Capítulo 31

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- No vas a ir así -Digo seriamente mirándola a través del pasillo.

Se ha puesto un vestido jodidamente sexy negro entallado, está hermosa, aunque hermosa se queda corto a las palabras que no salen de mi garganta. El problema no es el atuendo, es la navaja que esconde bajo su tacón y en el forro interior de la cintura.

- ¿Por qué no? Puede pasar cualquier cosa -Dice ajustando el arma de la cintura.

- No -Le muestro mi poco interés en cambiar de opinión.

Bufa molesta para volver a entrar a su cuarto, me acerco al marco para observar cómo se deshace de los artilugios sentada en el borde de la cama. El vestido se le ha subido un poco al flexionar la pierna, esta vez no despejo la vista en la pared sino que me percato de la nueva cicatriz en el interior del muslo, aquél donde Marcus rajó con diversión para que la sangre chorreteara hacia abajo. Se levanta de un salto colocando la falda más cómoda, bajamos las escaleras en silencio hasta llegar al coche, justo comienza a nevar con fuerza suficiente para esperar cinco minutos a que despeje un poco.

- ¿Tienes más noticias de Marcus? -Gira la cabeza para mirarme mejor, sus ojos que siempre muestran frialdad como el hielo ahora solo son oscuridad, venganza reflejada en ellos.

- No hablaremos de trabajo -Coloco las llaves en la entrada de contacto, arranco un segundo después y comienzo a conducir con cuidado hacia el centro de la ciudad.

- ¿Eso es que sí? -Eleva una ceja.

- No hablaremos de trabajo.

Se da por vencida recostándose de mala gana en el asiento, las luces navideñas están por todas partes, el árbol de navidad en cada maldita rotonda y la nieve tan solo ayuda al ambiente que nos rodea. Luego de veinte minutos de tráfico, atasco de tormenta y unos chillidos muy agudos de Atenea por cada tienda decorativa con galletas de jengibre por fin llegamos al restaurante donde me apresuré a conseguir cita: Declan's Stars.

Para en seco sobre sus talones para inclinar la cabeza arriba del todo, contempla las luces doradas del interior en lámparas de araña, las mesas blancas con manteles del mismo tono, las paredes de mármol, la enorme cristalera en forma de mirador para contemplar todo el parque y las luces de la ciudad más atrás. Solo se escucha el tintineo de las copas al chocar y algunas risas suaves adentro. Menea la cabeza en mi dirección y para mi sorpresa la encuentro con la boca abierta alucinando con lo que tiene en frente.

- ¿Cómo...? -Sacude la cabeza y vuelve a observar-. Es imposible conseguir reserva aquí.

- Tengo mis contactos, Coeh -Meto ambas manos en los bolsillos delanteros.

- Deberías presentarme a esos amigos invisibles que te consiguen todo -Dice divertida mientras comienza a subir las escaleras.

- Ah ¿Sí? ¿Quieres conocerlos?

- ¿Son guapos?

- ¡Coeh! -Le doy un pequeño codazo en las costillas que la hace reír-. Que interesada.

- O quizás deba quedarme con el chico al que le consiguen todo.

Mira por encima de su hombro para dedicarme un guiño sutil, siento mis mejillas sonrojarse mientras bajo la cabeza para sonreír muy disimuladamente.

En la parte alta nos atiende un hombre menudo en smoking azul marino y corbata, nuestra mesa se encuentra pegada al cristal más a la esquina, justo donde indiqué. El camarero ayuda a la morena a colocarse en su sitio, nos ofrecen una copa de vino tinto para entrar en calor y unas cartas de menú.

- ¿Cómo sabes que es imposible conseguir reserva? -Digo sin levantar la vista de la carta de carnes.

- Tuve un novio hace tiempo -Admite y por encima del libro alzo una ceja divertida-. No me mires así, ¿No crees que pueda tener pareja?

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