Un sí rotundo
La noche que la poca calma que había en la mansión se fue, recuerdo que yo me encontraba felizmente ignorante tomando una taza de café.
Oí como tocaban la puerta y me dirigí a ella para abrir pero Viviane me ganó haciéndolo primero. Espié con suma curiosidad desde el filo de la pared a las personas que hablaban con la bella, era la primera vez que alguien llamaba a la puerta y no se trataba de ella o el señor Rowling. Se trataba de dos personas, un hombre y una mujer: el chico tenía una cabellera rubia que era tan larga como la mía, vestía con una ropa más costosa que mi propia vida. Era sumamente apuesto y joven al igual. A su lado, una muchacha de máximo veinte años (dudaba que siquiera los tuviera) vestía con un vestidito diminuto que la habría hecho ver desnuda de no ser por un abrigo de piel de algún animal exótico que la cubría hasta los pies. Era bajita, su cabello rubio caía hasta mitad de la espalda y era blanca como un hueso.
Eran millonarios, se les veía hasta en los dientes blancos que le mostraban a Viviane cada que decían media palabra. Millonarios y agraciados, debo admitir.
—¡Jane! —llamó la bella, las personas a su lado miraron al interior extrañados.
—Sí, señora —dije bajito, maldiciéndome por sonar tan nerviosa.
—Prepárales una taza de té a los invitados y avisa a Giovanni que ya han llegado.
Asentí despacio y así mismo me dirigí a la cocina. No me lo podía creer, ¿Invitados? Si él mismo había dicho que no traía a nadie a este lugar. Puse la tetera sobre el fuego y salí corriendo al cuarto del señor Rowling. Estando allí, toqué la puerta fuertemente y esperé a que se dignara a abrirla. Al no haber respuesta, toqué ahora más firmemente.
—¿Qué? —su voz atravesó la madera, sonaba llena de fastidio.
—Viviane mandó a decir que ya han llegado.
—¿Quiénes han llegado, señorita Parton?
—No lo sé. Un chico y una chica.
A mis palabras les siguió un largo silencio. Hasta que lo siguiente que se oyó fue como la cama se hundía y Giovanni caminaba de un lado a otro. Cada vez entendía menos, ¿Quiénes eran ellos? ¿Por qué nadie me decía algo? ¿Por qué no me había dicho que irían?
Giovanni abrió la puerta en lo que se bajaba la camiseta dejando a la vista gran parte de su torso desnudo. Se pasó la mano por la cara despertándose y se fue hacia la planta baja sin reparar en mí.
Llegué a la cocina en el momento exacto en que la tetera estaba por empezar a botar todo el vapor. Preparé el té tan rápido como pude y me encaminé con ambas tazas al lugar donde se escuchaban las voces. Pedí permiso para entrar y cuando me fue concedido, vacilé. Giovanni estaba de espaldas a mí y la pareja de rubios me veía de frente. Me sonrieron grandemente y me saludaron agachando la cabeza antes de recibir el té.
—Buenas noches, señorita Jane —dijo la muchacha con una amabilidad desbordante.
Respondí igualmente y me permití darle una ojeada. Era una mujer hermosa, sin duda alguna. Sus ojos cafés se achinaban radiantemente gracias a su sonrisa y su nariz era respingada. No sabría decir si sus mejillas eran tan rojas o era a causa del maquillaje, pero eso le daba una apariencia bastante juvenil.
Estaba completamente embelesada, así que me costó salir de mi trance cuando una nueva voz se hizo oír.
—Es nueva por aquí, ¿no es cierto?
El rubio tenía una voz bastante gruesa, era delicioso oírla sonar.
—Así es —dije encogiéndome de hombros con una sonrisa.
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En temporada de lluvia
RomanceLa vida suele dar muchas vueltas, eso Jane Parton lo tenía más que claro. Había llevado una relación de prácticamente toda la vida y no sabría decir cuál fue el momento exacto en que todo pareció tornarse tan sombrio. De los senderos luminosos por l...