Salgo de aquél almacén viejo donde James citó a Zayn, donde este sentenció su muerte a manos de la propia Atenea, una manera sutil de decirle que no confíe en nadie.
Joet se limpia y restriega con fuerza ambas manos llenas de sangre en una pileta de agua, la ropa ha quedado totalmente perdida de rojo y no hay tiempo para cambiarse así que con nuestro aspecto más terrorífico hasta el momento la morena nos dedica una sonrisa a ambos.
Volvemos al coche en silencio, nadie ha detallado lo ocurrido y ni siquiera ella parece interesarse por la situación. Pasa una ubicación a nuestros teléfonos, un lugar desierto a treinta minutos, está rodeado de árboles, no hay casa alrededor y parece que para llegar tengamos que cruzar por un camino de tierra bastante mal hecho.
El moreno sube el volumen cuando atravieso desde los asientos delanteros hasta la parte trasera donde se encuentra Atenea mirando por la ventana, perdida como siempre en sus pensamientos.
- ¿Estás bien? -Pregunto con mucho cuidado, gira la cabeza lentamente como si le costara mirarme.
- Aún no lo se.
- ¿Sabías lo de...?
- Lo intuía -Interrumpe con tremenda calma aterradora-. Nadie es tan bueno, Harry.
- ¿Qué quieres decir? -Frunzo el ceño buscando una expresión diferente en su rostro pero se mantiene severa.
- Todos tenemos nuestros propios intereses -Vuelve la vista al paisaje estrellado y las rocas de un carretera abandonado-. No puedo culparle de lo que ha hecho si es lo que esperas que diga, yo también he traicionado a personas, he ilusionado a mi favor, cada uno debe jugar sus propias cartas para conseguir algo y si mi vida peligra por ello... -Parpadea una vez lentamente para mirarme directamente a los ojos, el miedo que refleja en ellos pero la ira de trasfondo me sobresaltan un segundo-. Lo volvería a hacer.
- Sabía que iba a morir.
- Lo supo el día que me conoció.
Asiento sin darle mayor importancia, al fin y al cabo James ya no era más que carne picada y envuelta en un saco asqueroso de tierra. Distingo cómo aprieta la mandíbula a medida que pasamos un nuevo tramo, Joet baja el volumen con mucho cuidado avisándonos de que unos pasos al frente hay luces destellando así que él apaga las del coche antes de poder ser vistos. Atenea se inclina un poco para ver por encima de los asientos y se lleva una mano al pecho suspirando con pesadez. Con una orden silenciosa le indica al conductor que se detenga a una distancia prudente y se baja sin hacer ruido, tan sigilosa como un gato.
La sigo de cerca cuidando mis pies de las piedras, las ramas rotas y el musgo pegado. Una ráfaga de luz pasa casi por encima de nosotros lo que nos hace reaccionar y agacharnos quedando a gatas, las rodillas hincadas en la tierra húmeda, la sangre apenas se distingue entre la suciedad de mi ropa. Escucho maldiciones en voz baja pero no viene de nosotros sino de más adelante, están demasiado cerca ahora. Atenea gatea hasta el lateral de la carretera parando en un muro de piedras, se remanga la camisa y mete la mano mostrando una cara de arrepentimiento y dolor ya que lo ha hecho con tanta rapidez y fuerza que posiblemente se ha raspado la piel del brazo. Uno o dos minutos después saca algo del hueco, se pone de cuclillas y tira de mí, en un momento estamos detrás del muro aguantando la respiración mientras escuchamos unas botas pisar a nuestras espaldas.
- ¿Qué es eso? -Susurro casi siendo un aliento fantasmal. Al principio creo que no me ha oído ya que no aparta la vista del papel mugriento y presta atención a los pasos que ahora se tornan lejos. Saca de un bolsillo trasero una moneda plateada, no, no es una moneda, es una piedra preciosa plana, parece tener dentro agua.
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Medicine
RomanceDespués de tantas mentiras, es hora de contar la verdad aunque con ello le cueste vida. A cada paso suyo es una pista, un nuevo recuerdo, avanza hasta que no puedas más y jamás confíes en nadie. "Mira allí, donde más te duela".