~La batalla~ (parte 2)
Boca arriba, desarmada y apunto de perder la conciencia por los temblores de mi cuerpo, aferré mis uñas a la tierra seca y polvorosa, para no perderme en la oscuridad invasora. En cada bocanada de aire que tomé, batallé para no sucumbir a los efectos de la hipnosis.
—No luches, solo siente como te autodestruyes —dijo la imagen de Erdian, viéndome desde arriba.
Lo miré nuevamente, buscando la verdad en aquella falsa ilusión. Las fuertes sacudidas, no me permitían concentrarme, y en mi último esfuerzo, cuando mi cuerpo tembló con más violencia, su verdadero rostro me fue revelado. Los ojos naranjas de la cortadora negrul, ardían ansiosos, esperando mi muerte. Quería una lenta agonía para mí, porque su estocada fue estratégica. Dejé de temblar automáticamente apenas discerní la realidad.
—¡Maldición! Me esforcé para que el efecto durará un poco más —maldijo decepcionada de sí —no es justo —sonó berrinchuda a modo de burla.
—Lo que no es justo es que hayas usado su imagen —me levanté tirando de los hilos bajos su túnica. Le devolví el golpe con un puñal de luz. Yo no fallé a propósito, no la mataría lentamente; le clavé en el corazón y desapareció al instante.
Cuando lo último de ella se esfumó, un silencio aterrador estalló en mis oídos. Parecía que una fuerza extraña petrificó el ambiente.
No podía ser… ¿Se trataba de otra ilusión?
Ciertamente eso sucedía. En el campo de batalla, una niebla de gran tamaño infectaba todo a su paso, mientras los lúminos y defensores se mantenían inmóviles y con la mirada perdida frente a la amenaza. No fui la excepción, me mantuve igual de quieta contemplando su avance, pero no de forma voluntaria; largos tentáculos grumosos que le sobresalían por medio de su espesura, nos mantenían inmovilizados.
Atrapados al igual que moscas en una gigantesca red, supuse que aquella cosa no era la niebla asesina de los cortadores, aquello tenía que ser un moritef ilusem; creado por Sehel. Solo él era capaz de crear semejante monstruo. Era por muy superior al marítimo moritef ilusem que me sorprendió en Néblin. Igual que una medusa, envolvía a todas sus víctimas en sueños angustiosos. Y la misma imagen sobre la muerte de mis padres, me aterró una vez más.
Cuando varios defensores, perdieron la luz de su cordura. Los cortadores se alimentaron de ellos en cuatro grupos de cinco. Los lúminos tampoco podían librarse fácilmente, a pesar de que dieron lucha. Se extinguieron en bellas ráfagas de luz, cuando los tijeras aprovecharon su confusión y les cortaron la cabeza sin piedad.
En medio de ese caos, no fui capaz de saber el estado de Dreib y mis amigos.Estaba atrapada, no podía escapar de la imagen de Marian y Felipe muriendo cruelmente. Además el moritef insistía en introducirse bruscamente a través de la herida de mi antebrazo.
Para guardar energía evite gritar.
Ciertamente hice lo opuesto de lo que creí. Podía estar en silencio, pero en realidad gritaba. Podía estar gritando, pero en realidad estaba muda. Podía estar defendiéndome, pero en realidad no hacía nada. Maté a la cortadora, pero en realidad no lo hice, no le clavé ningún puñal.
Saltaba de una ilusión a otra. Eso era grave ya no podía discernir lo real de lo irreal.
—Seré un poco compasiva —dijo suavemente en mi oído la cortadora negrul —el ilusem solo te muestra lo opuesto, tus padres están con vida.
…
—Tus padres están con vida —escuché una y otra vez como un eco de voz alejándose, acercándose, volviéndose en un susurro, en un grito, en una risa juguetona y en una risa demoníaca.
—¿Mis padres? —murmuré o tal vez solo lo pensé.
Repentinamente todo se arremolinó. La cortadora volvió a desaparecer ¿Iba hacia otra pesadilla? Honestamente no lo supe.
—Toca nuevamente la tierra —escuché confusa mientras todo a mi alrededor se distorsionaba —¡Toca la tierra! —oí con más fuerza y cuando vi a Bandel, haciendo brechas en la oscuridad, decidí obedecer.
Me incliné sintiendo vértigo. Nada me impidió que me acercara a mi objetivo, probablemente los tentáculos eran mera ilusión o tal vez el gran lúmino los había disipado. A mí tacto la tierra, tembló. La fuerza que sentí debajo, me era familiar. Era el vitam, mi vitam. La criatura lumínica que Bandel reforzó.
Surgió de la abertura que creó en la tierra. Está vez mantenía la forma de un ciervo gigante y con feroz rugido embistió al moritef lanzándolo a lo más profundo de la grieta. Los pasos del vitam, estremecían el suelo, era un trueno terrenal.
Cuando finalmente todo se aclaró, sabíamos que la batalla continuaba. No obstante, habíamos tenido muchas pérdidas y no era un bello paisaje, tantos cuerpos humanos tendidos en la tierra muerta.
Por el vitam y Bandel guiándolo, teníamos las de ganar. Así que por ahora debía confirmar algo ¿Mis padres vivían? ¿Dónde estaban? Solo había un lugar donde obtendría respuesta.
A toda prisa, me escabullí en medio de los ataques tanto de lúminos como cortadores. Tomé el atajo por la cueva y llegué sin complicaciones. Entré al gran salón del castillo. Allí me espera Yerl, sentado con un gesto dramático en su rostro. Al verme sonrió.
—Que sorpresa, viniste por tu propia voluntad —dijo bajo una expresión perversa y burlona.
No le respondí, porque algo había llamado mi atención. Era un féretro cerca de él. Un ataúd cristalino con un cadáver femenino.
—Tráiganlos —ordenó a tres Kardren y mi corazón saltó de la angustia.
—Si no me equivoco he aquí tres personas que te importan —mencionó quitándoles las vendas de sus ojos.
Quedé perpleja. Tenía las emociones contrariadas. Por un lado, miedo por qué fuera otra horrenda ilusión, por otro repudio absoluto hacia Yerl y a los tres kardren que tenían presos entre sus filos a mis padres y a Erdian.
El manto de suciedad que los cubría, no me impidió reconocerlos. Y a pesar de la mirada perdida con la que me observaban, reconocí una profundidad que me conmovió. En el medio de ellos dos, estaba Erdian con una magulladura en el ojo izquierdo que le impedía visión.
—No te fijes, estoy mejor de lo que parece —intentó disipar la mirada fija que le había dedicado a su pómulo hinchado.
—Aparentas ser fuerte, pero eres débil —siseó tirante Yerl —dejaste que te atraparan tan fácilmente. No diste buena batalla.
—Si de debilidad hablamos, la única que yo veo está en tí —frené la irritable actitud de Yerl —profesas abiertamente tu carácter perverso contra tu propia sangre.
—Si de perversidad hablamos —contratacó arrugando la nariz —no hay más que Feren, el padre de quién osas defender.
Callé. No respondí. No quería meterme en su juego. Él se sintió victorioso. Pero se equivocaba no había victoria si yo había decidido quedar muda frente a sus sandeces.
—Sabelina y yo nos amábamos, pero por un acuerdo entre su familia y mi padre, ella debía contraer nupcias con mi hermano Feren —empezó un relato que yo no pedí y que tampoco estaba dispuesta a escuchar.
—Cualquier cosa que tengas que decir no es de mi interés —lo corté fastidiada —solo libéralos y tal vez decida ser benevolente —advertí.
—¡Oirás! Hablaste sobre perversidad y te responderé al respecto —insistió y ordenó con una mueca a sus gigantes para que ajustarán sus espadas en los cuellos de mis padres y Erdian.
Me mordí la lengua. Dejaría que hable. Debía evitar que el desquiciado les hiciera daño.
—Amaba a Sabelina con locura al igual que ella a mí. Al casarse, la pobre fue víctima del embrujo seductor de Feren —se detuvo, puso una expresión agria. Sus recuerdos eran un trago amargo —él no la merecía —continuó con un quiebre en su voz —fue él quien la mató y yo no permití que eso quedará impune, Feren moriría por mi mano y así fue.
—Mi madre murió cuando yo nací, fui yo quién la mató —refutó Erdian, totalmente descompuesto e intentando quitarse de encima al gigante que lo apresaba y este con actitud burlesca lo aplacó como si nada.
—Noticias sobre nuestro gran amor llegaron a los oídos del rey —continuó Yerl cómo si las palabras de su sobrino no importaran —sembraron celos en la vengativa alma de Feren. Sabelina tan frágil y delicada, no pudo resistir a su flagelo. Él la mató y esto lo confirma —sacó una carta enrollada de su bolsillo y la quemó con las velas del candelabro que alumbraban el ambiente.
—¿Qué es lo que haces? —desafié quieta pero hecha un volcán por dentro.
—Simplemente cumplo con lo último de mi venganza. Feren mató a Sabelina y yo le quito el perdón de su hijo —respondió complacido al ver el papel en cenizas —en fin, no quiero distraerlos sobre lo que ahora me interesa —soltó y se limpió el polvillo de las manos.
—¡¿Qué pretendes?! —protesté, temiendo que su interés fuera matar a mis padres.
—Tranquila, te explicaré…mi alianza con los cortadores no me trajo los resultados que esperaba —contestó.
—¿Acaso no te vasta con Dorezul sumido en un caos absoluto? —lo interrumpí hastiada por su cinismo.
—Ningún humano tiene acceso al conex, solo los “nacidos de su sombra y luz” —siguió —fue necesario que eligiera entre ambas especies, sin embargo, los lúminos estorbarían mis planes, por esa razón mi elección se centró en los seres oscuros. Entonces, dejé que los kardren liberarán a los cortadores de Néblin y en su lugar los seres de luz fueron encerrados.Confieso que fue mala idea, no logré lo que quería, porque los cortadores no podían conectarse con el conex gracias a las artimañas de Aqued. Pero cuando me enteré de tu existencia, supe que tenía una esperanza ¿Quién más capaz que un Luos? Cuyo poder híbrido le permite el nexo en el tiempo y por lo tanto con la vida y muerte —explicó y frustró a mi buen entendimiento.
—Si en tus planes no estaba que la gente de Dorezul padeciera de hambre ¿Entonces qué plan perverso ocultas? —inquirí sagaz.
—Mi plan nunca fue la destrucción de mi reino, fue el resultado lamentable del descontrol de los cortadores. Quiero a Sabelina con vida otra vez —puntualizó dejándome pasmada —¡Resucítala! O ellos morirán —amenazó.
Ordenó para que Erdian fuera quitado del medio y colocó un filo extra en las gargantas de mis padres. Como si no bastará las espadas de los dos kardren amenazándolos.
El mensaje estaba claro Yerl los mataría. Entré en pánico, no encontraba forma de negarme a su macabro pedido.
—¡No te atrevas! —intentó defender Erdian —no les hagas daño —exigió con firmeza en su voz, pero sus ojos reflejaban un alma destruida.
Él estuvo escuchando las palabras de su tío, y cada cosa que dijo lo había dejado en un estado moribundo. La frente sudorosa y febril del príncipe no causaba compasión en aquel que se había ganado su cariño sincero.
—¡Hazlo! —ordenó y señaló el féretro de Sabelina, para que me acercará.
Me acerqué al cristalino ataúd de la mujer y contemplé sus huesos en medio de un ostentoso vestido y ricas joyas. Entré en contacto con los dos orificios que dejaron sus ojos y la imagen que ella tenía cuando estaba viva golpeó mi vista. Sus facciones delicadas daban la impresión de alguien enfermiza y con peculiar belleza.
Dentro de sus recuerdos logré sentir el amor que dejó en su último suspiro a Erdian, su hijo. También sentí el sufrimiento vivido a manos del hombre que amó más que a Yerl.Efectivamente la indiferencia y los celos que su esposo le manifestó la sumió en una profunda depresión y fue aquello que terminó con su vida. “El señor molesto” decía la verdad en cierto modo, sin embargo, nada justificaba sus acciones egoístas y aunque la reviviera ella no lo amaría nuevamente. Era un caso perdido, pero el villano del cuento estaba obsesionado.
—¡Qué esperas! —siseó hecho una furia.
Para hacer lo que el rey pedía, debía llevar el cuerpo al árbol de la conexión. Frente al conex mi conciencia tenía que perderse en la inmensidad del tiempo y de esa forma permitir un nuevo intercambio. Saqué la semilla que Bandel me dio, durante mi entrenamiento. Hice un espacio en la tierra y la planté. Sujeté con delicadeza las tiernas hojas del pequeño brote y su luz me iluminó.
Con mi mano libre debía tocar el cadáver y en par de segundos no estaríamos allí. Mi vida me alcanzaría apenas hasta devolverla al tirano rey. Delcad lo había explicado claramente, podía devolver la vida, pero yo quedaría atrapada en la muerte para siempre.
—¡Hazlo ya! —insistió al verme dubitativa.
Frente a mi parálisis, apretó su filo en el cuello de mis padres y un fino sangrado les escurrió del cuello.
Desesperé aún más.
Entre la vida de mis padres y la mía elegí la de ellos, no era un sacrificio, pero no dejaba de ser la batalla interna que yo estaba viviendo.
¡Lo haría!..
¡No, no lo haría!
De varios sablazos los kardren se derritieron en nada. Dreib, mis amigos y demás lúminos entraron a la gran sala del castillo, confirmando nuestra victoria, y con sus lumínicas armas destruyeron los planes de Yerl. Con mis padres libres, nada me obligaba a obedecerlo.
—¡No! —vociferó Yerl enloquecido. Corrió hacia Erdian. Lo mataría con su espada.
No lo dejé, lo interrumpí a medio camino y sin dudarlo lo atravesé con mi gladius que formé rápidamente, antes de que alcanzará al príncipe.
Ahogándose en sangre, lo último que pudo pronunciar fue el nombre de su utopía —Sabelina —susurró con su último aliento.
Fin
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No Soy la villana de este cuento
FantezieConmovida por la trágica muerte de su abuela, Dania Loren Gurt, una asistente jurídico, de un carácter intrépido, curioso y temerario, enrumbará un viaje hacia unos 500 años atrás, gracias por supuesto a un árbol mágico conocido como el "árbol de la...