Dos debilidades de la Bruja y el Vampiro.

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"Estoy fuera de mi cabeza, 
de mi corazón y mi mente.
Porque puedes correr pero no esconderte. 
Te haré mío. 
Sal de mi cabeza,
de mi corazón y mi mente. 
Porque puedo sentir como tu carne 
ahora grita por más..."
                                                       -SIAMÉS. The Wolf-


─────────☾ † ☽ ────────


Girando sobre la punta de sus pies, YoonOh utilizó su diestra que lucía como una ennegrecida mano de largos y afilados dedos peligrosos, para sostener el descomunal cuello de aquel vampiro que hasta sólo unos segundos atrás le había herido en la espalda, y así alejarlo del suelo con una gracia excepcional, con una simpleza inhumana que se repitió al momento de, sin inmutarse siquiera, tirar de aquel hijo de Tepes hacia la pared que tenía tras él, algunos cuantos metros de distancia, haciendo que ese cuerpo de monstruosos músculos se azotara con la fuerza suficiente como para que el crujido de huesos rompiéndose hiciera eco por todo el lugar.

Tiempo a respirar, YoonOh no tuvo, teniendo que contener la maldición que se formó en su garganta a causa del dolor que le provocaban aquellas heridas bajo su blanca camisa, cuando, en menos de un parpadeo, otro de esos bastardos se abalanzó en su dirección; haciendo muestra de su boca casi animal, con sus facciones deformadas bajo esa sonrisa espeluznante y el poco control que tenía "la persona" sobre "la bestia".

Maldición.

Los odiaba.

Odiaba a todos los malditos hijos de Tepes.

Y la masacre que estaban haciendo en el local de su clan, en la zona de paz, y bajo su guardia, no ayudaba ni un poco contra eso.

En lo absoluto.

Con ayuda de la zurda, que lucía exactamente igual a su diestra, YoonOh alcanzó a sostener al segundo vampiro por el cuello, de una forma similar a como había hecho con el anterior pero, con la diferencia de que a éste, más que lanzarlo contra alguna pared tan manchada de sangre como lo estaba todo el jodido local, simplemente le enterró los dedos en la carne, rompiendo venas y arterias, dejando salir aquellos calientes pétalos de rosa que mancharon su camisa en una salpicadura irregular, deslizándose también por entre sus dedos hasta perderse en una caída rápida hacia el suelo a sus pies.

Una caída tan rápida como el movimiento rotativo que hizo con su muñeca, rompiendo las vértebras cervicales de ese bastardo con un intenso "crak" que estremeció cada partícula de su cuerpo. Sin alterar su expresión.

En situaciones así, era difícil que abandonase su rostro impávido, su actitud fría y calculadora. Demasiado concentrado en mantener bajo control a aquella bestia que rasgaba sus interiores en gritos desesperados y ansiosos que le pedía con alaridos desesperados un poco de sangre, el rasgar carne y romper huesos a diestras y siniestras.

Un deseo animal y asesino sin sentido alguno que, luego, podría pesar en su consciencia humana.
A pesar de que los enemigos de ese momento merecieran el jodido sufrimiento del infierno entero.

"Incluso si son los hijos de puta más desesperantes del mundo, nunca dejes que la bestia te domine, Jeong".

Y la voz de DoYoung llegó hasta él como un recuerdo sumamente vívido.

Si no fuese por Dongs, quizás, en ese preciso momento, ya estaría arrepentido de todas sus malditas decisiones.

Matar estaba permitido mientras la consciencia estuviera clara y, además, fuese para proteger a los más débiles.

Piel Escarlata. [JaeYong]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora