Capítulo 30
Un mes lleno de tristeza había pasado, Irina, tras la noticia de que tendría pocas posibilidades de ser madre, había entrado en un trance y en una especie de depresión que mantenía preocupados a todos a su alrededor, en especial a Vladimir, quien era el más afectado por su lejanía y aislamiento. Ella no comía, y cuando lo hacía, era por insistencia de él.
Era lunes y Vladimir debía levantarse de la cama, pues debía seguir con sus labores en la empresa, esas, que había descuidado sólo por no descuidar a su mujer, se giró aún en la cama, y sin sacar las sábanas de su cuerpo, se removió hasta quedar al lado de Irina, pegándose de inmediato a su espalda, y rodeando su cintura al mismo tiempo que enterraba su rostro en la curvatura de su cuello.
Se quedó en esa posición unos minutos, sintiéndola respirar pausadamente a su lado, dejó un beso en su cuello y, con una de sus manos, acarició uno de sus brazos, que se sentían más delgados de lo normal con un mes sin alimentarse correctamente.
Él estaba preocupado, tenía miedo de que la mujer que amaba se estuviera autodestruyendo, su rostro estaba pálido, y su cabello que hacía solo unas semanas era sedoso y lleno de brillo, en ese momento se encontraba seco y sin vida.
La opresión en el pecho de Vladimir era tan fuerte, que a veces se sentía ahogado. Hasta el momento la única solución que encontraba era contratar a un psicólogo que tratase su situación, que le ayudase a volver a la realidad y que le devolviera a la mujer de la que él se había enamorado.
—Aun no entiendo por qué sigues conmigo— susurró Irina con voz ronca, sacándolo de sus pensamientos.
Vladimir apretó más su abrazo, y dejó otro beso en su cuello antes de hablar.
—Porque eres la mujer que amo— respondió él en un susurró— nunca te dejaría, Irina, nunca te alejaría de mí, ni en las más difíciles de las situaciones, no quiero que vuelvas a repetir esas palabras.
—No puedo tener hijos, Vladimir— susurró con voz rota— ¿Qué es un cuatro por ciento? Prácticamente nada, no podré darte descendientes.
—Hay muchos métodos, ahora mismo la medicina está muy avanzada— comentó él— sólo hay que intentarlo.
Ella se quedó en silencio.
>> —Por favor, mi amor— rogó soltando un suspiro— ya no quiero ver cómo sigues auto destruyéndote, cada vez estás más delgada, vas a provocarte un desgaste. Lo mejor será que comiences a ir con un psicólogo.
Irina solo cerró los ojos, y Vladimir se quedó unos minutos más en la misma posición, hasta que decidió levantarse de la cama.
El hombre caminó hacia el baño y se dio una rápida ducha, donde intentó relajar la tensión de sus hombros, cuando terminó, salió del baño y se detuvo delante del lavamanos, mirando su reflejo con evidentemente varios kilos menos en el espejo. Irina no había sido la única que se había descuidado, él también había perdido peso, tenía algo de ojeras debajo de los ojos y su barba estaba desaliñada.
Decidido a arreglar, aunque sea alguno de sus problemas, abrió uno de los cajones del lavamanos, y sacó de dentro de este su crema de afeitar favorita y una afeitadora para arreglar su barba. Cuando terminó, lavó nuevamente su rostro y salió del baño con una toalla rodeando su cadera, caminando directo hacia el closet que compartía con Irina.
Donde los vestidos y demás prendas que había comprado para ella, el último mes solo habían estado acumulando polvo.
Soltando un suspiro, tras darle un repaso a toda la ropa de ella, tomó uno de sus trajes azul oscuro entre sus manos, y luego de ponerse un bóxer, se enfundó en este, calzando luego sus pies con unos zapatos negros.
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Bajo Los Encantos Del Ruso
Roman d'amourVladimir Ivanov, es un empresario y multimillonario ruso con una vida bastante monótona, amante de los autos deportivos, mandón y autoritario, en uno de sus viajes de negocios a Italia conoce a Irina Rinaldi, una joven mucama que se encarga de deses...