Añoranzas
He de decir que una mujer que viste con un vestido rojo impone presencia. Al verme al espejo, encontraba en la dama que tenía en frente osadía y seducción.
Llevaba unos tacones puntiagudos que me estaban tallando los dedos de los pies terriblemente, y el frío me subía por las piernas sin piedad alguna, pero ese era el menor de mis males, lo que de verdad me agobiaba era lo que estaba próximo a suceder. Abajo había un hombre que parecía haber sido tallado por los mismísimos dioses, y estaba preparando una comida con el objetivo de que yo fuera su única comensal. Mi estómago rugía de hambre y moría por bajar a probarlo todo, pero ya el señor Rowling me había advertido que por ningún motivo debía salir de mi cuarto sin su autorización. Me había pedido paciencia aunque ya él sabía que de ella tenía poco, y dijo que cuando todo estuviera listo iría a mi encuentro.
Mientras me aplicaba el rímel con las manos temblando, me pregunté, ¿por cuántos amoríos había que pasar para dejar los nervios a raya? Era impresionante que habiendo pasado ya tantos años de vida, yo aún sufriera una crisis cada que se me mencionaba la palabra cita.
Mordí mis labios en el intento de parecer atrayente, pero me pareció tan gracioso el acto que al final solté una risita. Definitivamente, estaba bastante averiada en el arte de la incitación.
Me parecía que vestir tan formal para una cena en casa era demasiado, sin embargo Giovanni había insistido hasta el cansancio. Decía que quería hacer algo especial y que ya que no podíamos tener una cita en un restaurante elegante, quería llevar a cabo algo así como una simulación de lo que le hubiera gustado que viviera con él.
Definitivamente de todas las facetas que había conocido de Giovanni Rowling, esa, en la que me susurraba ñoñerías amorosas y me besaba como si quisiera arrebatarme el alma, era mi favorita.
Aguanté el aire cuando escuché unos golpecitos en la puerta. Caminé velozmente e ignoré el traspié que casi me mandó de cara contra el piso. Practiqué mi mejor sonrisa mientras evitaba que el alma se me subiera por la boca, tomé la perilla y abrí. Giovanni, vistiendo un traje oscuro que lo hacía lucir como una sombra, me miró de arriba a abajo exactamente como lo hacía yo con él.
—Señorita Jane, déjeme decirle que usted es una auténtica maravilla —Su voz salió átona.
—Pues, señor Rowling, usted no se queda atrás en lo absoluto —dije.
—¿Estás lista? —instó sin quitarme la mirada de encima.
—Claro, ¿qué has preparado? —respondí saliendo de la habitación, y casi instantáneamente Giovanni me detuvo con sus manos.
—Espera —pidió con voz firme. Lo miré intentando formar un signo de interrogación con la cara. Giovanni metió la mano a su bolsillo y de él sacó un pañuelo negro. Canteó la cabeza mientras me observaba y lo tendió en mi dirección—. Póntelo.
—Un... Pañuelo —señalé.
Él resopló mientras me daba media vuelta, pidió que cerrara los ojos y cuando lo hice, sentí la fina tela bloquearme la vista. Gio me giró como a un trompo provocando que casi cayera pero me estabilizó con sus manos en mi cintura.
—¿Qué es esto? Estás demasiado misterioso.
—Shhh —Puso un dedo sobre mis labios y luego los delineó con lentitud embriagadora. Respiré entrecortadamente por la boca mientras me derretía bajo su tacto. La sonrisa de Giovanni fue completamente audible, él sabía lo que me provocaba y estaba complacido de hacerlo. Lo maldije para mis adentros pues no habría sido capaz de dejar salir ni una sola palabra de la boca. A ese hombre nada más un fino toque le bastaba para deshacerme—. Vas a quedarte así hasta que yo te lo diga, ¿cierto, mi Jane?
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En temporada de lluvia
RomanceLa vida suele dar muchas vueltas, eso Jane Parton lo tenía más que claro. Había llevado una relación de prácticamente toda la vida y no sabría decir cuál fue el momento exacto en que todo pareció tornarse tan sombrio. De los senderos luminosos por l...