de presentación desde el interior de su saco, y tras darle una última mirada a la pareja, el hombre salió de la oficina con apuro.
—Te juro que no puedo creerlo...— se quedó en silencio por unos segundos— no, sí puedo creerlo, por supuesto que puedo creerlo. Dios, mi madre cada vez cae más bajo.
Se quejó, llevando sus manos a su rostro, cubriéndolo completamente. Vladimir, tratando de calmar el enojo que había surgido en él al descubrir las intenciones de la madree de Irina, se puso de cuclillas de su laso, colocando sus manos en los reposabrazos de la silla de oficina, haciéndola girar para que quedara enfrente de él.
—No te estreses por eso— susurró él, apoyando sus manos en sus rodillas— mi abogado se encargará de toda esta situación, no permitiré que vuelva a intentar dañarte.
Irina soltó un suspiro, y se inclinó hacia adelante, reposando su frente en la de él.
—Gracias— murmuró, dejando un casto beso en sus labios.
—No tienes nada que agradecer, siempre me preocuparé por tu bienestar— susurró, tomando una de sus manos, para dejar un beso en ella, antes de levantarse e instar a Irina a hacer lo mismo, para luego encaminarse al sofá que se encontraba en una de las paredes.
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Bajo Los Encantos Del Ruso
RomantizmVladimir Ivanov, es un empresario y multimillonario ruso con una vida bastante monótona, amante de los autos deportivos, mandón y autoritario, en uno de sus viajes de negocios a Italia conoce a Irina Rinaldi, una joven mucama que se encarga de deses...