Capítulo 28

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La debilidad me impide moverme, no puedo tirar de mis muñecas atadas y con una sola pierna libre y colgando apenas puedo asestarle a alguien. Tengo los ojos aguados del dolor, siento el chorro de sangre correr de mi muslo hacia abajo, el corte en mi garganta hace que me cueste respirar pero al menos no ha sido lo suficientemente profundo como para matarme, aunque hubiera sido lo mejor. Dos siluetas están frente a la puerta abierta, han parado de golpearme con la madera dura y te azotarme en las carnes blandas para dirigirse a las sombras quietas de allá. Oigo pasos de tacón, son las botas de Marcus mientras rodea la tabla a la que me engancha, la sangre que sube por mi cabeza hace presión así que intento levantarla un poco para no terminar sin oxígeno pero recibo una rodilla en la nariz y vuelvo a estar boca abajo con la cabeza golpeada en la tabla. No gruño, no hago ningún ruido que les pueda satisfacer a esta tortura, me está matando por dentro no hacerlo pero tengo que resistir hasta que se lleven mi último aliento.

- Pues si son los dos príncipes, unos héroes para esta señorita -El cuchillo vacila en mi frente con toques toscos.

- Ya nos ha quedado claro cuales son tus puntos de vista en mi empresa, Marcus -¿Zayn?

- No pude resistirme a atacar tu gimnasio y llevarme a la preciosa lengua de serpiente después de que James me llamara y dejara claro una cosa sobre ella, es vuestro punto débil.

- Y el fuerte -¿Harry?

- Exacto, por eso ha sido divertido -Alza las manos mostrando todo a su alrededor-. Hemos sacado la amenaza y la tenemos nosotros, ahora ¿Qué harán? ¿Cómo se comporta el equipo de Malik sin la guerrera?

- Te has entretenido suficiente, creo que deberías terminar con esto.

- Tienes razón.

Chasca los dedos y un golpe seco choca contra mi abdomen, no puedo retorcerme así que solo me trago la sangre que amenaza con salir. De pronto todo se nubla, disparos, golpes, gritos, gruñidos, choque de cosas afiladas y por el camino me aporrean, me hieren hasta que alguien me alcance.

¿Cuánto tiempo ha pasado? Siento la cabeza bombardearme, me estoy quedando sin fuerzas para sostenerme en equilibrio, intento soltar los agarres de las muñecas pero es un intento absurdo en vano. El aire está desapareciendo de mi alrededor o es la sensación que me da cuando mis ojos ya no pueden mantenerse más abiertos. Sigo oyendo gritos, pasos, zapatos, golpes, disparos y más cosas que no puedo distinguir, son unos quince hombres contra dos.

Hay un agujero por el que caigo, es negro como una noche sin estrellas, me dejo llevar por él en un sueño profundo, un sueño pesado que no me permite mirar atrás, no me deja regresar.

<< . >>

- ¡Tú se lo vas a explicar!

Escucho voces entre el pitido de mi cabeza, me duele, me arde, me bombardea, frunzo el ceño pero ese gesto también me hace gruñir de dolor. Cesan los movimientos, las voces y todos los sonidos de antes excepto el de unas máquinas a lo lejos, muy leves. Abro poco a poco los ojos, tengo un foco encima que me ciega, unos dedos abren de golpe mis párpados y con una lupa y una luz blanca me examina, pasa al otro y revisa mis oídos.

- Esta consciente -Informa la voz gruesa del hombre-. Necesita unos momentos pero podrán hablar con ella.

- Gracias -Es un susurro ciertamente agradecido.

La puerta se cierra, la escucho como un portazo pero seguramente sea mi imaginación. Estoy en una camilla de sábanas blancas, tengo una bata del mismo color y estoy tapada con una manta. La camilla está en forma de asiento y puedo observar lo que tengo delante, un televisor encendido donde se ven las noticias, una mesa con una bandeja de comida, un jarrón con flores, una ventana lateral que da a un patio y puedo ver que está atardeciendo y a mi lado unas máquinas de oxígeno, agua y medicamentos mientras me toman el pulso en todo momento. Estoy conectada a ellas, tengo el cuello vendado, puntos adhesivos en mi cara, las muñecas vendadas, el abdomen también y el muslo cosido con una fina tira que sujeta ambos extremos, además de crema en las quemaduras y golpes. Me intento levantar un poco más para quedar a cierta altura pero unas manos se posan en mis hombros delicadamente para que esté quieta, me quejo por el roce pero no me ha dolido tanto como el esfuerzo que he hecho por mí misma.

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