Capítulo veintiséis

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Peligro

Apreté contra mi pecho la caja queriendo perderme en ella, hace ya varios minutos Giovanni había ido a averiguar quién había llegado con tanto estrépito a la casa, incluso habían apagado la música para adivinar el rumbo de los acontecimientos. No obstante, decir que no se oía ni el cantar de los grillos, no era para nada exagerado. Si había alguien allá fuera, incluso si el señor Rowling hubiera desaparecido de repente, ninguno de nosotros podría asegurarlo.

Luca después de la extendida espera, dijo que él también iría a comprobar de qué se trataba todo aquello y pidió al público que siguiera con la diversión. Esa era una petición descarada, ¿cómo podría alguien estar tranquilo cuando el suspenso nos tenía tiritando?

—Jane, ¿quieres un vaso de agua? —preguntó Viviane, arropándome en un abrazo. Cuando asentí, movió una mano indicándole al mesero que trajera mi pedido— Tienes que tranquilizarte, sabes que eso no le hará bien al bebé.

Al bebé. Su bebé. Un escalofrío me atacó.

—Solo quiero saber que Giovanni y Luca están bien.

—Ya vendrán, muchachita, ya vendrán —aseguró, pero su voz también alcanzó a temblar— Ahora dame esa caja que si la sigues apretando así, la vas a dañar.

La bella tomó el objeto y lo dejó sobre el mueble, me pidió que me sentara junto a ella y me acogió en sus brazos hasta que el mesero llegó con el agua. Mis manos temblaron al llevar el cristal a mis labios, también tragar me costaba, pero siguiendo la indicación de Viviane, no dejé ni una gota en el recipiente.

—¿Ya se están demorando mucho no? —Lara caminó de un lado al otro frotando sus sienes— Iré a ver.

—¡No, tú no! —exclamó la bella— Todos esperaremos aquí hasta que uno de los chicos llegue. Ya no han de tardarse.

Como si en sus tiempos libres practicara brujería, así como Viviane lo había dicho pasó. Giovanni apareció con cara de muy pocos amigos, tenía las manos cerradas en puños y parecía que de sus orejas saliera humo. Luca, en su lugar, tenía una expresión de incomodidad y venía rascándose la nuca mientras miraba al suelo. La escena era bastante confusa indudablemente, pero lo que me dejó pasmada fue el hombre que venía tras ellos.

El chico tenía una sonrisa de victoria que no le cabía en la cara, casi brincaba al caminar y saludaba a cada persona que se le cruzaba en el camino. Le guiñó el ojo a cada mujer que veía y a una de ellas le hizo una seña con la mano de llámame. Me quedé con la boca abierta y supe que todos los que apreciaban el momento estaban igual. No podía creer que casi se me sale el corazón por... El representante del señor Rowling.

—No entiendo nada —susurré sin dignarme a parpadear.

—Estamos en las mismas —concordó Lara.

—¡Feliz navidad a todos! —clamó el joven, antes de tomar dos copas de champán en cada mano cuando un mesero pasó a su lado— Que empiece la diversión —puso ambas copas en sus labios y empezó a tragar lo poco que alcanzaba a entrar a su boca, pues casi todo caía a borbotones sobre su traje.

Luca llegó junto a Giovanni, este último se pasó la mano por la cara y refunfuñó.

—Era ese pendejo, Sebastian —dijo—. Se negó a irse.

El rubio se encogió de hombros— ¿Cómo íbamos a dejarlo fuera, hombre? Está haciendo un clima terrible.

—Me importa un carajo —masculló echándole un ojo al mencionado—, se hubiera ido por donde llegó.

En temporada de lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora