Capítulo catorce

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Acompáñame, amiga soledad

Abrí los ojos perezosamente, la luz que entraba por las ventanas me impedía divisar los objetos de la habitación. Todo estaba borroso. La cabeza me daba vueltas y tenía la piel helada. Empecé a escuchar una voz llamándome pero no le presté atención, mis sentidos revueltos eran lo único en que debía pensar.

Intenté enfocar la mirada en mis manos, pero me costaba. Hice el impulso de levantarme de la cama pero unas gruesas manos me detuvieron de los hombros, inmovilizándome.

—Hey, hey. ¿A dónde crees que vas?

Esa voz varonil me arropó como un abrazo, por un segundo sentí algo de calor. Sin embargo, en cuanto la resolución iba llegando a mí, el miedo me congelaba más y más. Miré al hombre a los ojos. El señor Rowling me sonrió de medio lado y miró a sus espaldas. Junto a la puerta estaba Viviane con sus manos pegadas a su mentón, se veía llena de preocupación.

—Le he pedido al doctor que se marche. ¿Se siente bien, quiere que lo detenga?

—Estoy bien —respondí, restándole importancia con un mohín—. Dime, por lo que más quieras, que no es cierto. Dime que fue solo un mal sueño.

Giovanni giró hacia mí lentamente y su semblante era adusto. La comisura de sus labios creaba una línea recta, no se atrevía a contestarme. Incontrolablemente, mis ojos se llenaron de lágrimas. El agobio era tanto que no lograba controlar mis respiraciones, el aire ya no llegaba a mis pulmones.

—Mi Jane, todo estará bien —aseguró Viviane caminando en mi dirección.

—Nada estará bien, no puedo hacerlo. No puedo, no puedo.

—Jane... —susurró Giovanni.

—¿Sabes qué pasaría si Oscar se entera de que le escondí que tendrá un hijo? ¡Me mataría! Él siempre quiso que le diera un hijo y nunca pude. Si lo tengo y se lo escondo... Yo... Yo...

—Ese hombre nunca te encontrará, Jane —dijo él con tanta seguridad que casi me lo creo.

—Repetirlo no lo convierte en cierto. Tarde o temprano él dará con mi paradero.

—Deja de hablar así, Janie. No puedes ser tan pesimista.

Traté de contener la necesidad de enjugarme las lágrimas.

—Quiero estar sola, por favor.

Viviane se mantuvo en su lugar, mirando fijamente al frente como si mis palabras no contaran para ella. El señor Rowling, nada más volteó a mirarla con una ceja levantada y ella echó los brazos al cielo.

—Bien me voy, pero sepan que en una hora volveré. No te voy a dejar sola, muchacha —dijo, cerrando la puerta tras de sí.

Observé a mi jefe, el cual seguía sentado junto a mí en la cama y le dije—: Era para los dos.

—Me molesta que me alejes.

—Se lo estoy pidiendo por favor, necesito pensar.

—No me voy a ir, Jane. No insistas.

—Entonces al menos sírvame de ayuda y dígame qué hacer, Giovanni. Soy la mujer con menos suerte en todo este mundo, no me lo puedo creer —una risa amarga me salió de los labios como el veneno.

—Soy la persona menos indicada para decirte qué hacer en esta situación —dijo, con los ojos cerrados. Daba la impresión de que se encontraba aislado en algún lugar de su interior—. Solo déjame acompañarte por un rato mientras lo descubres.

En temporada de lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora