Capítulo XXX

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El líder de Avere Circum estaba completamente complacido al haberse enterado de que Bakugō había aceptado sus condiciones. No habían tardado mucho en ordenarle a Jirō que fuera en busca de las personas de Bellum Fera para ayudarles con lo que habían pedido.

El rubio cenizo estaba sentado junto a la camilla dónde descansaba el pelirrojo, quien daba pequeños saltos de vez en cuando por los fuertes temblores que recorrían su cuerpo. Estaba recostado con su torso descubierto y un paño de agua fría en su frente.

- Ya estoy aquí - habló Jirō desde la puerta para avisar de su llegada, Bakugō volteó a verla y le hizo un gesto para que pasara.

Llevaba una lona consigo que dejó en el suelo y se acercó al cuerpo de Kirishima, pasó sus dedos por las mejillas del pelirrojo y los bajó por el cuello hasta llegar al final de sus costillas, hizo presión fuerte en ese punto y bajó hasta su cintura para hacer presión de nuevo.

- No está enfermo - declaró viendo al rubio cenizo.

- Entonces qué le pasa, así no se ve alguien que está sano - respondió enojado el ojirubí.

A pesar del tono grosero con el que el líder de Bellum Fera le dirigía la palabra en cada ocasión, ella solo mantenía su expresión neutra y no alzaba el tono de su voz.

- Verá - habló la chica mientras colocaba su lona sobre la camilla. - Para los dragones es importante vivir en comunidad, estar con los suyos - explicó mientras sacaba algunos envases - Y como es obvio, él no vive con los de su especie.

- Él no está enfermo podríamos decir - continuó ella haciendo algunas mezclas con lo que acababa de poner sobre la mesa que estaba junto a ella. - Le ha afectado no tener esa conexión con los demás.

Bakugō se puso de pie y un fuerte mareo lo golpeó inmediatamente, sentía un gran peso en el fondo de su estómago y un ardor que recorría toda su garganta.

- Los dragones están conectados entre sí, su energía vital está interconectada en una red invisible que cada uno de ellos lleva en su interior. Aún cuando no convivan con su respectiva especie deberían estar bien gracias a esta red, así como su cambia formas rubio - ella recorrió la habitación con su mirada en busca de algo que no encontró. - Que por lo que veo no está aquí, pero él la tiene. - terminó algo confundida.

- Lo que me inquieta aquí es porque la de este chico está rota - extendió sus manos de nuevo al cuello del pelirrojo para hacer el mismo recorrido anterior. - No lleva a nada, su red solo se tiene a sí misma para alimentarse. Lo que no tiene sentido. Debería ser suficiente la del otro cambia formas pero ni siquiera se entrelaza a ella. ¿Le gustaría explicar?

- No hay nada que decir, no tengo idea de por qué lo que sea que hay dentro de él no funciona - dijo a la defensiva el rubio cenizo.

- ¿Fue una ofrenda defectuosa? Aún así no se explica por qué no se quejaron de esto cuando lo recibieron - dijo para sí misma respondiendo cada interrogante que se asomaba por su mente.

Todos sabían que Bellum Fera se había convertido en un clan domador de dragones, lo que llevó a varios grupos de dragones a temer por su existencia y modo de vida gracias a ellos. Así que habían llegado a un acuerdo en el que cada década, ellos debían dar ofrendas al clan que pudieran compensar los próximos diez años de paz que se ganarían. Una ofrenda en todo su esplendor había sido Kaminari, su grupo lo había entregado como ofrenda cuando tenía cerca de cinco años, a cambio habían pedido dos siglos de libertad, lo que les fue concedido.

El tiempo en que se mantendría la neutralidad, dependía de la clase de ofrenda que se presentara, así que el tiempo también podía disminuir. Kaminari no se sentía especialmente cómodo al hablar de su grupo, le afectaba pensar el como les había sido tan fácil entregarlo a él y no haber dado cualquier otra cosa como algo material, que era lo que hacían todos los demás. Por eso no sabía mucho sobre su lado dragón y tampoco sentía interés en saber más de algo que solo lo hacía recordar a quiénes lo habían abandonado.

Rise of the Dragon | KiriBakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora