Nuevamente Atenea conduce de manera temeraria hacia las afueras de la ciudad y lejos del bosque, a nuestra nueva casa. Me he involucrado en el pago de ella y al parecer después de arreglar las cosas con Zayn a la morena le han ingresado más dinero fresco, sin decirme cómo o porqué. Finalmente aparca muy mal en la acera invitando al resto de conductores a que le den un golpecito por detrás, baja y me ayuda con unas muletas robadas hace dos días.
Tenemos vecinos, eso es lo primero que me impresiona, es un vecindario tranquilo, nadie tiene jardín, unas simples escaleras cortas hasta la puerta de entrada y al parecer todas las casas son similares, excepto los que son apartamentos alquilados al final de la calle. Es coqueta, hecha de bloques rojos antiguos y una puerta blanca con plantas verdes que adornan las cuatro ventanas que dan a la calle. Al entrar huele a humedad, Atenea va colocando las maletas en la entrada hasta quedar a mi lado cerrando con cuidado la puerta tras nosotros. Pienso en que Liam ni siquiera sabe dónde vamos a vivir a partir de ahora, ha sido muy precavida para mudarnos aquí y nadie podrá ver el acogedor y nuevo espacio que se ha molestado en obtener.
El pequeño salón ya tiene un sofá blanco, una mesa diminuta y una televisión poco moderna, a mi derecha un arco abierto que me deja pasar directamente a la cocina, igual de pequeña con lo básico y con vistas a la calle. La escalera para subir es apenas la mitad de la que había en la cabaña, arriba hay dos baños y dos dormitorios, esto me sorprende a primera vista.
- Vaya... Dos dormitorios, no sé si especular que me quieres lejos o que es un lujo no tener que dormir en el sofá.
- Así no me dejarás el horrible olor a sudor que emanes por las noches -Dice mientras entra al que ha decidido que será su cuarto.
A última opción entro para ver el mío, pegado al de ella. Tiene una puerta que comunica con el baño e intuyo que el suyo también pero hacia el otro lado. Una cama enorme y bastante cómoda en el centro del lugar, un espejo decente, un escritorio y un armario. Salgo para encontrarme a Atenea esperando por mí, sonrío sin una respuesta similar y la veo moverse hasta la planta baja donde coge todo el equipaje y lo sube. Deposita mis maletas sobre mi cama y vuelve a desaparecer sin pronunciar palabra, apenas puedo moverme sin muletas así que no colocaré nada por ahora. Bufo acostándome boca arriba en la cama, mirando el techo sin goteras y bien pintado, recordando el apestoso lugar que era el psiquiátrico. Cierro los ojos vagando en cajones de recuerdos, la primera vez que la vi... Cómo el corazón casi se me sale por la boca al pensar que era Scarlett retándome a una broma de mal gusto. Cuando la conocí de verdad creo que fue aún más temeroso para mí, incluso más peligrosa que aquella rubia capaz de matar sin que se le moviera una pestaña. Pero Atenea... Ella mataba, sí, pero de una manera única, incluso elegante. Primero te cautiva con sus palabras, te atrapa en una red de deseo, de desquicio, de irritación, de retos y después te golpea por placer, por deporte hasta que te inyecta el veneno de la muerte en la yugular y se ríe de tu cadáver.
Las tuberías suenan con agua en ellas, parece que se está dando una ducha mientras me relajo en mis aposentos. Giro mirando las maletas, se ha esforzado mucho en que lo tenga todo, en que yo estuviera bien y llegar ambos de una pieza. Pienso en la semana siguiente al encuentro con Marcus, cómo la morena entró en los almacenes de Malik siendo una más, casi podía pensarse que ella era quien mandaba pero tardó demasiado en iniciar una guerra con Zayn, gritos, golpes, amenazas y claro: todo por su parte. Por la de ella era más bien un guepardo tanteando el terreno, un cisne bailando en el agua, un gato limándose las uñas, apenas le dirigía la mirada si es que le importaba si quiera la conversación. Después de eso entraron en una habitación, más golpes, más ruidos, un disparo y silencio. Silencio durante cuarenta minutos, nadie se atrevió a entrar para averiguar si alguno estaba herido, después salieron riendo y cogidos de la mano como se les acostumbraba a ver.
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Medicine
RomansaDespués de tantas mentiras, es hora de contar la verdad aunque con ello le cueste vida. A cada paso suyo es una pista, un nuevo recuerdo, avanza hasta que no puedas más y jamás confíes en nadie. "Mira allí, donde más te duela".