Es posible que esté perdiendo la cabeza con o sin medicación, ¿Pero en serio el nuevo me ha pedido protección? No sé si exactamente eso o he cedido a ser su esclava particular, algo que me disgusta imaginar. En la hora del patio salgo con él, dos pasos por detrás, me fijo en su ancha espalda su estrecha cadera, no le he visto hacer ejercicio desde que ha llegado pero parece cuidarse. Estira su mano hacia atrás dejándola visible solo para mí, achico los ojos para ver la diminuta pastilla amarilla que me toca ahora, bufo por su impertinencia y porque no sé cómo la ha conseguido. La agarro con fuerza para que note mi molestia, la introduzco en la boca con su vista puesta y muestro una mueca que parece espantarle y seguir el paso con mayor rapidez.
Su proclamada mesa de madera vieja contiene a tres absurdos delincuentes, Mishel, Poh y Louis, este último siendo de mi gran utilidad en su momento, igual me sorprende verlo ahí, formando parte del círculo de Harry. En el ambiente se percata la incomodidad, el miedo y posiblemente el asco, no nos dirigimos la palabra, yo estoy ahí como escolta no para entablar ninguna conversación que es precisamente lo que ellos hacen, entre risas y burlas ajenas a mí.
- Puedes ir a levantar pesas si quieres -La voz del asiático Poh me saca de mi trance, doy cortos pasos pesados hacia él con un semblante cargado de impaciencia, su expresión cambia a una bastante arrepentida.
- ¿Qué te parece si te descuartizo y hago pesas con tu cabeza?
Sonrío intentando no sonar amenazante, no quisiera que llamara a alguien de seguridad, son unos cobardes. Asiente tragando duro, su nuez es testigo del miedo que le invade en estos momentos, Harry me mira con una sonrisa ladeada, moldea su pelo a gusto de la palma de su mano y me indica que puedo ir libremente a entrenar. Cedo, no quiero seguir con ellos pero me hace ver como su perro de compañía, hago lo que me dice y encima debo estar atenta a que nadie le meta un puñetazo hasta la tráquea.
En las pesas de barra diviso a Uri, un matón del ala Este, intentó incendiar su universidad y el juez ordenó encerrarlo en el psiquiátrico por ausencia de facultades mentales. No es un lugar para él, se siente indefenso, incomprendido, a muchos nos mira como bichos raros, es un corderito en la boca del lobo. Por eso, me pongo a su lado, si entra en pelea no le defenderé, cada uno se busca sus propios marrones, pero mientras haga acto de presencia nadie pensará en rozarle un solo hombro.
- ¿Ya levantas veinte kilos? -Me acerco al diminuto taburete donde se encuentra a ambos lados las mancuernas de cuarenta y cinco kilos, empiezo a levantarlas con lentitud.
- He conseguido que me den proteínas artificiales en el almuerzo.
- No deberías pedir esa basura.
- ¿Por qué? -Deja caer la barra que atrapo a tiempo antes de que impacte contra su cara, le sorprende ver cómo sujeto el peso con una mano.
- Porque somos sus ratas de laboratorio, toda la comida de aquí tiene algo químico, si les pides algo en concreto verán la oportunidad de jugar contigo, con tu mente -Coloco la barra en su sitio, hemos recibido miradas de algunas personas pero les ignoro-. Es mejor evitar darles el placer de que te maten.
- ¿Por eso eres así? -Frunzo el ceño y ladeo la cabeza para que prosiga ya que no he entendido su punto-. Siempre estás comiendo fruta fresca, sándwiches y haciendo ejercicio, apenas sé si te llegas a tomar las pastillas.
- Estoy convencida de que no las necesito -Apoyo las manos en mis rodillas observando como pasa a hacer flexiones a mi lado-. ¿Sabes que creo? Creo que le pusieron algo a mi comida el día que escapé y el resto de ocasiones, creo que intentaron experimentar con algo que salió mal y me culparon por no tomarme la medicación, en cierta modo es verdad, no me la estaba tomando, pero hacía tres meses que la dejé y nunca sucedió nada, entonces un día me traen puré de papa y de repente tengo alucinaciones, escapo y mato a más personas de las que alcanzo a recordar, me borran la memoria específicamente sólo de esos momentos y todavía tengo que fingir ante ellos que las pastillas me hacen estar cuerda.
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Medicine
RomanceDespués de tantas mentiras, es hora de contar la verdad aunque con ello le cueste vida. A cada paso suyo es una pista, un nuevo recuerdo, avanza hasta que no puedas más y jamás confíes en nadie. "Mira allí, donde más te duela".