~La luz los hará retroceder~***
La energía que surgió de mí era capaz de destruir todo lo que yo quisiese. Lo había conseguido, en ese instante, no había nada que pudiera detenerme. Pero, aunque deseara no podía estar feliz, no después de haber sido envenenada por el ilusem.***
Corría con gran velocidad, como si el fuerte viento que invadía la isla Néblin me diera la energía sobrenatural que necesitaba para llegar donde el monstruo acuático se alzaba desafiante. Una gran tormenta se avecinaba, el cielo oscurecido y las hojas de los árboles sacudiéndose con violencia no eran más que la antesala de lo que se vendría, además estaba el hecho de que el gigante despertaría en cualquier momento.
Marqué gran distancia de mi abuela, mis amigos y los lúminos. Atrás quedaron sus voces intentando detener mi decidido avance. Tenía que rescatar a Marian y Felipe, pero, ellos no entendían lo que pretendía hacer. Era más que obvio, ellos no podían ver lo que ante mis ojos era más que evidente: miles de inocentes estaban presos en las entrañas de un infernal ser y no podía ser ajena a su desesperado pedido de libertad.
—¡No es real! ¡No te acerques más! —eran los gritos roncos y distorsionados que escuchaba detrás de mí. No identificaba de quienes provenía y tampoco importaba, nadie me detendría.
Mis padres me esperaban con los brazos dispuestos a abrazarme. Tal gesto sin duda, era la invitación para que me uniera con ellos. Aunque consciente de que todo fuera una trampa no vacilé siquiera en detenerme.
Al final de la isla, allí donde las olas del mar Nen golpeaban sin piedad el carbonizado terruño de Néblin, deje que mis pies se sumergieran en el gélido y pegajoso manto protector de la bestia de alquitrán. El monstruo de agua con toda certeza era una mera y horrible ilusión; una que curiosamente todos la veíamos, sin embargo, yo era la única que podía percibirlo en toda su dimensión. Por ello, resultaba abrumador e incluso frustrante ser la única capaz de ver el peligro que Felipe y Marian estaban corriendo.
Aunque la criatura no tenía forma definida, una manta gruesa de agua negra lo cubría y le daba cierta forma humana. La parte descubierta, era lo que podía entenderse como el área abdominal. Esta consistía en ser una enorme esfera de agua gris, que permitía ver traslúcidamente a diferencia del resto de su cuerpo acuático, lo que contenía en su interior. Mis padres estaban atrapados allí y sus gritos de desesperación sonaban cada vez ahogados, cuando el ser maligno se acercaba hasta el límite de la isla, donde yo me hallaba vigilante.
No me había sumergido en sus aguas traicioneras y él parecía entender que no pretendía hacerlo, así que se acercó hasta que solo treinta centímetros nos separaran. Desde ese punto, su tamaño era dantesco, incluso más atemorizante que el gigante de roca, pero, no me asustaba. Tal vez sea que en esa ocasión estaba dominada por mi oscuro lado de cortadora; aquel que me incitaba aniquilar a cualquier ser que tuviera delante de mí.
La extraña y misteriosa criatura se veía decidida a cometer terror en mí, no obstante, esta vez tenía la intuición de que no conseguiría su objetivo. Aunque confieso que me sentí abrumada por la adrenalina cuando él comenzó a tomar distintas formas como si estuviera escogiendo la más aterradora. Lo cierto es que durante ese proceso, las carnes de aquellas almas presas en su interior se abrasaron hasta develarse como malévolos seres descarnados. Observar sus cuencas ensangrentadas, hizo que mi piel se erizara, no por miedo sino de ira, Marian y Felipe formaban parte de ese número pérfido y eso me enfurecía.
—¡Oh no! ¡No permitiré que los uses! —gruñí con un temblor que estremeció mi mandíbula.
Antes de un letal ataque, con dos lanzas que brotaron de mis manos, abrí una pequeña brecha en su estómago. Mis armas de luz lastimaron al ser oscuro con precisión porque eran la extensión de mis extremidades. El monstruo acuático dio un grito de dolor que a mis oídos sonó como una dulce y confortante melodía. Un pequeñísimo rasguño sin duda, pero lo suficiente para hacerlo gruñir. O quien sabe tal vez fue un simple quejido que vibró en toda la isla y aun así fue un instante que disfrute mucho.
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No Soy la villana de este cuento
FantasiaConmovida por la trágica muerte de su abuela, Dania Loren Gurt, una asistente jurídico, de un carácter intrépido, curioso y temerario, enrumbará un viaje hacia unos 500 años atrás, gracias por supuesto a un árbol mágico conocido como el "árbol de la...