Capítulo 26.

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El corazón roto podía ser descrito perfectamente como un soga amarrada a tu cuello. 

Un soga que a cada momento se apretaba más y más, dificultándote el respirar y provocando que lentamente te fueras sofocando. 

Las sogas están hechas de un material resistente, sin embargo, son capaces de cortarse. Lamentablemente, a veces sólo tienes en tus manos un par de tijeras pequeñas que son inútiles a la hora de cortar algo más que papel. Y viviendo en un mundo donde no te es permitido amar a quien tú deseas, aquella soga termina endureciéndose hasta convertirse en una cadena imposible de romper. Una cadena que te corta la respiración, que te apreta hasta dejar marcas y que.. lentamente termina por quitarte la vida. 

Esta cadena fue la que convirtió a Zack y Alec en almas deambulantes sin rumbo. Esta cadena fue también la que condució a Mikal a la locura y esta cadena... sería la que terminaría por destruir la vida de Efrén, si es que éste no tenía la fuerza necesaria como para deshacerse de ella. 

Lamentablemente para todos, al igual que Zack y Alec, Efrén aún era un niño, y lo único que tenía en sus manos para luchar con esta cadena era el desbordante amor que sentía por Aván. Amor que por cierto, no era correspondido. Amor que se había acabado mucho antes de que comenzara y que lo único que había podido obtener de el era un miserable beso. El cual, aunque había alterado todo su sistema nervioso, no llegaba a compararse con todas las lágrimas que derramó en el camino. 

Efrén no quería ser pesimista, pero ya era hora de despertar. 

Había pasado una semana desde que Aván cumplió sus dieciocho. Hace ocho días que no lo veía (Y siendo totalmente franco, Efrén no tenía deseos de verlo. Sabía muy bien que aquello sólo lograría arruinar aún más su inestable estado de animo), pero tenía muy en claro que, mientras él estaba caminando por un muerto por los pasillos de su escuela (con ojeras y rizos despeinados incluidos), su crush estaba en los brazos de su AG, y él no podía hacer nada contra eso. 

No había llorado ni una sola vez, tampoco se había escondido debajo de sus sábanas y faltado a clases. Tanto para Thomas como para Luo esto era sumamente extraño, pero se abstenían a hacer comentarios. En los primeros días, ambos se habían puesto de acuerdo para mimarlo en conjunto (le habían llevado dulces, lo abrazaban constantemente y hacían todo para hacerlo sonreír), pero después de que Efrén, sorprendentemente, les gritó que dejaran de comportarse como si él fuera un niño pequeño o tuviera una enfermedad mental, los dos volvieron a la normalidad (o lo intentaron)

Lo cierto era que, desde aquel día que el reloj marcó las doce y anunció el cumpleaños número dieciocho de Aván, Efrén había cambiado.

Ya  no sonreía naturalmente ni se sonrojaba continuamente. Tampoco se dejaba tocar mucho. No se sentía cómodo ni siquiera estando alrededor de sus amigos y pequeñas maldiciones a veces abandonaban sus labios cuando sentía que algo andaba mal. No era él, ni se sentía como tal, pero ya no tenía las fuerzas como para intentar reparar lo que en él se había roto. 

Estaba mal, mucho. Se estaba hundiendo lentamente y lo sabía, pero cada vez que intentaba ser él nuevamente, dolía.

Dolía mucho.

---- Chiqui- Efrén ---- Thomas lo llamó, soltando una tos incómoda ---- ¿No has comido muy poco? 

Volteó hacia él, con la bandeja de comida en sus manos.  Una sonrisa falsa se puso en su rostro, casi por costumbre----- No me gusta mucho el puré. 

El rubio soltó una risa incómoda ---- ¿Cómo que no?, Si siempre lo has amado. 

Efrén suspiró, conteniendo en sus adentros las ganas de gritarle que se metiera suyo. Nuevamente, aquella frustración que se había acumulado en su interior se hacía presente. 

90 días antes de perderte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora