CAPÍTULO 22: Luos

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                            ~Luos~

***

Muchas veces una reunión familiar puede ser tan conmovedora como incómoda. Depende de las emociones involucradas. Lo único que me alegró de ese instante fue que finalmente vi paz plena en los ojos de Gloriem, mi abuela.

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Apenas pisé la tierra arenosa dentro de la caverna, me amilané con las rocas picudas, amenazándonos como lanzas desde lo más alto de la cueva y a nuestro alrededor. La impresión que me daba era la boca de un monstruo llena de colmillos apunto de triturarnos. No obstante, lo más intimidante fue cuando la hiedra reseca en la entrada cobró vida y cubrió por completo el único ingreso de luz solar. Como hábiles manos tejiendo para revestir cualquier espacio u agujero, las hojas de la trepadora se entrelazaron con rapidez dejándonos en penumbra y no podíamos siquiera tentarnos con regresar, las piedras nos aniquilarían, estaban mágicamente programadas para ello.

A oscuras y con movimientos torpes continuamos el recorrido guiados por la voz de Delcad hasta que dimos con él.

—Ingresar es fácil, lo difícil es salir
—expresó Delcad, mientras su rostro encandilaba por una pequeña esfera de luz que surgía entre sus manos 
—no os asustéis pronto será de día 
—advirtió en el momento exacto cuando la esfera se convirtió en un candelabro casi tan sólido que parecía de cristal.

El impacto del cambio brusco de contrastes me provocó una fuerte migraña. La fuerte luz que emitía el candelabro era incluso mucho más intensa que cualquier objeto lumínico creado por Dreib. Al principio el color azul y lila, típicos colores de la luz de los lúminos, rodeaban al objeto como pequeños espirales, luego se fundieron hasta que irradió con mayor luminosidad. Cada recoveco en la cueva estaba completamente iluminado y fue cuando verdaderamente descubrí cuanto dolía ver con luz potente y enceguecedora.

Delcad, soltó el candelabro y este quedó suspendido en el aire durante unos segundos, para luego ascender lentamente hacia la cima. Era deslumbrante lo que dejaba ver a su paso; el interior de la montaña era más hermoso que la vista de fuera; piedras vítreas destellaban realzadas por el brillo del candelabro de seis varas.

—¿Realmente eres una Luos?
—Preguntó con una sonrisa media torcida que iba dirigida hacia mí.

—Por supuesto que sí  —respondió por mí, mi abuela, anticipándose ante cualquier repregunta que yo le pudiera hacer al dalux y advirtiéndole con su seriedad que no se hiciera de mofas disimuladas.

Una melancolía retenida destilaba por los dos iris negros del lúmino cuando la mirada de mi abuela se conectaba con la suya. Aunque, sus labios intentaran disimularlo y esbozaran una sonrisa, sus ojos y los tendones tensos de su cuello no mentían. La presencia de mi abuela le afectaba de sobremanera.

—Claro, solo quería confirmarlo. Ha pasado siglos desde el último Luos
—contestó con una actitud conciliadora  —veinte años encerrados hizo que perdamos noción de la realidad fuera de aquí  —me miró, esta vez con una alegría sincera —te he perdido el rastro desde que eras pequeña  —cortó distancia con mi abuela Gloriem, hasta que solo medio metro los separaba —nuestra madre se sacrificó por tenerte y entre sus últimos minutos de vida se aseguró de que estuvieras a salvo, en buenas manos, aunque fueran humanas  —soltó lo que parecía causarle aflicción, porque sus ojos húmedos despedían un lustre cristalino  —supongo que creyó que ese sería un mejor mundo para ti, pues en ninguno de los dos bandos serias aceptada por completo. Hizo bien  —miró a Gloriem, con un fastidio que se esforzaba en disimular, pero que no conseguía, por lo que pasó saliva para modular su voz y no parecer irritado  —era obvio que la relación de nuestra madre con tu padre la llevaría a la muerte, pero supongo fue su decisión -suspiró con resignación, al tiempo que el resto de nosotros nos manteníamos en silencio atentos a su relato y la conversación que le proponía a su hermana menor.

No Soy la villana de este cuentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora