Juega con esa absurda pelota de goma roja que pidió hace dos días, la tambalea y rebota varias veces contra la pared mohosa y el frío suelo. Se oyen murmullos en el pasillo, voces lejanas, incluso creo pensar que son voces dentro de mi cabeza. Masajeo la cien repetidas ocasiones para convencerme de que no es así, el ala Norte se ha metido en un lío hace poco con este lado del psiquiátrico y nos están interrogando uno por uno, a eso se debe tanto jaleo desde por la mañana.
Niall Horan, un falso rubio irlandés con antecedentes penales por múltiples robos con armas blancas del ala contraria decidió que era buena idea pedir prestada una horquilla de punta afilada a una madre soltera con problemas de ira a cambio de un favor sexual para clavarla en la frente de Darrek, un politoxicómano del ala Oeste que había violado a más de once mujeres mayores de cincuenta años. Nadie en el patio se escandalizó o intentó evitar que sucediera, solo se formó un coro de alabanza hasta que llegaron los enfermeros y la alta seguridad, que como siempre, culparon en un inicio al ala Sur.
El rubiales no quiso hacerse cargo, antes de que pudiera ser visto desapareció entre su grupo de amigos dedicando una mirada nada sutil a los presentes. Cuando me enteré de su nombre entré en confusión, ¿Dónde lo había escuchado antes? Pero aunque su rubio estaba oxidado y una enorme cicatriz rosa se dibujaba desde su ceja izquierda hasta la comisura de su labio derecho, también podría jurar haberle visto fuera de estos barrotes.
Salgo del trance sin mirar a la dirección donde un segurita poco considerado se burla de mi posición dentro del centro mientras con su porra golpea el metal provocando un estruendo junto a su sonora risa. Sabe que estoy despierta, al ignorarle se molesta y aporrea con más ganas hasta que giro un poco la cabeza sin cambiar la expresión indiferente que me invade. No es que me interese delatar a un rebelde causa perdida, a nadie le interesaba, la palabra del ala Sur era poco confiable para los trabajadores del lugar pero les bastaba para castigarnos con electrocuciones, golpes y torturas que saciaban su sed de sangre, lo cuál es irónico si contamos todos los presos y pacientes que se encuentran aquí por esa misma sed insaciable.
- ¿Te vas hacer de rogar? -Dice dirigiéndose a mí bastante harto de esperar.
- Si es lo que quieres -Alzo las manos sobre mi cabeza como si me fueran a esposar, me arrodillo frente a la cama y esto provoca una carcajada de mi vecino.
- ¿Y tú de qué te ríes? -Espeta el hombre golpeando ahora los barrotes frente a los míos-. ¡A callar!
Se hace un silencio inquietante, otro compañero entra hasta aproximarse a mí y me ata las manos detrás de la espalda con una soga que corta un poco mis muñecas. Empuja mi cuerpo con una bota de cuero bastante pesada haciendo que mi cachete quede pegado al asqueroso suelo, gruño un poco por la molestia pero no tardan en alzarme para sacarme del pasillo. Paso frente a varias estancias como la mía, no dejo de mostrar esa sonrisa maliciosa que se me escapa cada vez que proceden a arrastrarme hasta la silla de interrogatorios. Bob el lechoso se estampa contra su puerta, agarra las columnas forcejeando como un animal y me saca la lengua con diversos movimientos atrevidos soltando alguna barbaridad que solo me provocan risa.
Nos detenemos frente a la puerta metálica esperando que la doctora dé el pase, me introducen una pastilla amarilla amarga a la fuerza, uno me abre la boca con brutalidad mientras el otro introduce sus dedos hasta la garganta para que se desplace por ella sin esfuerzo, así se aseguran que la he tomado. Un sonido similar a una alarma de corta intensidad retumba un segundo junto a una luz roja que les indica la bienvenida a la nueva sala. Me sueltan en la amplia silla reforzada de pieles y cuero, desatan mis manos para colocarlas a cada lado con otro amarre más grueso, similar a una cadena de perros, pegan mi espalda al respaldo para colocarme una cadena alrededor del cuello y quedar inmóvil. Desaparecen los seguritas dejándome a solas con la doctora la cual aún no me ha mirado, inspecciona los papeles sin mucho interés y me habla desde ahí.
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Medicine
Любовные романыDespués de tantas mentiras, es hora de contar la verdad aunque con ello le cueste vida. A cada paso suyo es una pista, un nuevo recuerdo, avanza hasta que no puedas más y jamás confíes en nadie. "Mira allí, donde más te duela".