Para empezar a hablar de Aván debíamos iniciar por sus orígenes.
Nacido en un matrimonio rico y siendo hijo único, desde niño fue consentido hasta en lo más mínimo. Todo lo que Aván quería, lo obtenía. Desde esos dulces sabor a fresa que de pequeño tanto amaba hasta esas gabardinas extremadamente caras que ahora vestía. Había una única cosa que jamás tuvo... y esa era una demostración de cariño de parte de sus padres.
No es que no lo amaran o lo trataran mal (la verdad es que no recuerda una sóla vez en que le hayan gritado o golpeado) Lo que que pasaba es que tanto su madre como su padre eran personas muy frías, tan similares que a veces llegaba a asustar. Eran contadas las veces que los vio besándose o dándose un abrazo, pero también, fueron muy pocos los días que los oyó discutir. Ambos eran demasiado tranquilos, demasiados impávidos y definitivamente demasiado torpes al momento de expresar lo que sentían.
Pasó mucho tiempo dudando si realmente se amaban entre sí. Parecía más una relación donde se respetaban y se soportaban como podían el uno al otro, sin embargo, no notó hasta que fue mucho más grande qué era lo verdaderamente significativo en ese extraño par: los pequeños y casi indetectables detalles.
Detalles como el cada mañana (y aunque estuviera retrasado) su padre le preparara el café a su madre. Café que por cierto, a nadie más en su casa más que a ella le gustaba. Detalles pequeñísimos como todas las noches que su madre se sentaba en el sillón y totalmente inexpresiva, esperaba hasta que su esposo llegara del trabajo. Y como no, detalles como las veces en que uno de los dos estaba enfermo y el otro llamaba al trabajo para poder quedarse a cuidarlo. No, no eran cariñosos, no andaban en la calle tomados de la mano ni mucho menos se la pasaban abrazados, pero cada vez que Aván los veía mirándose con esas pequeñas y imperceptible sonrisas, podía apreciar lo mucho que se querían.
Creciendo en un ambiente así, por supuesto que él heredó mucho de ambas personalidades. No era tan frío ni inexpresivo como esos dos, pero lo torpe al hablar y el difícil que le era hablar de sus sentimientos sí que eran partes demasiado significativas de su carácter.
Su familia era extraña y "hecha a la antigua". Promulgaban la fidelidad al programa y se apegaban en demasía a los roles de género, además de tener un sinnumero de actitudes cuestionables para los ojos de los demás, sí, eso lo tenía muy claro. Pero había una cosa que Aván no volvería a juzgar y esa era en definitiva el amor que había entre sus padres.
Sin embargo... que ellos fueran una pareja real no quitaba lo estrictos y gélidos que eran con su único hijo.
Desde niño que lo tenían en la mira, siempre repitiéndole que debía respetar al sistema y que no tenía que ser ni muy pesado ni tan simpático. Que fuera alguien neutro, que no sonriera mucho y que respetara el tiempo que debía esperar a su AG. Cuando caminaba, le vivían recordando que no lo hiciera encorvado y que levantara la barbilla, que caminara orgullloso más que no luciera vanidoso. También le dijeron muchas veces que no tuviera tantos amigos porque la mayoría de los jóvenes de su edad eran una mala influencia y no respetaban al PSAG como era debido. Además, tampoco debía ser tan amoroso con la gente ni mirar demasiado a las chicas, porque si llegaba a sentirse atraído por una podía empezar a idealizar a su par. Habían muchas, muchísimas reglas en su casa, algunas en secreto las encontraba ridículas, mientras que con otras estaba bien y no le era muy difícil seguirlas.
La primera vez que Aván se fijó en Efrén no fue aquel momento en el que se lo confesó, sino cerca de un año atrás.
Él iba caminando de lo más normal junto a algunos de sus compañeros, explicándoles acerca del examen que tendrían en cuanto tocaran el timbre, cuando sintió una intensa mirada en dirección a él. Siguiéndola, terminó dando con los tímidos ojos marrones de un Efrén de catorce años. Cuando el niño se dio cuenta que había sido descubierto, desvió la mirada inmediatamente con las mejillas tiñéndose de un intenso rojo. Aván encontró esto extraño y se sintió bastante curioso, más decidió dejarlo así.
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90 días antes de perderte.
Novela Juvenil''---- ¡Pero yo creo que realmente me gustas!'' En un mundo donde un sistema escoge quien es tu alma gemela, Efrén se enamora de Aván. Pero hay un pequeño problema, no sólo su crush es irremediablemente heterosexual, sino que también está a punto...