CAPÍTULO 24: Colosal moritef

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                  ~Colosal Moritef~

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Sus ojos amarillos, eran lo único colorido en toda su oscura anotomía. Los rugidos apabullantes que nos lanzaba atemorizaban en gran medida como sus movimientos torpes, pero letales. Los lúminos, quizá por primera vez temieron por su vida. Quien estuviera detrás de horrenda creación debía de ser alguien muy poderoso.
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El gigante de roca se alzó con todos nosotros dentro. Sentí la fuerte sacudida y el mareo por el desequilibrio casi me hizo vomitar. Apreté por los nervios los dedos de Erdian quien insistía en no soltarme, desde el momento que tomé su mano cuando él se veía provocado por Dari. Corif, mientras tanto, nos lanzaba una mirada incómoda que se esforzaba en disimular, pero que no conseguía fingir lo contrario, además, parecía no prestarle atención al peligro que corríamos. Las paredes rocosas contrayéndose, consiguieron que el guapo príncipe me soltara y sentí al fin un gran alivio, no porque me desagradaba que me sostenga sino que no iba aguantar más tiempo la tristeza en los ojos del hombre de cabello negro y ojos grises.

Con los movimientos ondeantes y bruscos, mantener los pies firmes era insostenible. Varias veces me golpee los brazos y piernas en un fallido intento por no caer sobre el sanco viscoso que comenzaba a inundar y teñir la caverna de negro. Entre la confusión por el mareo excesivo que me volcaba, di con la silueta borrosa de Delcad, ordenando a los demás lúminos que sostuvieran la gran esfera de luz  a cualquier costa. Con la conmoción su voz también me sonó distorsionada. Los lúminos hacían su gran esfuerzo, pero todo apuntaba hacia un fracaso. El gran círculo de luz se deshizo cuando otra enorme contracción nos hizo dar contra las rocas.

Una inesperada quietud, permitió que me levantara y limpiara sin éxito mi vestido  manchado por el sanco negro. Varias magulladuras comenzaron a doler cuando me dirigía hacia Gloriem, Dreib y mis amigos. Ellos estaban sentados, derrotados y con la expresión desencajada como era de esperarse. Pero, quien realmente me preocupaba más, era mi abuela. Sangre, escurría de ella, como una fuente de agua incesante. Tenía un corte profundo en su rodilla. 

—¡Abuela!  —nusité impotente, cuando sentí que no podía acercarme. Cada paso, me hundía y el pecho me dolía por un fuerte golpe que me di en el tórax. Hablar en ese instante resultaba difícil.

Cuando baje la mirada hacia mis pies, en busca de comprender lo que sucedía con mis extremidades inferiores, observé que el líquido lodoso escalaba hasta mi cintura. Entonces, levanté la vista de forma automática hacia los rostros aterrados de mis seres queridos. Ellos al igual que todos los lúminos estaban siendo absorbidos por la misma materia negra y pegajosa que me sumergía lentamente.

Antes de que mis ojos se perdieran por completo en la espesura del sanco y mis pulmones colapsaran por el desagradable olor a podrido, un impulso titánico nos lanzó hacia un agujero que se abrió de la nada; la fuerza que nos propulsó tenía la intensidad necesaria para hacernos llegar a cualquier cima inimaginable. Entre cuerpos volando, la luz de una esfera, sostenida de forma conjunta por hilos luminosos, llamó mi atención. Concluí que los lúminos la habían elaborado en el momento que nos hundíamos. Pero, no sabía con exactitud si eso nos estaba salvando o simplemente salíamos disparados hacia otra trampa mortal. El trayecto en el aire era apenas un breve instante, pero fue suficiente para que los ecos de gruñidos reverberantes me turbaran.

Habíamos sido regurgitados por el monstruo y por más asqueroso que resultara, agradecí estar fuera de ese lugar aunque haya sido de ese modo. La criatura gigantesca se hallaba de bruces, lanzado gruñidos cada vez más aterradores, parecía sufrir un horrendo dolor de estómago. Soltando un último alarido se levantó y dejó una fina capa de tierra detrás, aquello era la última evidencia sobre la presencia de la montaña. Cuando el gigante dio unos pasos ciegos hacia nosotros, la tierra detrás de él se desplomó causando gran estremecimiento y sin su cuerpo original manteniendo su forma, la isla se vio plana. Desafortunadamente, no había donde correr, más allá nos esperaba el mar Nen dispuesto a tragarnos de nuevo y los árboles no nos protegerían de la bestia de ojos amarillos.

No Soy la villana de este cuentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora