Capítulo 27

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Si se sintió conmovida no lo mostró luego de que apareciera Zayn corriendo en nuestra dirección e inmediatamente se pasara el brazo por sus labios como si quisiera evitar que viera mis huellas en ella.

- ¿Estás bien? -Pregunta apresurado una vez nos alcanza.

- Perfectamente ¿Nos vamos?

Asiente con un leve movimiento de cabeza, su tono ha vuelto a ser frío y calculador para mi sorpresa. Nos dirigimos hacia los coches, entro con ella, Zayn y Scarlett mientras en el deportivo más pequeño van Joet y Robert. Nuestros caminos se separan por diferentes intereses, el destino que nos espera es la casa de Malik, una casa que desconocía y está bien alejada del centro de la ciudad, al contrario de la otra vivienda. Después de abandonar a la rubia en esta, el trayecto es silencio e incomodo hasta nuestro hogar, la diminuta guarida de Atenea. Era de poco esperar que fuera a mostrársela al moreno, pero así fue. La entrada vuelve a estar impoluta, apagada y con un olor a galletas horneadas de la vecina. Abrimos muy despacio la puerta como si no quisiéramos que el invitado vea todo el interior, finalmente da un paso al frente y lo observa mientras muestra una sonrisa sin dientes que es bastante acogedora.

- Muy bonita, no esperaba menos de alguien como tú -¿Es un halago?

- Si no te importa, necesito irme a dormir, para discutir podemos esperar a mañana.

- ¿Porqué iba a querer discutir? Esta noche hemos conseguido nuestro objetivo, gracias a ti.

- Buenas noches Malik -Rueda los ojos con fastidio mientras se despide con una mano.

Le abro la puerta nuevamente para decirle claramente que ya no es bienvenido. Se marcha sin decir ni una palabra, entre nosotros las cosas son tensas, un alambre sostenido por cada extremo que solo Atenea puede cortar. No es una pelea, ni una guerra, mucho menos una competición pero sin saber qué es, por qué nos comportamos así, aquí estamos, odiándonos, machacándonos y marcando terreno como perros. Yo la he besado, la he sentido, se ha dejado, se ha abalanzado, me ha recibido y ha jugado con mi pelo, mis mejillas, mi pecho mientras me perdía en la sincronía de sus labios, en el gusto de su lengua. ¿Él? Apenas puede dirigirse a ella sin que le abofetee verbalmente o termine castigándola provocando que la rabia en su interior crezca.

...

- ¡Dispara joder! -Grita Joet a la morena que ya le ha asestado en el antebrazo.

- ¡Cierra la puta boca!

Otro disparo, otro acierto. Es un juego absurdo con balas de fogueo, un entrenamiento de técnica y puntería del que me mantengo al margen. Scarlett raramente ha venido, ha hablado con algunos compañeros mientras entrenaban y ha comenzado a correr en la máquina de cinta deportiva, luego ha pasado a la bicicleta y finalmente se sienta a mi lado para observar lo mismo que yo; Atenea y Joet disparándose con pistolas de fogueo, les dejará hematomas pero nada de lo que preocuparse.

- Disparas como un guardia principiante -Dice esta burlándose entre risas, una risa alegre, divertida que admiro por unos segundos antes de que me saquen del trance.

- Quiero entrenar así -Admite la rubia moviéndome con su hombro-. ¿Crees que puedas entrenarme?

- Para este tipo de cosas te aconsejo que se lo pidas a ella -Señalo a la morena con el mentón-. O a Joet si te sientes más cómoda, tu hermano también podría valer aunque si lo cabreas demasiado puede cambiar el fogueo por balas de plomo.

- Atenea -Alza la voz para llamar su atención, este se gira acertando un disparo en el hombro del chico-. ¿Puedo entrar?

Esta levanta una ceja observándola con superioridad como si estuviera viendo a un conejillo salir de su madriguera y adentrarse en la sabana libre. Con un movimiento de hombros que muestra indiferencia deja que Joet se retire y comience a frotarse con aceite las zonas heridas mientras se prepara para mirar el nuevo espectáculo. Toma asiento a mi lado con un corto gruñido proveniente de su garganta debido al dolor que le provocan sus músculos, le alcanzo un poco de agua y vuelvo la vista al espacio preparado con obstáculos, cintas colgadas del techo y corchos para amortiguar las balas perdidas. La rubia pasa la cinta de seguridad con algo de torpeza, lleva ropa deportiva de gimnasio pero nada adecuado para el material que requiere una prueba como esa, seguramente le terminen quedando algunos moretones más grandes por su delicada piel y la fina tela de su chándal.

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