Capítulo veintiuno

3.2K 392 186
                                    

Remembranzas

—Siéntate, Jane —Se avisaba por su tono lo exasperado que estaba.

Obligué a mis piernas a dar un paso delante del otro y dirigirme hacia su cama hasta sentarme en ella. Giovanni hizo lo propio en un sillón con las piernas abiertas y mantuvo su mirada puesta en mi cuerpo. Respiré por entre los labios y vi a los suyos formar una pequeña mueca. Estaba nerviosa del carajo y no comprendía muy bien por qué. Aquello solo sería una conversación. Una conversación que podría destrozarme el corazón, pero una conversación al fin y al cabo.

—¿Por dónde quieres que empiece? —preguntó, rascando su nariz.

—Por el principio —sugerí, no siendo capaz de cuestionarle nuevamente quién era Victoria.

—Cuando era un adolescente, vivía con mi abuela materna, su nombre era Amanda. Ella me trajo a este pueblo del carajo cuando mis padres decidieron que yo era demasiada responsabilidad para ellos —soltó una risa agria—. Pero bueno, no me podía quejar, mi abuela era una mujer sin igual. Si bien mi abuela no era el cariño encarnado, realmente se notaba en sus actos que se preocupaba por mi bienestar y eso era mucho más de lo que yo había recibido jamás. Pagaba mi colegiatura, ese ridículo tratamiento bucal al que me sometió a la fuerza, e intentaba de vez en cuando comprarme vestimenta colorida porque decía que yo tenía esa actitud hosca porque me vestía como un satánico. 

Me mantuve callada simplemente escuchándolo, vi en su mirada como revivía cada recuerdo mientras me lo narraba. Sus comisuras formaron una sonrisa completamente genuina que me logró contagiar. Se notaba en su forma de hablar de Amanda, que la había amado con todo el corazón.

—Era de saberse que al empezar la preparatoria iba a ser rechazado, es decir, no conocía a alguien, vestía como emo... Bueno, visto, y no tenía ese acento que tanto caracteriza a los pueblerinos de por aquí. Estaba preparado mentalmente para ir de un lado a otro completamente solo. Pero entonces... La conocí. 

Estaba esperando sentir una fuerte punzada en el pecho pero esta fue tan leve que bien hubiera podido ser otra palpitación. 

—Al principio permanecí reacio a permitirle entrar a mi vida pero ella fue tan insistente, una vez te había elegido ya no tenías forma de librarte. No hizo falta mucho tiempo para que aceptara mi destino. Victoria era una belleza y tenía un carisma innato que podía ser percibido a kilómetros de distancia. Fue como una brisa de aire fresco, se llevó todos mis pesares —Giovanni me vio con aire abatido— Me acompañó a todos lados, estuvo ahí en mis peores momentos. Quiero decir, por ella descubrí que mi pasión por la literatura. La amé inmediatamente y no hay mucho más que decir.

—Comprendo... —empecé a decir. 

—Tiempo después, decidí que debía dar el paso y declararme. Aunque siempre he sido pésimo para eso y evidentemente me temblaba hasta el nombre, ella dijo que me amaba de igual forma y nos hicimos pareja. La llevé a casa para presentarla a mi abuela, Vicky, en su lugar, me llevó a cada esquina del pueblo, me volví más atrevido, me animé a salir de mi zona de confort y descubrir los encantos de este lugar. Me podría atrever a decir que... Fui más feliz cuando llegó a mi vida —Aunque lo que salía de sus labios eran flores para la chica, su rostro reflejaba pura aflicción—. Pero entonces, mi abuela enfermó...

Tomó una larga respiración y su voz se quebró de a poco.

—Yo... Yo simplemente no podía verla tan deteriorada, me moría de furia, cada vez que llegaba a casa me rompía un poco más al verla agonizante —hablaba con voz tan baja que era complicado comprenderle, y su mirada se tornó resplandeciente—. Dejó de importarme todo, ya no estaba para amoríos. Victoria luchó mucho para quedarse conmigo, de verdad quería acompañarme en mi proceso, se negaba a abandonarme, pero yo ya ni verla quería. Al final ella terminó cansándose de intentar e intentar infructuosamente y yo lo agradecí. Admito que fui... Fui muy cruel con ella, y me arrepiento. Pero el tiempo seguía pasando y Amanda no mejoraba, eso era lo único que mis ojos podían ver en ese momento. Y cuando murió... Me convertí en una persona vergonzosamente hostil.

En temporada de lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora