¿Cuento de hadas?
Giovanni Rowling
Maldito sea el momento en que decidí dejar sola a Jane Parton.
Ya yo sabía que era tan obstinada que, una vez se le metía una idea a la cabeza, no había forma de convencerla de lo contrario. Ella nunca daba su brazo a torcer y esa cualidad tan desesperante me hacía salirme de mis cabales. Estaba tan alterada que sus gritos parecían hacer el agua vibrar y esa vena de su frente amenazaba con estallarse. Pero, venir a decirme a mí egoísta, y lo que fue peor aún, no dejarme explicarle mi versión, me hizo enfurecer. Yo no era ninguna de esas soeces palabras con las que me había descrito y me indignaba que me hubiera sometido al escarnio público sin necesidad.
Joder, al llegar tenía unas inmensas ganas de compartir con ella la buena noticia de que por fin había firmado el contrato y pronto empezarían a trabajar en la publicidad de mi libro. La había buscado por casi todo el hotel, le había preguntado a cada persona que me topé en el camino si la habían visto, y al dar con ella, de verla vestida con ese bikini rosadito que parecía que llevara nada puesto, me dieron unas ganas mortales de tomarla en los hombros y llevarla a festejar a la habitación.
La noche anterior, sólo Dios sabe lo mucho que tuve que controlarme para haber probado a Jane y no tomarla en ese mismo instante. Había quedado fascinado con sus gritos y la forma en que sus piernas me apretaban, moría por hacerla retorcerse de mil maneras y escuchar de sus labios suplicas. Quería hacerla venir gritando en idiomas que ni conocía. No obstante, cuando observé su mueca acongojada, atravesé mil pensamientos que se resumían en uno:
¿De cuántas formas diferentes podía hacer sufrir al malnacido del Oscar?
Deseaba a Jane, estaba tan seguro de eso como de que algún día yo moriría, pero si debía esperar un tiempo indefinido hasta que sanara su herida, la acompañaría gustoso en ese proceso.
Ahora, sabía que algo había cambiado en ella de la noche a la mañana. Yo mismo al despertar, había degustado de sus labios el sabor de la pasión, y quería ver hasta qué punto podía llegar con ella en una nueva ocasión. Iba preparado para ponerla a prueba mientras atravesaba las pasillos del hotel, sin embargo, de verla junto a Magnolia, sentí que se me iba el alma. ¿Cómo carajos había tenido tan mala suerte para que de todos los hoteles del puto Columbus, nos encontráramos en el mismo? ¿Qué pecado estaba yo pagando? No me merecía todo aquello, de ninguna manera.
¡Llevaba años sin saber de esa mujer! Ni siquiera sabía que todavía... En fin.
No sabía qué tanto le había dicho pero cuando llegué hasta ellas, Jane ya parecía bastante alterada y sus ojos me veían como si fuera un completo desconocido. Traté de hacerla entrar en razón, de detenerla, pero como siempre, su indolencia era más grande que ella.
Al llegar a la habitación, toqué la puerta en repetidas ocasiones pero no hubo respuesta alguna. Solo alcanzaba a escuchar su ruidoso lamento y su nariz succionando cada que el reloj marcaba un minuto nuevo. Me quedé junto a la puerta sentado, con la ilusión de que en algún momento se le pasara la mala hora y pensara mejor las cosas. Solo necesitaba que me escuchara, que no hiciera más de oídos sordos ante mis súplicas, pero la respuesta era la misma sin importar qué dijera yo:
—¡Déjame en paz, Giovanni!
Jane se encerró prácticamente todo el día en el cuarto. No quiso bajar a tomar el almuerzo, ni pedir servicio a la habitación. Más o menos, a eso de las cuatro de la tarde, pararon sus sollozos y salió de la habitación utilizando una sudadera tapando su cabeza y el par de lentes que un día antes habíamos comprado. Su rostro se veía rojo e hinchado y se me apretó el pecho de verla tan sensible. Por un escaso segundo creí que por fin me permitiría acercarme a ella, pero tan pronto como me levanté del sillón para alcanzarla, levantó una mano como diciéndome "Ni lo pienses" y se fue.
ESTÁS LEYENDO
En temporada de lluvia
RomanceLa vida suele dar muchas vueltas, eso Jane Parton lo tenía más que claro. Había llevado una relación de prácticamente toda la vida y no sabría decir cuál fue el momento exacto en que todo pareció tornarse tan sombrio. De los senderos luminosos por l...