Estos días le habían quitado todas las ganas de vivir a Efrén.
No sólo tenía que aguantar las miradas extrañas cada vez que deambulaba por los pasillos de su escuela, sino que tenía que escuchar las constantes quejas de sus padres.
Parecía que cada día, las cosas empeoraban. Su padre lo regañaba por la más mínima cosa que hacía, lo trataba mal y le repetía al menos tres veces al día que era una vergüenza para la familia. Lo amenazaba de llevarlo a las mismas instalaciones del sistema si es que no dejaba de comportarse tan "extraño". Según el hombre, que el que su hijo anduviera por ahí con un rostro desanimado y a punto de llorar, era una señal de que estaba "enfermo" y que de seguro lo de la confesión no era sólo una apuesta. Cada vez que Efrén cometía un error trivial, como que el café le quedara menos amargo de lo que según debía ser o las cosas se le resbalaran de las manos, él diría:
---- No estás actuando como un verdadero hombre. ¡Sólo eres un torpe inútil que no sabe nada! Te llevaré a un doctor a ver si adivinaban que puta mierda pasa contigo.
Así que, cada día se veía menos vivo. Con el rostro lleno de ojeras y más pálido de lo normal, se le notaba enormemente que algo estaba mal en él.
Thomas, por supuesto que lo sabía. De hecho, era el único al que Efrén le tenía la suficiente confianza como para estarse quejando todos los días de que ya no podía más. El chico sólo podía mirarlo con pena y darle mimos en el cabello para reconfortarlo, no sabiendo que hacer para ayudar a su amigo.
---- Chiquitín, te arruinaste la vida con eso de la confesión, ¿Eh? ---- dijo un día mientras ambos estaban en clases de matemáticas. Efrén tenía sus brazos encima de la mesa y su cabeza escondida entre éstos, mientras hacía sonidos de queja y ignoraba lo que sea que el profesor estaba explicando.
---- Odio mi propia existencia ---- Ante esto, Thomas no sabía si reír o llorar. Realmente quería ayudarlo de la forma que fuera.
Acariciando sutilmente el cabello de Efrén, murmuró ---- Pareciera que toda tu mala suerte vino a cargársela en contra de ti.
---- Y hizo que mis padres me odiaran..
---- Nah, yo creo que ellos sólo están preocupados y por eso son duros contigo. No entienden que es lo que te pasa.
Años atrás, Efrén sólo había querido que sus padres lo vieran, que notaran que estaba ahí. Desde hace mucho que habían dejado de prestarle atención y actuaban como si su hijo no fuera "la gran cosa". Él siempre intentó complacerlos, de la forma que fuera. Pasándose tardes enteras estudiando para que tuviera buenas calificaciones y intentado tener el mejor comportamiento posible. Sin embargo, ellos seguían mirándolo en menos y preocupándose mucho más de los asuntos de sus hermanos. Hicieran lo que hicieran, sus otros tres hijos mayores siempre serían mejor que el irrelevante de Efrén.
Ahora... era la primera vez que ellos estaban pendientes de él.. pero sólo era porque creían que estaba cometiendo un error o que estaba "enfermo".
¿No era una mierda que tus padres sólo vieran tus errores y jamás las cosas buenas que tienes?
---- Yo creo que finalmente se hartaron de mí y están usando esto como excusa para tratarme mal... --- al decir esto, estuvo a punto de ponerse a llorar. Preocupado, Thomas frunció los labios, sin saber que decir.
Un par de minutos después, pareció que al fin llegó una oportunidad de animar a Efrén.
---- ¡Mira, es Aván! ---- exclamó Thomas sonriendo, lo suficientemente fuerte como para que algunos de sus compañeros se dieran vuelta a mirarlos mientras susurraban.
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90 días antes de perderte.
Novela Juvenil''---- ¡Pero yo creo que realmente me gustas!'' En un mundo donde un sistema escoge quien es tu alma gemela, Efrén se enamora de Aván. Pero hay un pequeño problema, no sólo su crush es irremediablemente heterosexual, sino que también está a punto...