Capítulo diecinueve

3.2K 393 243
                                    

Cuestión de confianza

Abrí los ojos con pereza y miré a todos lados. La habitación tenía un delicioso olor a lavanda que me dejó agonizando del placer por un rato. La cama estaba destendida del lado derecho y la televisión estaba prendida, aunque sin mucho volumen. No encontrar al señor Rowling dentro de las cobijas no me sorprendió de sobremanera, pero no podía negar que anhelaba al menos verlo dormir. Tenía curiosidad de si dormía con los labios entreabiertos o si soltaba ronquidos, incluso quería saber si babeaba las almohadas. Pero él no me dejaba darme cuenta de nada de eso pues cuando yo recién abría los ojos, él ya estaba más despierto que un gallo.

Lo que más me molestaba era que él si podía saber esas cosas de mí que ni siquiera yo sabía. ¿Qué expresión habría tenido yo cuando Giovanni me veía dormir? Esa duda, me helaba la piel.

Mas, sin duda alguna, lo que más me inquietaba era recordar lo que la noche anterior había sucedido entre nosotros. Me sentía un poco avergonzada pero una corriente de energía me atravesaba cada vez que revivía el momento en mi mente. Nunca pensé que fuera posible sentirse así de bien, se me ponían coloradas las mejillas de echar la vista al pasado y ver a Giovanni... Ahí. Jesús santísimo. Definitivamente la escritura era un don minúsculo en comparación a...

La puerta del baño se abrió, por ella salió un húmedo Giovanni vestido únicamente de la cintura para abajo con una toalla. Iba moviendo su cabello con la mano dejando caer gotas al suelo y cuando se percató de que mis ojos lo espiaban, me otorgó una sonrisa brillante y me saludó levantando dos dedos.

—Por fin despierta, señorita —dijo.

Me desperecé estirando mi cuerpo y solté un largo bostezo.

—¿Es mucho pedir despertar y tenerte a mi lado? —Me crucé de brazos.

—En mi defensa, duermes demasiado —contestó risueño—. Tengo una reunión en una hora, ¿recuerdas?

—¡Oh, es cierto! ¿Quieres que te acompañe?

Abrió su maleta y sacó otro de sus trajes negros.

Me imaginé a Gio yendo de compras y llevándose todo lo negro que se cruzaba en su camino.

—No es necesario. ¿Por qué no mejor disfrutas del hotel? Mañana en cuanto el sol salga volvemos a casa.

Hice un puchero mientras me cubría con la cobija hasta la cabeza. No quería irme de ese lugar. Me negaba, me tendrían que sacar con grúa.

—Vamos, no podíamos quedarnos para siempre. Es un hotel —separó en sílabas la última palabra.

—No quiero irme nunca.

—Si quieres puedo traerte nuevamente después.

Me descubrí la cara con una sonrisa al estilo del gato de Cheshire.

—¿En serio? —exclamé.

Giovanni soltó una carcajada— Que sí, mujer.

Subió el cierre de su pantalón y se puso un reloj plateado. Me regañé a mi misma por quedarme fascinaba con la magnífica vista que él me estaba propiciando, verlo vestirse era un espectáculo. Aunque debía admitir que verlo desvestirse era más alucinante todavía.

Tomó una loción y aplicó su spray por casi todo su cuerpo. Posteriormente, todo el cuarto estaba plagado de su exquisito aroma y yo me removía con gusto. Cerré los ojos inhalando profundamente.

—Oh, no —susurró Giovanni. Oh, si, dije para mis adentros— Jane, mira.

Me volví hacia donde él señalaba y cuando lo vi, entendí su molesta reacción.

En temporada de lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora