Capítulo XXXIV

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Hacía frío y sus ojos dolían, una parte de sí mismo le decía que debía volver a la habitación e ignorar ese pesar que seguía en su pecho, pero no podía más.

No sabría qué pasaría si comenzaba a llorar frente al pelirrojo solo porque este rozó su mano o porque se quedó viendo sus ojos más tiempo del usual. Aunque creía ya no tener lágrimas para esas cosas, la sensación mortificante en todo su ser le decía lo contrario.

El pasto estaba ligeramente húmedo por una llovizna reciente y el ambiente era gélido. A pesar de la vibra espeluznante que transmitía el lugar con la densa niebla y las ventiscas repentinas, él se sentía en completa calma allí. Era bueno saber que ese clima no atraería a nadie a salir a dar un paseo, y mucho menos a tan altas horas de la noche, así no tendría que preocuparse por responder las preguntas de cualquiera que se le cruzara.

En un principio había salido de la habitación para desahogarse, tal vez creía que al estar solo podría llorar cuanto quisiera pero ahora que lo estaba no había nada. No había caso en forzarse por golpear algo o hacer cualquier otra cosa en un burdo intento por aliviar su propio malestar, se sentía bien simplemente estando ahí sentado.

Casi soltó una carcajada al ver que desde el lugar que había escogido para desahogar sus penurias quedaba casi exactamente frente a la recámara del príncipe Todoroki, tenía una vista perfecta de la habitación a través de la ventana. Consideró moverse del lugar pero luego pensó que realmente no importaba, así que solo apoyó su cabeza en la columna que tenía a su lado izquierdo.

Su mirada estaba fija en un punto aunque realmente no estaba prestando atención, segundos más tarde, vió la inconfundible cabellera de Todoroki pero aún así se mantuvo inmóvil.

El monarca se quedó unos segundos en la ventana y por un momento le pareció que también lo estaba viendo, se dio media vuelta y por el lado se acercaba el tembloroso sirviente de cabello alborotado que no le agradaba en lo absoluto, volvió a dar la vuelta y estiró sus dos manos para tomar los extremos de la cortinas y cerrarlas con un solo movimiento.

Estiró sus piernas y tomó aire, una suave risa se escapó de sus labios y el frío contacto de la piedra contra su espalda al momento de recostarse lo estremeció ligeramente. Cubrió su rostro con sus manos cuando recordó lo que había sucedido apenas hace unas horas atrás con el pelirrojo.

Si era honesto consigo mismo no esperaba que recordara lo que había sucedido. Él sabía que lo que ambos habían ingerido esa noche tenía alguna clase de somniferos, aunque no tuvieron un efecto del todo certero sobre sí mismo pudo notar al cambia formas algo extraño en ese momento, esperaba que nunca volvieran a hablar de eso y que no quedara rastro de ese momento en la memoria del contrario. Pero tampoco podía negar la chispa de euforia que explotó en su pecho cuando Kirishima habló del beso y de como quería repetirlo.

[...]

Esa mañana cuando despertó, notó que de nuevo el rubio cenizo ya no estaba junto a él ni en la habitación. Esta vez no se preocupó y continuó de manera natural con su día.

Su mente estaba completamente nublada por los acontecimientos de la noche anterior, estaba flotando en una constante nube de felicidad y fantasía. No le prestaba mucha atención a nada a su alrededor y sólo esperaba ver esa mirada rubí que siempre lo había mantenido sometido bajo sus toscos encantos.

Se sentía algo necesitado de contacto físico y no sabía que tanto podría hacer con el rubio cenizo cuando volviera a verlo, era seguro que no podría ir muy lejos y él tampoco se sentía muy confiado de cuál sería su siguiente movimiento.

Rise of the Dragon | KiriBakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora