Regalo sorpresa
Tras aceptar los términos de la editorial, mi poemario empezó a ser comercializado pocos meses después, y empecé a llevar a cabo mi plan de crear un libro de ayuda. Escribir un libro cuando se tiene un hijo, y más uno recién nacido, escribir siquiera, es una actividad casi imposible. Hay que maniobrar con el tiempo, sacrificar horas de sueño —más de las que son aceptables para un ser humano funcional—, y recordarse todo el tiempo qué es lo que se quiere lograr con dicho proyecto. Pero después de un año y medio, mi libro para el soporte de las mujeres víctimas estuvo terminado, pasó unos meses en revisión y finalmente fue publicado.
Mentiría si dijera que logré aquello sola, creo que el simple hecho de imaginarlo habría sido imposible sin la ayuda de Giovanni. Ese hombre me había guiado en el proceso, e impulsado en los días en que la meta se veía demasiado lejos para mi alcance.
Algo había cambiado en él, por supuesto, para bien, ya no quedaban ni destellos del hombre hosco del que me escondía por las noches al oírlo llegar, y no podía ni mencionar la última vez que lo había oído refunfuñar porque ni siquiera lo recordaba. Giovanni era el mejor padre que podría haber tenido Adeline, y ya eso era mucho decir, sabía que tenía miedo de cometer un error, pero lo estaba haciendo tan bien que, él parecía más su padre que yo su madre.
Y sonreía mucho, yo estaba enamorada de su sonrisa, de sus risas y muecas graciosas. Era el hombre más apuesto del mundo todos los días, pero cuando sonreía era algo... Wow.
Sin miedo a equivocarme puedo decir que, si nuestros demonios no se hubieran conocido, habrían acabado con nosotros.
Una mañana de mayo hacía un frío catastrófico, o podría haber sido únicamente yo quien lo sentía. Tenía las manos temblorosas y se me hizo un nudo en el estómago. El mero hecho de pensar en encontrarme con Giovanni en el camino me aceleraba el corazón. Entré a la sala con torpeza, llamando la atención de Viviane que, quizá igual de nerviosa que yo, esperaba por una respuesta.
—¿Y bien? —preguntó la bella, jugando con sus manos. Asentí—. ¡Oh, Dios mío santísimo!
Dicho aquello, se llevó una mano a la boca y permaneció muda por un largo rato. Cuando se atrevió a hablar de nuevo, tenía una gran sonrisa.
—Tienes que decírselo.
—Lo haré, solo... Quiero esperar el momento indicado.
—No tardes mucho. Vas a ver cómo se alegra.
No me di cuenta de que una lágrima había bajado por mi rostro, hasta que vi a la bella acercándose a mí para limpiarla. Me abrazó y le devolví el abrazo con idéntica emoción, se apartó para agarrar mi rostro y darme un cariñoso beso en la mejilla.
—Nos despertamos melosas, ¿eh? —Reconocí esa voz masculina de inmediato. Hasta se me bajó el azúcar de pensar que podría haber escuchado nuestra conversación.
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En temporada de lluvia
RomanceLa vida suele dar muchas vueltas, eso Jane Parton lo tenía más que claro. Había llevado una relación de prácticamente toda la vida y no sabría decir cuál fue el momento exacto en que todo pareció tornarse tan sombrio. De los senderos luminosos por l...