Capítulo XXVII

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No era que se hubiera propuesto ignorar al pelirrojo, simplemente pasaba. Estaba incómodo y la culpa carcomía su interior, la única solución razonable que había encontrado era esa. Incluso se despertó dos horas antes de lo que siempre solía hacerlo, aún ni siquiera amanecía pero él estaba rondando por allí sin ir a ningún lado realmente.

La fuerte ventisca pegaba contra sus brazos pero no quería cubrirlos, el frío ambiente le dio la idea de tomar un baño. El agua estaba completamente helada y cada vez que tocaba su espalda o cualquier área sensible se estremecía, pero no paraba de regar agua sobre sí mismo.

La noche anterior había abierto los ojos a la realidad que tanto se esmeraba en ignorar. No entendía cómo Kirishima lo soportaba, es alegre, paciente, siempre sabe lo que hay que decir, honesto, bondadoso y siempre vive sin arrepentirse. Kirishima es la clase de persona que entrega sin esperar nada y es bueno, maldita sea.

Es tan bueno, esa es la palabra. A veces cuando lo ve a los ojos, como ayer cuando bailaron por horas, nota toda esa dulzura, dónde cualquiera podría arrebatársela haciéndole daño por ella, lo invaden las ganas de tomarlo y ponerlo en una cajita para protegerlo del mundo dónde nadie pueda tocarle.

La idea de ser él quién lo destroce lo atemoriza, como acaba destruyendo casi todo. Pero sabe que ya lo hizo.

Cuando termina de asearse y está vestido de nuevo, vuelve a vagar por ahí con una leve luz iluminando su camino.

Le hubiera gustado prometerle que todo iría bien, que la vida solo le daría cosas buenas porque son las únicas que merece. Amaría jurarle que siempre tendría momentos encantadores esperando por él, que borrarían los malos recuerdos.

Pero la realidad es diferente y él no puede prometerle nada, ni siquiera asegurarle un mañana. Bakugō escoge no hablar de ello, aunque sabe que se acercan tiempos difíciles, lo sabe, no hace falta que nadie se lo diga. Le ocurrirán cosas malas incluso a los inocentes que no las merecen y a Bakugō le hubiera gustado protegerlo de eso.

Cada minuto que ha llevado despierto se ha mantenido ocupado, haciendo cualquier cosa con tal de no pensar, adelantando informes, cartas, lo que fuera. No muy seguro de lo que hará al día siguiente: decide volver a su tienda, en su camino a buscar un momento de tranquilidad o eso espera, alguien lo interrumpe.

— ¡Señor Bakugō! — lo llama una voz desconocida a sus espaldas. Está irritado, no desea hablar con nadie y su deseo de tirar todas sus responsabilidades a la basura no hace más que aumentar.

— ¿Qué pasa? — sabe que sonó descortés pero no le importa. Cuando voltea para ver a quién solicitaba su atención, era un chico castaño que parecía menor que él, no lo reconocía a decir verdad aunque trabaja en poder identificar a todos, lo que no era una tarea sencilla.

— Encontramos a Kirishima tirado en el suelo. No parece estar herido pero no despierta — informó el castaño con preocupación tiñendo su rostro.

Los sistemas de alarma del rubio se encendieron inmediatamente. — ¿Dónde está?

El pelirrojo estaba tendido sobre su propia cama respirando agitadamente, cuando el rubio cenizo estuvo más cerca, pudo notar que su usual tono de piel moreno había sido reemplazado por un lánguido color verde muy pálido que le daba un aspecto enfermizo bastante preocupante.

— Tiene fiebre — explicó el mismo muchacho que lo había traído hasta ahí. — Al parecer lleva dos horas desde que lo encontraron pero no han podido bajar su temperatura con nada, también ha tenido pequeñas convulsiones que terminaron por sí solas.

Puso su mano sobre la frente del pelirrojo y lo recibió un tacto helado y húmedo, confundido tocó el resto del rostro de Kirishima que estaba igual de gélido que su frente.

Rise of the Dragon | KiriBakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora